[PUBLICADO EN EL HERALDO DE ARAGÓN]
“Algo hay que hacer”. Las pensiones han pasado de 80.000 millones en 2007 a 120.000 millones en 2015 y la tasa de dependencia de la vejez aumenta a un ritmo en el que, si no hacemos algo, sencillamente, no se podrán pagar. Mientras unos alertan y otros ignoran o piden calma, todos, eso sí, quieren gastar más: más prestaciones, subvenciones, funcionarios, servicios públicos, observatorios,… Y si el gobierno dice que no hay para tanta buena intención, llega el agitprop, sindicatos, mareas, políticos en busca del voto perdido y compañía y lanzan su acusación: austericidio en primer grado con recortes continuados. ¿Algo que alegar?. Veamos:
- Hoy gastamos 15 veces más que en 1980. Durante los cuatro mandatos de Felipe González, el gasto público se quintuplicó, en parte por un tardío desarrollo del Estado de Bienestar y por las transferencias a las autonomías, que continuarán durante la primera legislatura de Aznar. Desde entonces el gasto no ha dejado de crecer hasta ser hoy ¡quince veces mayor! que en 1980.
- El billón de Zapatero. En solo 8 años (2004-2011), Zapatero y, con él, comunidades autónomas de uno y otro signo, gastaron más que en los 16 años anteriores. Descontando pensiones y gastos financieros, solo en sus dos legislaturas el gastó fue 1 billón más que en las dos legislaturas anteriores (pasó de 1,4 a 2,5 billones).
- A menos recaudación, más gasto. La mayor recaudación fiscal gracias al boom inmobiliario provocó que, en solo seis años, entre 2002 hasta el pinchazo de la burbuja en 2008, el gasto pasase de 290.000 a 460.000. Desde entonces, en lugar de adecuar gasto a recaudación (que entre 2007 y 2012 bajó un 15%), continuó su aumento (un 19% en ese periodo)
- Siempre más. Desde 1980 hasta la crisis de 2008, solo un año se contuvo, apenas un 0,4%, el aumento del gasto público (en 1997, año del Pacto de estabilidad y crecimiento). En todos los ejercicios presupuestarios de la pasada legislatura de Rajoy, el gasto ha sido mayor que en cualquier ejercicio anterior a 2008. Solo puede hablarse de “recortes” si comparamos con el pico del ciclo alcista (con el cuatrienio 2008-2012).
- También más en Sanidad o Educación. Hay quien dirá que el problema es la composición del gasto ya que ahora hay que gastar más en pensiones e intereses de la deuda y eso exige ajustes en sanidad, educación o servicios sociales. Es verdad que pensiones y gasto financiero son causa importante del aumento del gasto por lo que otras partidas han perdido peso relativo. Pero también es verdad que en todos los ejercicios presupuestarios de la legislatura 2011-2015, el gasto público, descontadas pensiones y gasto financiero, ha sido mayor que en cualquier ejercicio anterior a 2008; en concreto, el gasto en sanidad o educación desde 2012 ha seguido siendo mayor que en los 33 años anteriores a 2008.
En resumen, si comparamos la España de Rajoy con los cuatro últimos años de Zapatero, es cierto que se gasta menos, pero si lo comparamos con los 33 años anteriores a la crisis de 2008, nunca antes se gastaba tanto como ahora. No nos quejábamos cuando viajábamos en un utilitario, nos dejaron un Ferrari unos días y luego ya no nos conformamos con un Mercedes (eso sí, el Ferrari aún lo estamos pagando). Y el efecto de no viajar en utilitario, seguir en Mercedes y pagar el Ferrari hace que España ya sea subcampeona europea en déficit, por delante de Italia y Portugal, solo superada por Grecia, y que hayamos multiplicado ¡por 54! la deuda per cápita que teníamos en 1980 (desde 425€ hasta 23.067€). Aun así, algunos se empeñan en minusvalorar la estabilidad presupuestaria y demonizar el imprescindible artículo 135 de la Constitución que impone esa estabilidad y el control del déficit.
Pero defender la estabilidad no es un tema ideológico, sino de sentido común. Lo decía Felipe González en 2011 “La estabilidad presupuestaria es una condición necesaria para garantizar, a medio y largo plazo, un crecimiento económico sostenido. Los desequilibrios permanentes, con déficits estructurales y deudas acumuladas que se hacen impagables, arruinan las perspectivas de crecimiento y merman la confianza de todos los actores. La consecuencia es inexorable: no se pueden mantener las políticas de cohesión social que definen nuestro modelo. No es, o no debe ser, un problema ideológico, sino de sentido común y de responsabilidad de los gobernantes…Para los ciudadanos que se inquietan por los «límites» a las políticas sociales, hay que explicarles, claramente, que el mayor límite está en el endeudamiento excesivo, que nos obliga a destinar al servicio de la deuda el dinero que necesitamos para educación y salud para todos”
La España de los nuevos ricos quiso seguir bailando cuando la música se había apagado, pero seguir gastando como en esos años, con una recaudación fiscal que caía estrepitosamente, era, sencillamente, una irresponsabilidad, en la que, por cierto, algunos ayuntamientos y Comunidades Autónomas parecen persistir. Y lo importante no es el debate cuantitativo en el que nos hemos instalado, sino el cualitativo; no es cuántos recursos empleamos (inputs) sino qué impactos y resultados conseguimos (outcomes). Uno de los grandes errores es juzgar a los políticos y programas por sus intenciones, en lugar de por sus resultados, decía Friedman.
Mientras no asumamos que lo importante es cómo se gasta y no cuánto, mientras no admitamos que de lo público también se puede encargar el sector privado y mientras no dejemos al Estado lo esencial y prescinda de lo superfluo, estaremos poniendo en riesgo las libertades y derechos alcanzados. Plutarco advirtió de que el verdadero destructor de las libertades del pueblo es aquél que reparte botines, donaciones y regalos. No es la inexistente austeridad, sino el despilfarricicio, lo que dinamita el Estado de bienestar. Esta es mi defensa, ¡sentencie VD!.
Deja una respuesta