Popper, la paradoja de la tolerancia y las sociedades abiertas
Es triste y desalentador observar como un autor tan aprovechable en las áreas filosóficas y sociológicas como es el austriaco (a posteriori británico) y que tanto puede enriquecer nuestra percepción de la realidad como Karl Popper es usado recurrentemente de forma tan banal y vacía de sustancia, amén de malinterpretada, como se hace habitualmente con la Paradoja de la Tolerancia.
Paso pues a referir, al menos la tesis (se asemeja está a la de un trabalenguas), del fenómeno expuesto en “La sociedad abierta y sus enemigos”, si bien recomiendo la lectura de manera completa si no de la obra, si de la exposición del contrasentido para no perder nada de la significación impresa por el autor.
La paradoja viene a simbolizar que cuando una generalidad social no posee ningún tipo de confín en lo relativo a la tolerancia respecto a las ideas y acciones de grupos intolerantes esta será irremediablemente malograda por esos grupos de intolerantes tolerados, por tanto, mantener la tolerancia a la intolerancia es el medio de garantizar una sociedad libre y plural.
Dos apuntes sobre la tesis de la paradoja son necesarios para su mejor comprensión:
1. Popper no dice, más bien todo lo contrario, que haya que coartar o censurar posiciones filosóficas intolerantes, ya que estas pertenecen al plano de la razón y al pensamiento, y por tanto las armas para neutralizarlos deben ser las de ese ámbito, los argumentos, los razonamientos y la filosofía serán los instrumentos que desmonten los pensamientos intolerantes, y por lo tanto necesariamente irracionales. Añado que, de lo contrario, lo que se estaría coartando seria el derecho a la libertad de expresión.
2. A lo que se refiere Popper es que deberán de ser, incluso, condenadas o censuradas por la fuerza, aquellas doctrinas o movimientos que se intenten implantar por los puños, por las armas, y en definitiva por la coacción física, y que ese tipo de fenómenos, de ser tolerados y no reprimidos serán los que desemboquen en la devastación de la sociedad abierta, al constituir estos últimos sus enemigos más claros.
Una vez reconocidos estos dos puntos, se desmantela cualquier tipo de justificación a cualquier acto violento que se refugie sobre la paradoja de la tolerancia (en cualquiera de sus vertientes postmodernas) para acreditar los atentados contra la libertad, como la censuras en universidades a los seminarios de ideas no compartidas (muchos ejemplos tenemos en los últimos años en facultades españolas) , de los actos violentos con escandalosa justificación política y estatal poniendo la diana sobre las víctimas, para vestirlas ulteriormente de verdugos.
Esto nos aleja indudablemente de la sociedad abierta que expone que Popper en su volumen, convirtiendo en los verdaderos enemigos de la sociedad libre a los que utilizan su obra para respaldar sus actos.
Estimo, además, que el núcleo del tema que trato, y a mi modo de ver lo realmente relevante es: ¿Quién, a quién? (como se refirió Lenin en los primeros años soviéticos y que después recogió Hayek en Camino de Servidumbre), es decir, quien es el que limita, decide y establece que queda fuera y que dentro de la tolerancia, que pertenece y ,sin embargo, que no lo hace respecto a lo que una sociedad abierta admite, en definitiva, que es lo tolerable y que no lo es, y por tanto cuando el uso de la violencia es legítimo en virtud de no tolerar la intolerancia.
Creo que la única respuesta posible en una sociedad no autoritaria es que ante posiciones o actos (que como afirma el filósofo) en los que no, recalco este no, se hace uso de la fuerza, de la intimidación violenta la respuesta de una sociedad nunca puede legitimar por el contrario la agresión, el ataque o la coacción en virtud de un ideal de justicia propio, o de una serie de razones que tratan de defender dichos actos.
La evidencia de lo que planteo la encontramos, como tantas otras veces en la historia cuando nos supone objeto de estudio, ¿acaso no observamos que las mayores represiones y eugenesias no estaban suficientemente argumentados bajo deducciones que hoy calificamos de xenófobos, injustos, autoritarios y llenos de odio, pero que justificaron que estas tuvieran lugar? ¿No estaba también justificados y aceptados socialmente el holocausto, las inquisiciones europeas, o las checas? Asimismo, en el presente, ¿no se encuentran respaldadas bajo determinados ideales, vomitivos, de justicia actos igualmente vomitivos como las agresiones homófobas o racistas?
Por lo tanto, no dejemos que los verdaderos totalitarios, esgriman en nombre de la libertad sus actuaciones, cuando son en realidad, los intolerantes, que paradoja.
Álvaro Navarro , 19 años, Estudia economía y derecho en la UCLM, interesado en la teoría e historia económica así como en la filosofía política derivada del movimiento liberal.
Totalmente de acuerdo. Hace poco escuchaba esa mala interpretación. En ‘El mito del Marco Común’ lo deja Popper también claro.
Sería bueno hacer una revisión de la puntuación y ortografía antes de publicar el artículo. Es muy difícil leerlo por la concatenación de adjetivos y aclaraciones sin la adecuada puntuación así como por la confusión de «que» y «qué»
De acuerdo con «Yo»… muy buen contenido pero se me quitan las ganas de compartirlo de tan mal escrito. Me ofrezco de editor si se les ofrece.