Nos han atacado de nuevo nuestra libertad
El pasado 17 de agosto ya ha quedado marcado para siempre como un nuevo día de la infamia.
Barcelona y Cambrils se han llevado la peor parte esta vez, pero por desgracia puede volver a repetirse en cualquier otro lugar de España, a pesar de la magnífica labor de nuestras fuerzas policiales.
Un déjà vu
Hemos visto muestras de solidaridad y condolencia desde diferentes rincones del mundo, minutos de silencio, declaraciones de unidad frente al terror, y un largo etcétera.
Es decir, lo de siempre.
Un macabro déjà vu.
Frases hechas que suenan bien pero no dicen nada.
Lo mismo que hace años con el terrorismo etarra, y ahora los tenemos en las instituciones.
Por esa regla de tres, dentro de unos años, ¿los tendremos en algún ayuntamiento o como parlamentarios también? Todo lo que rodea al terrorismo es complejo, y pretender que el Gobierno lo solucione cuando no soluciona cosas mucho más sencillas, es de ilusos.
Aunque para ser justos, también lo es la oposición y el resto de partidos políticos con representación parlamentaria.
Un diagonóstico correcto
Hay que hacer un diagnóstico correcto si queremos acertar en las medidas.
Desde posiciones políticas de izquierdas hasta las de derecha se están mezclando churras con merinas, y fabricando un clima de opinión tótum revolútum que añade más confusión, si cabe, al asunto.
La progresía de izquierdas parece estar más preocupada de que no se produzcan brotes de islamofobia que de cualquier otro aspecto relacionado con el terrorismo islamista radical.
Eso sin contar la desvergüenza de los líderes de Podemos, manteniendo discursos equidistantes y justificándolo, al igual que hacen con el terrorismo nacionalista vasco.
Por la derecha nos dicen que la culpa es de la inmigración irregular, de la falta de mano dura y de regar con dinero público a los colectivos musulmanes y de inmigrantes.
La islamofobia
Por partes.
La islamofobia, como cualquier fobia, es un miedo irracional que puede llegar a ser un grave trastorno psicológico.
En determinados casos debería estar diagnosticado y tratado, pero no parece que practicando la censura de imágenes y vídeos desde los medios de comunicación o las redes sociales se puedan evitar ciertas conductas humanas.
Hurtar la información a los ciudadanos, la autocensura o las noticias falsas y tergiversadas de algunos medios, entre otras cosas, nos priva de la necesaria información para tomar nuestras propias decisiones.
Decisiones individuales que no le deberían importar a nadie, salvo que entren en conflicto con la libertad o propiedad de otros.
Una hipocresía que roza lo orwelliano de quienes han pretendido que no se difundan ciertas imágenes con pretextos peregrinos, y que cuando murió ahogado el pequeño Aylan en Turquía nos la mostraron cientos de veces al día durante semanas.
La inmigración ilegal
Del otro lado del espectro ideológico dicen que la inmigración ilegal es parte de la causa.
Que subvencionamos a los musulmanes, o que hay que echarlos de España como se hizo durante la Reconquista.
Es tragicómico, porque esos mismos que culpan al Islam de no haber evolucionado y de seguir en la Edad media, piensan que el Estado debe expulsarlos a todos como si la sociedad actual se pareciera en algo a la del medievo.
La ley
Otra vez por partes.
Solo podemos apoyar la aplicación estricta de la ley, pero aunque las leyes antiterroristas se endurecieran aún más, es poco probable que ello disuada de cometer este tipo de ataques cuando el asesino está dispuesto a morir matando “infieles”.
Es muy discutible que la inmigración irregular o ilegal sea siquiera parte de la causa.
En ese lote entrarían personas procedentes de países hispanoamericanos, por ejemplo, que nada tienen que ver con el asunto.
Se ha demostrado muchas veces a lo largo de la historia que los países que han recibido inmigración, bajo determinadas circunstancias, se benefician mucho de ella.
Sirva como ejemplo Estados Unidos, donde la entrada al país fue libre hasta las primeras décadas del siglo XX.
Milton Friedman, en un magistral vídeo sobre la paradoja de la inmigración libre -antes de 1914- versus inmigración ilegal moderna, señala al estado del bienestar como distorsionador y generador de incentivos perversos.
Subvenciones al terrorismo
Por supuesto que es escandaloso que los terroristas reciban subvenciones, pero no lo es menos el hecho mismo de que existan tales prebendas, pues es inmoral que el Estado nos obligue a pagar impuestos para que parte de ese dinero se regale a no se sabe que personas, la mayoría de las veces con el objetivo de conseguir votos.
El Islam
Hay que admitir que el Islam es parte del problema.
No todo el Islam, sino sus interpretaciones radicales, de las que surge odio a nuestra forma de vida, una concepción de la sociedad con pocas libertades civiles y un afán por imponer sus usos y costumbres.
Pero eso no debe hacernos caer en su mismo juego.
Si restringimos la libertad de culto habremos dado un gran paso atrás.
Si señalamos como culpables a todos los que tengan aspecto árabe, también.
Nuestros valores son los buenos.
Los de la libertad y la convivencia.
Soluciones
¿Cuál es la solución? Lo ideal sería que dentro del mismo Islam se pudieran suprimir sus interpretaciones radicales e incompatibles con las sociedades abiertas.
Por eso se echa en falta una acción más clara y visible de los musulmanes moderados rechazando este terror.
Es posible una convivencia en paz con el Islam.
El camino de involución que ha sufrido la cultura musulmana en estas últimas décadas se puede revertir, y occidente debe ayudar a ello.
A quienes crean que no es posible, les invitamos que busquen fotografías de cómo vestían las mujeres en los años 60 y 70 en países como Irán o Egipto.
Se sorprenderán de lo occidentales de sus ropas y estilo de vida.
El islamismo radical
Pero si el islamismo radical no es suprimido por el mismo Islam, entonces habrá que dar la batalla por nuestra libertad.
En palabras de Ayaan Hirsi Ali, la tolerancia es para todos excepto para los intolerantes.
Hay un ejemplo al que mirar: Israel.
Este pequeño país está rodeado de enemigos que persiguen su aniquilación.
Aun así, Israel garantiza una plena libertad religiosa.
Es un país que defiende la libertad, la propiedad privada y la seguridad de su población.
Además, es un milagro de integración social, como demuestra el hecho de que un juez árabe haya condenado a un ex primer ministro y lo enviara a prisión en 2016.
Es cierto, allí tienen que vivir muy incómodos con tanta seguridad, pero es eso, o acabaremos vencidos y obligados a rezar mirando a la Meca.
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