Hace unas semanas nombraron a Luis de Guindos vicepresidente del Banco Central Europeo. Honestamente, creo que es una buena noticia para nuestro país y para la Unión Europea. El ya ex-ministro de economía y competitividad asumió su responsabilidad con España sumida en una de las peores crisis de nuestra historia y deja la cartera con muchos elementos positivos.
Luis de Guindos ha sido lo más parecido a un tecnócrata que hemos tenido en el Gobierno de España en las últimas décadas. Alejado de populismos y soluciones mágicas, ha sabido alinear las posturas de organismos nacionales y supranacionales con las necesidades de un país que había que intervenir de urgencia. Dejar la cartera con un crecimiento superior al 3% durante los dos últimos años, la prima de riesgo por debajo de los 82 puntos básicos (recordemos los 650 puntos básicos en 2012) y una reducción del déficit que nos permitirá salir del procedimiento de déficit excesivo en el presente año creo que son elementos dignos de ser valorados.
Lejos de acomodarse en una cartera que ya avanza casi de forma inercial, de Guindos se traslada hacia uno de los centros de atención del entorno económico-financiero: el BCE. El recién nombrado vicepresidente tiene tres retos por delante: normalizar la política monetaria (esto es, la retirada ordenada del QE y la subida de tipo de interés); gestionar las palancas adecuadas para que la enorme liquidez que existe en la Eurozona fluya hacia la economía real sin que aparezcan nuevos incentivos perversos; y, lo más importante, los 944.000 millones de Euros que tiene el BCE en su balance como créditos de dudoso cobro.
En Europa nos hemos acostumbrado a vivir con niveles de morosidad extraordinariamente elevados, en un entorno de jolgorio económico impulsado por el propio BCE, y no somos conscientes del riesgo que supone para el sistema en su conjunto. Para que se hagan una idea, el volumen de créditos morosos es prácticamente el PIB español. Recuerden en 2012, cuando la sombra del rescate se cernía sobre nuestras cabezas, el famoso too big to rescue, too big to fail. O, lo que es lo mismo, los créditos morosos suponen una carga que adquiere dimensiones sistémicas y no estamos siendo capaces de gestionar con la celeridad adecuada.
Esos créditos morosos han permanecido en cartera durante años de clara bonanza económica. Dicho de otra manera:son incobrables. Si con el Euríbor en negativo y la economía europea creciendo a tasas superiores al 2% no se han eliminado del balance, es fácil deducir qué es lo que va a ocurrir cuando los tipos de interés suban. Estamos hablando de un suelo de deuda que casi un 10% del PIB de la Eurozona que puede convertirse en un agujero ante cualquier shock económico.
Recordemos que esta deuda ya habrá sido catalogada como high yield, el grado de inversión más bajo posible. Con Estados Unidos subiendo tipos y reforzando su economía interna los bonos estadounidenses se están convirtiendo en activo refugio altamente codiciado por los inversores como palanca de reducción de riesgo manteniendo una rentabilidad razonable. Las rentabilidades high yield exigidas aumentarán y la capacidad de repago de esta deuda se verá aún más mermada.
Por países, los más afectados son Italia, Francia, España y Grecia. Conjuntamente acumulan casi el 65% de los créditos de dudoso cobro de la Eurozona.
Italia es el país que más preocupa con Monte Dei Paschi al frente. Desafortunadamente, no parece que lo tengan en su agenda económica.
Grecia, por su parte, tiene durante el segundo trimestre de este año uno de los retos más importantes de su historia reciente: volver a financiarse en el mercado. El último tramo de rescate ya ha sido desembolsado, las reformas llevadas a cabo y solamente queda ver qué opinan los inversores de su economía tras su paso por la UCI. Mientras el BCE continúe su programa de compras, y no exista demanda en el mercado secundario (BCE es el comprador de casi el 100% de la deuda emitida en la Eurozona), Grecia podrá continuar con su senda de ajuste.
Francia y España están siendo capaces de reducir paulatinamente su volumen de créditos morosos. Ante una perspectiva de crecimiento prolongado en el tiempo, suponen un nivel de riesgo menor. Aunque el ritmo de reducción debería ser más alto.
Estos también son los efectos de una expansión monetaria que obedece a políticas de demanda. El BCE, en su afán de salvar el Euro, incitó a los agentes económicos a endeudarse más de forma directa. Y es lo que ha ocurrido. Quizás en la próxima crisis, cuando estos graves errores estallen, nos decidamos a solucionar los problemas estructurales. Pero sólo quizás. El mejor gesto patriota que podría hacer de Guindos es invitarnos a salir de esa lista de países con problemas de morosidad.
Nacido en Valladolid, en 1988 Licenciado en Economía por la Universidad de Valladolid y Máster en Mercados Financieros Internacionales por la UNED. Actualmente consultor estratégico. Autor del blog www.economistadecabecera.es. Colaborador del Club de los Viernes
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