Hoy, día 28 de diciembre, se lanza la esperada final del I Torneo de Contrastes Liberales, en la que participan David Lagarejos (ganador de las dos semifinales anteriores y politólogo en proyecto) y Santiago Taibo (estudiante de Marketing y Finanzas e hijo del economista Arturo Taibo).
Se les planteó un comentario de texto, en este caso, de un fragmento del artículo El bienestar del Estado, cuyo autor es el economista Juan Ramón Rallo:
(…) ¿Y qué hay de su calidad? Tal vez este punto resulte más subjetivo: algunos opondrán la fantástica gestión de la sanidad española; otros, las míseras pensiones que puede permitirse la Seguridad Social o la baja calidad de nuestro sistema educativo de acuerdo con todos los rankings que podamos encontrar. La cuestión, empero, es bastante más sencilla: ¿por qué no dejamos que cada persona elija el proveedor que considera que ofrece un mejor servicio? Si la sanidad, la educación o las pensiones públicas son de mucha mayor calidad que el resto de alternativas privadas, ¿por qué no permitimos que la gente se descuelgue del Estado de Bienestar? Es decir, ¿por qué no permitir que, si reputa mejor otras opciones, deje de costearlo con sus impuestos?
Acaso la última justificación que le reste al Estado de Bienestar sea su función como Estado asistencial: garantizar un acceso universal a estos servicios. Pero si ése fuera su auténtico propósito, bastaría con que el Estado prestara ayuda a aquellas personas de renta baja que no pudiesen costearse la educación, la sanidad o las pensiones en un mercado libre (de hecho, con las pensiones ya sucede: se llaman pensiones no contributivas). Lo que no tiene sentido es que, con la excusa de garantizar el acceso universal, el Estado proceda a controlar la práctica totalidad de la educación, la sanidad o las pensiones. ¿O es que para garantizar el acceso universal a la comida el Estado ha nacionalizado los campos, las granjas o la industria de tractores y ha convertido en funcionarios a todos sus trabajadores? (…)
Se procedió a plantear una serie de preguntas, a fin de que el comentario quedare bien estructurado y se cumplieren los objetivos a abordar. Estas se exponen a continuación:
- El asistencialismo, que supone una especie de antítesis del liberalismo, también se daría en el caso de conceder ayuda estatal como los cheques educativo y sanitario. ¿Sería un error hacer tal consideración o simplemente habría de evitar recaer en el dogmatismo?
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David: Sí, los cheques escolar y sanitario no dejan de ser una especie de subvención para educación y sanidad, aunque también es verdad que se ha pagado por adelantado en impuestos, es una “subvención” que nos pagaríamos nosotros mismos. Siempre he dicho que estas medidas las veo bien, siempre y cuando sean un paso intermedio entre el modelo actual y una Sociedad del Bienestar, es decir, que sea la sociedad civil quien se encargue de gestionar y financiar la sanidad, la educación, las pensiones, etc. La “falacia del proveedor único” (lo que Carlos Rodríguez Braun llama la “falacia del Estado que está”) ha penetrado constantemente en la mente de la mayoría y piensan que sin Estado no habría nada de lo que hay en el llamado Estado del Bienestar.
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Santiago: El liberalismo implica respetar cualquier estilo de vida que nos respete a nosotros. En contraposición, el asistencialismo implica forzar a una persona a comprar unos servicios que no sabemos si necesita, si los quiere, ni bajo qué condiciones. Dogmatismo es creer que los cheques son buenos y que la titularidad pública es mala. Porque detrás de cada uno, puede haber condiciones de todo tipo. La educación texana es pública, pero son los padres los que la administran, y los políticos tienen un escaso poder. La educación californiana tiene un amplio programa de cheques, que solo pueden ser canjeados en centros cuya competencia es limitada y muy regulada. Mientras discutimos que titularidad es la mejor para los servicios y que modelo de financiación equilibra más la eficiencia con el acceso universal, cada niño nace con una deuda de 22.000. Por lo cual, el sistema, lo primero que debe ser es sostenible a largo plazo. Y luego en caso de ser estatal y solidario, lograr una efectiva, y acotada en el tiempo, reincorporación a un sistema no solidario. Tal y como dijo Ronald Reagan “El éxito de los sistemas de asistencia social se mide por el número de gente que los abandona, no por el de personas que se incorporan a él”.
