Praga es una ciudad que se camina entera, no se necesita usar el transporte público ni para subir al Castillo a visitar San Vito o pasear por el Callejón del Oro en busca de la casa de Kafka.
Después de pasar el Puente Carlos y disfrutar del Moldava es bueno pararse en Mala Strana a tomar una cerveza antes de empezar la subida. Allí puedes conversar con algún praguense.
Es difícil encontrar entre la gente de la ciudad ni un ápice de este extremismo que se ha apoderado de la política en España y por extensión de la gente, incluida la más joven. No se ven chavales cuya indumentaria, tatuajes, camisetas, etc. denoten radicalidad alguna. Nada de este dividir el mundo en dos mitades tan nuestro y odiar a los que no son de la tuya.
¿Porqué? Porque ellos tienen en sus genes el antídoto. Ellos vivieron y sufrieron los dos grandes monstruos del S.XX: fascismo y comunismo. Así que es muy difícil engañarles.
La gente descerebrada de los países que vivieron dictaduras de derechas, creen que la solución está en la extrema izquierda, y al revés.
Por eso Barcelona es hoy la capital anti- sistema de Europa, y Moscú la ciudad donde más crecen las bandas de jóvenes nazis del viejo continente, tristemente famosos hace poco por grabar en video humillaciones y agresiones a homosexuales.
Sin embargo, a mitad de la cerveza en Mala Strana, el praguense ya tendrá la confianza suficiente para contarte la historia que le contó su abuelo, la de la reseca.
En el año 1945 la entrada de los tanques soviéticos en la ciudad suponía la huída de los nazis. El pueblo salió a la calle a festejar su libertad y todos acabaron borrachos. Pero ese fue su único momento de felicidad, la borrachera. No les dejaron ni pasar la resaca.
En muy poco tiempo se dieron cuenta de que los comunistas no venían a liberarles de nada, sino a someterles a otra tiranía. Con otras canciones, con otras banderas, pero igual de cruel.
El Fascismo y el Comunismo comparten muchas más cosas de las que les separan, y cada cosa que comparten les enfrenta con una visión liberal de la vida.
Los dos son sistemas autoritarios, mientras que el liberalismo surgió precisamente para enfrentarse a la autoridad de los reyes absolutos. La autarquía y la economía dirigida frente al libre comercio. El colectivismo frente al individualismo. Propaganda y adoctrinamiento de masas frente a libertad educativa y de acción. Nacionalizaciones frente a propiedad privada. El totalitarismo frente a la democracia liberal. El partido único frente a la pluralidad de ideas. El culto al líder frente al espíritu crítico.
Los praguenses sufrieron los dos monstruos, y por eso tienen el antídoto. Se puede pensar diferente sin que nadie te insulte o se crea superior. Se puede discutir sin llamar facha o rojo a nadie.
Casi no quedan en la capital nostálgicos del régimen anterior, aunque sí se ven todavía en otras zonas de Chequia, sobre todo en las de la reconversión industrial, las más dañadas por el paro. De la misma forma que en España todavía hay gente que dice que con Franco se vivía mejor. En este tipo de sociedades siempre hay gente que vive bien y por lo tanto añoran lo pasado cuando ya no está, sobre todo si lo presente se desmorona.
Incluso hay un Partido Comunista, eso sí, tiene dos cerezas como símbolo, porque la hoz y el martillo están prohibidos, con esas cosas bromas las justas. Ya han sufrido bastante.
Así que, que los abuelos hayan probado los dos venenos es el mejor remedio para que los nietos no salgan niñatos estúpidos que se tatúen esvásticas o se pongan camisetas del Che Guevara. El mejor remedio para que en los genes lleven tolerancia y no fanatismo y odio.
Cuando uno es fascista o comunista tiene en esencia que odiar a un liberal, así le han educado. No puede pararse a conocerle porque no tiene permitido pensar por sí mismo, su opinión no cuenta. Ya hay un comité que piensa por él y que le dice a quién tiene que repudiar. Los socialistas, o comunistas light, tampoco aceptan a los liberales.
Por sus enemigos les conoceréis.
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