En las últimas décadas venimos siendo bombardeando mediáticamente con mensajes apocalípticos sobre las devastadoras consecuencias del calentamiento global, culpabilizando a la humanidad por el supuesto incremento de las temperaturas y el riesgo que eso puede tener para el ecosistema y la vida animal y vegetal.
Hay quienes incluso nos califican a los humanos como una amenaza, como una especie invasora, una plaga de langostas que destruye todo a su paso cual marabunta que es preciso exterminar para preservar el equilibrio ecológico de la “Madre Tierra”.
El motivo de la alarma es que desde hace unas décadas, concretamente desde 1970, la temperatura del planeta parece que ha aumentado unas décimas. Un hecho que según los calentólogos nos tiene que hacer recapacitar.
Que en 40 años la Tierra haya sufrido una variación tan drástica de la temperatura –unas cuantas décimas- es para algunos un hecho muy preocupante, que no debiera dejarnos dormir.
Pero pongamos las cosas en perspectiva.
Nuestro planeta se formó hace unos 4.550 millones de años. A lo largo de esos 4.550 millones de años la Tierra ha sufrido 7 Eras Glaciares de entre 1.500 millones de años a unos 65 millones de años de duración cada una de ellas y ha habido 4 épocas de frío extremo durante las cuales el planeta estuvo totalmente cubierto de hielo, en lo que vienen siendo conocidas como “Tierra Blanca”.
Durante la Era Cenozoica –que es en la que nos encontramos y que dio comienzo hace 65 millones de años- se repite la misma pauta de alternancia de épocas frías o glaciales y cálidas que ya se dieron en el pasado y hace 2 millones de años empezó la Época del Cuaternario, en la que aun estamos inmersos.
El homo sapiens apareció hace unos 200.000 años y sabemos por vestigios humanos documentados que el clima en los últimos 5.000 años ha variado mucho: desde el otrora boscoso Sahara poblado de hipopótamos a la verde Groenlandia y pasando por la Pequeña Edad de Hielo padecida entre los siglos XV y XIX.
Es decir, la vida del planeta es una sucesión de cambios de temperatura constante que se prolongan durante millones de años y en ocasiones con alteraciones bruscas y breves.
Pretender evaluar la climatología del planeta sobre la escala temporal humana o incluso de un par de décadas –que es en lo que estamos- no es sólo una boludez, es una irresponsabilidad.
Es como si quisiéramos medir la distancia entre galaxias utilizando la unidad de medida de los milímetros en vez de la de los años luz. O como si una mosca –cuya vida oscila entre los 15 y los 30 días- se dedicara también a preocuparse por el cambio climático que se produce entre las 7 y las 9 de la mañana de un mismo día.
La escala climatológica de la Tierra no puede trasladarse a referencias temporales de escala humana.
No puedes sacar conclusiones sobre la base del cambio de temperatura producido en 40 años respecto de algo que tiene 4.550 millones de años y que los geólogos miden en eras de entre 1.500 y 65 millones de años y éstas a su vez en épocas de 2,4 millones de años, glaciaciones de 125.000 años e interglaciaciones de 10.000, sencillamente es una estupidez mayúscula y un fraude de desastrosas consecuencias para millones de personas que ven cómo las absurdas, inútiles y carísimas medidas para luchar contra el supuesto “cambio climático” están lastrando la recuperación económica y destruyendo empleo.
Se estima que el coste para el contribuyente español del cumplimiento de los Acuerdos de Kioto para el periodo 2008-2012 fue de 3.000 millones de euros –sólo los directos por la compra de derechos emisión de CO2- y los compromisos adquiridos para nuevo tratado, el de París, se calcula que nos costarán unos 385.000 millones de euros de aquí a 2050, 10.000 millones al año, más de lo que el Estado van a invertir en 2017 en infraestructuras a través de los Ministerios de Fomento, Agricultura y Energía (unos 7.000 millones).
Y todo eso no se sabe muy bien para qué, como mucho para reducir -según unos modelos teóricos simulados por ordenador bajo unas premisas arbitrarias e interesadas- un par de décimas o tres la temperatura media del planeta dentro de 33 años.
Las variaciones climatológicas, los altibajos en las temperaturas producidas en unas cuantas décadas a escala geológica es como pretender valorar las variaciones que pueden producirse en una fracción de segundo. Lo que está claro es que el calentamiento global es un gran negocio para muchos y un muy mal negocio para el ciudadano y los contribuyentes.
Y es que, al fin y al cabo, el calentamiento global no es ciencia, es ideología.
JAVIER JOVÉ SANDOVAL (Valladolid, 1971) Licenciado en Derecho, Máster en Asesoría Jurídica de Empresas por el Instituto de Empresa y PDG por la Universidad Oberta de Cataluña, desde el año 2.000 desarrolla su carrera profesional en el sector socio sanitario. Es Socio Fundador del Club de los Viernes y miembro de la Junta Directiva del Círculo de Empresarios, Directivos y Profesionales de Asturias. Actualmente escribe en El Comercio y colabora habitualmente en Onda Cero Asturias y Gestiona Radio Asturias.
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