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- ¿Por qué en España no se extiende la cultura caritativa de los EE.UU en materia sanitaria? Curioso es que las mareas verdes no son algo que abunde en el país norteamericano, sino en nuestro país.
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David: Las mareas blancas no dejan de ser un ejemplo de “ley del trinquete”, explicado por Jorge Valín en su libro “El Gobierno es el problema”, por la cual cualquier colectivo que ha conseguido algunos privilegios por acción del Gobierno, no va a aceptar bajo ningún concepto que esos privilegios les sean arrebatados. Dicho lo cual, la caridad y solidaridad sanitaria sería una opción muy interesante, siempre y cuando sea voluntaria y no impuesta mediante impuestos más altos; paradójicamente eso es lo que anula la solidaridad, la voluntaria, la de verdad.
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Santiago: Es una cuestión intrínseca de la mentalidad latina, a la que se suma la severa adicción de la sociedad española a los servicios públicos sin valorar su coste. Los latinos nos regimos por estructuras cerradas, definidas y posiciones enfrentadas. Nuestro idealismo es diferente, menos racional, más pasional. Vemos mayor el abismo entre liderar y ser liderados. Nos debemos a una causa y dejamos que esta nos guíe en vez de guiarla nosotros y no sentimos como propia la iniciativa espontánea e individual. Por eso no donamos tanto, no somos tan voluntarios, y no asumimos la gestión de los servicios que consumimos si no que la volcamos al estado. Es una cuestión intrínseca en nuestro ADN, siempre seremos los menos liberales, los menos individualistas, pero cuanto más liberales seamos nosotros, más liberal será el resto del mundo.
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¿Consideraríais injusto que los extranjeros que demandaren servicios sanitarios con financiación pública tuvieren que tributar durante cierto tiempo en España? La pregunta no tiene relación con la crisis de los refugiados sirios, sino con el fenómeno del turismo sanitario.
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David: No, no lo vería injusto. Otra cuestión es cómo controlar el turismo sanitario. Al fin y al cabo es uno de los muchos problemas de la sanidad pública española. Muchos vienen de países europeos, se operan de cualquier cosa y se vuelven a ir. ¿Cómo tributarían? En un modelo sanitario privatizado y liberalizado puede que esto no ocurra: si alguien viene a operarse específicamente a España sabe que va a tener que pagar por utilizar los servicios como cualquiera, viva en España o no. A veces la financiación pública (y verlo como algo “gratuito”) es una gran desventaja a todos los niveles de la sanidad.
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Santiago: Dando por supuesto que la asistencia sanitaria de urgencias es un derecho universal, deberíamos pensar que pedimos a cambio de lo que ofrecemos. ¿Considerarais injusto que una persona que desee jugar al golf durante sus vacaciones lejos de su residencia deba pagar una inscripción de varios miles de euros y una cuota durante escasos meses al año? El sector privado ha dado con soluciones como acordar correspondencias con otros clubes. La sanidad española mejoraría mucho acordando reciprocidades con sistemas de otros países, cuotas de compensación, o dejando ser incluida en su cartera de servicios para productos de otros países. Medidas como estas fuerzan al sector público a competir con el privado en igualdad de condiciones, lo mejoran y a largo plazo crean conciencia de eficiencia y sostenibilidad.
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¿Se debería mantener el bagaje de programas internacionales de intercambio entre estudiantes como, por ejemplo, los programas ERASMUS? Si no estuviereis en desacuerdo con el programa, sino con el funcionamiento actual del mismo, proponed un modelo de programas con este objetivo.
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David: Yo, personalmente, veo el programa Erasmus algo innecesario y muy mal planteado, en cuanto que pagamos entre todos y no todos nos vamos, me refiero, que es costeado mediante dinero público obtenido de impuestos que pagamos todos los demás y apenas son unos pocos los que disfrutan de dicho programa. Otra cuestión es la finalidad que algunos estudiantes dan a estas becas. Todos los que estemos en el ámbito universitario tenemos a alguien que ha ido de Erasmus y nos puede contar a lo que realmente se suele ir, que poco tiene que ver con estudiar. Como en todo, hay excepciones.
