El origen de los partidos
En algún tiempo remoto, dos generales tuvieron ideas diferentes sobre qué estrategia seguir. Pedro era de la idea de invadir el país vecino aprovechando que el grueso de su ejército estaba combatiendo en otro frente, expulsarlos a tierras más lejanas y prevenir que éstos los saquearan otra vez, durante el invierno, cuando se quedaran sin provisiones. Luis, en cambio, pensando que esto era muy arriesgado, era de la idea de enviar embajadores ofreciendo una provisión de granos a cambio de caballos, aunque fuera un mal negocio pero asegurando un pacto pacífico.
Las opiniones estaban divididas, siendo unos del partido de Pedro y otros del partido de Luis, de forma que convinieron votar para saber qué partido tomar. Tomarían el partido de aquél que representara a la mayoría.
Más allá de los resultados de esta primera votación, las ideas en oposición sobrevivieron a quienes las formularon, y el pueblo creó una tradición bipartidista en la que periódicamente se enfrentaban el pedrismo y el luisismo. El pedrismo identificado con la idea del ataque preventivo y la defensa armada de las fronteras, y el luisismo identificado con la idea del comercio como forma de relacionarse en paz.
La identificación histórica
Las tradiciones familiares mandaban que los hijos de los pedristas fueran pedristas, y los hijos de los luisistas fueran luisistas. Pero pasado el tiempo, sucedió que la idea de la conveniencia del ataque preventivo en ciertas circunstancias prendiera en algunos luisistas, mientras que la idea de la conveniencia del comercio prendiera en algunos pedristas.
En este escenario, no tardaron en surgir líderes que defendían las bondades del ataque preventivo dentro del luisismo, a la vez que siguieron existiendo los luisistas ortodoxos que rechazaban esta idea, pero seguían votando juntos apegados a la fuerte tradición familiar. De la misma forma hubo defensores del comercio y la paz dentro del pedrismo, oponiéndose en ideas a los pedristas ortodoxos, pero sumando voluntades todos para el pedrismo.
Cuando hablaban de política, todos se identificaban como pedristas o luisistas, y no era raro que se pelearan por la cuestión de cuál partido convenía que tuviera la mayoría de las adhesiones.
La disputa desideologizada
En una ocasión particular, advirtiendo que la cosecha del país vecino había sido muy mala, así como la de su propio país, se produjo una reñida votación en la que ganó el partido pedrista. Sin embargo, estando a cargo de la estrategia, los líderes del pedrismo prepararon el ejército pero no sin antes enviar embajadores para tratar de negociar una tregua pacífica ofreciéndole al país vecino una parte del poco grano que habían cosechado. El país vecino aceptó la oferta, con lo cual no hubo guerra, pero pasaron hambre ese invierno.
Los luisistas, motivados sobre todo por los partidarios del ataque preventivo que tenían en sus filas, emprendieron una dura crítica en bloque a la decisión del pedrismo, si bien estaba alineada a las ideas originales de su propio partido. Y como respuesta, los pedristas se defendieron en bloque de estas críticas, relegando las ideas que cada uno hubiera tenido en pos de la estabilidad del partido.
Muy pocos se dieron cuenta que podrían tener más ideas en común con alguien del otro partido que con algunos de sus propios compañeros, y a quienes sugerían esta idea los trataban de locos o traidores, y utilizaban como argumento la memoria de los héroes del partido que dedicaron su vida a proclamar la conveniencia del gobierno de éste.
2500 años no es nada
La historia anterior, tal vez es falsa. Pero unos 2500 años después, en un pequeño país llamado Uruguay, algo similar sucede con dos partidos que se llaman Nacional y Colorado, en los que votan juntos liberales y socialdemócratas. Tanto los liberales como los socialdemócratas de uno y otro lado, siguen defendiendo el partido que típicamente heredaron, aún cuando no puedan encontrar una única idea que compartan todos los de su partido y que no sea compartida por el otro.
Se ha olvidado lo esencial: que un partido es una idea, o un conjunto organizado de ideas en un modelo de orden social al que se aspira. Y sucede así, que siendo los menos, hay liberales que se esfuerzan por que gane su partido, para que al final tome las decisiones en el parlamento un representante socialdemócrata, es decir, alguien que no representa sus ideas. Y la discusión política se transforma, se despoja de las ideas y se convierte en una discusión orientada a la técnica de la gestión o a la corrupción.
Han muerto los grandes partidos de ideas de Tocqueville, se necesitará tiempo para que las ideas retornen a la política, y está abierta la pregunta de cómo se organizarán los liberales de la próxima generación, cuando son pocos y divididos entre batllistas, herreristas y wilsonistas.
Ingeniero en Computación por la Universidad de la República,
aficionado a la filosofía y liberal por convicción, escribe
desde Uruguay.
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