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Santiago: Voy a presumir del buen hacer de los burócratas que lo gestionan. Creo que es positivo que los universitarios conozcan otra cultura se vean inmersos en otro entorno lingüístico y comparen el rendimiento de su universidad con otras. Además el sistema ofrece condiciones bastante flexibles de alojamiento y desplazamiento, está regido por una fuerte meritocracia, y es bastante barato. Está reconocido que los estudiantes que se acogen al programa, tienen mayor éxito en el mercado laboral. Sin conocer en profundidad el programa solo se me ocurre un aprovechamiento del feedbackuniversidad-estudiante más eficaz, que permita la mejora de ambas universidades.
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- En relación a la reciente noticia sobre la dispensación de fármacos ucranianos en hospitales andaluces, ¿pensáis que los marcos de referencia en relación a los Estados exportadores son algo que no merece la pena, sino que parece obstaculizar el mercado farmacéutico?
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David: Esta noticia no es ni más ni menos una consecuencia de un sector sanitario que no está nada liberalizado y que debe serlo ya. El problema no es que una medicina venga en un idioma diferente al del paciente, el problema es que ese paciente no ha elegido esa medicina, sino que le ha sido impuesta por un hospital público. Si hubiera más libertad de elección en sanidad, y el sector farmacéutico estuviera liberalizado, cada uno podría contratar el seguro médico que quisiera (o seguir en la sanidad pública, pero sin obligar a pagarla entre todos) y podría elegir una medicina, venga en el idioma que venga. Como digo, es un problema de planificación central.
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Santiago: Los hospitales no son proveedores de medicamentos, ni agencias de control de calidad. Ni los gobiernos son ninguna de las tres cosas. En ese sentido, la falta de una competencia real por ofrecer un servicio mejor provoca disparates como estos. No se resuelven poniendo en marcha la maquina burocrática a crear nuevos marcos de referencia que no actúen de manera sensible a la realidad, Sino poniendo la toma de decisiones en manos de personas realmente sensibles al éxito del producto que se ofrece.
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- ¿Qué opinión podéis tener tras analizar el primer párrafo del fragmento de texto?
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David: En el primer párrafo del texto citado, el economista Juan Ramón Rallo nos quiere decir que debe existir libertad de elección. Mucha gente que defiende el Estado del Bienestar nos dice a los que no lo defendemos que es de una calidad muy buena, y que sin Estado, ¿cómo podríamos tener educación o sanidad? (Lo que he dicho antes de la “falacia del proveedor único). Si es de mejor calidad o no lo debe decidir cada uno. Si a ti te gustan los servicios que ofrece el Estado del Bienestar, sigue costeándolos con tus impuestos, pero no obligues al de al lado si no le gusta y quiere que sean otros (sector privado) quienes les provean de dichos servicios.
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Santiago: La utilidad y el éxito de un producto no depende de la titularidad de su oferente. Hay productos públicos de los que es muy fácil desengancharse y otros privados de los que es muy difícil e implica largos procedimientos judiciales o farragosas negociaciones. Debemos distinguir dos debates. El primero, que los servicios que costeamos solidariamente deben ser una asistencia mínima y no un asistencialismo crónico, en otras palabras deben ser sostenibles, eficaces y encaminados a su rápido desenganche por parte de los ciudadanos; el segundo, que los productos fruto de intercambios privados, no forzados, entre el estado y los ciudadanos deben competir en igualdad de condiciones con la oferta privada, y no deben conducir a una socialización de las perdidas entre todos los contribuyentes del Estado.
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Para concluir, podemos decir que han sabido dar respuestas al debate sobre lo privado y lo público; eso sí, de vosotros depende nominar al ganador. Así que, sobre las 18:00, se abrirá una tuit-encuesta, la cual cerrará a la misma hora de mañana, día 29.
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