Hace una semana se conmemoraba la Shoah, que proviene del hebreo “שואה” y cuyo significado es “catástrofe”, es el término con el que se nombra en Israel al día oficial de la Memoria del Holocausto. En mi opinión, se trata de un término generoso teniendo en cuenta que hace referencia a una de las mayores aberraciones de la Humanidad.
Recientemente, gracias a la labor del Holocausto Memorial Museum de Washington, hemos conocido la existencia de un estudio que certifica la ubicación de hasta 42.500 campos de concentración, guetos y factorías de trabajos forzados; calculando que en torno a 15 millones de personas murieron o estuvieron internadas en esos centros, en su mayoría judíos. Estas cifras, fruto de un concienzudo trabajo de más de cien historiadores locales, multiplican por 3 las barajadas hasta entonces.
Acabo de terminar de leer los diarios de Alfred Rosenberg, al que Hitler llamaba “Padre de la Iglesia del Nacionalsocialismo”, fue no sólo su principal ideólogo, sino el inspirador del Holocausto con su propuesta del “exterminio biológico de todo el pueblo judío en Europa”. Rosenberg era un sujeto oscuro, guarda un patrón similar al de la mayoría de genocidas del siglo XX: una personalidad cargada de complejos que da lugar a una ambición desmedida paranoide. Su obsesión por el pueblo judío y la población bolchevique martillean desde los orígenes del nazismo a los máximos dirigentes del Partido, ya sea desde su periódico de referencia (Völkischer Beobachter), los discursos de partido, o los encuentros internacionales que trató de promover como el que tuvo lugar en Frankfurt para inaugurar el Instituto para la Investigación de la Cuestión Judía. Perfiles como el de Rosenberg no deben ser olvidados para recordarnos hasta que punto puede llegar la sinrazón del ser humano.
Tras los juicios de Núremberg, la sociedad occidental se ha creído vacunada ante cualquier intento similar de dictadura xenófoba. Por ello, me asombra ver como elección tras elección, crecen los partidos racistas en el centro de Europa (Alemania, Francia y Grecia son los ejemplos más notorios). El caldo de cultivo es similar, crisis económica que motiva la falta de empleo especialmente ante las poblaciones más vulnerables, movimientos migratorios masivos, iluminados que cargan contra las etnias más desfavorecidas, etc. Al igual que pasara hace 80 años, y ante situaciones verdaderamente complicadas económicamente hablando, se echa en falta la misma generosidad de los europeos que surge ante una catástrofe internacional.
No trato de realizar un alegato a la apertura de fronteras indiscriminadamente, porque la inmigración hay que regularla con cabeza, pero reitero que no debe ser un medio para que los xenófobos alcancen su fin.
La Shoah nos trae a la memoria una de las etapas más oscuras de nuestra historia reciente, pero a la vez, nos brinda la oportunidad de reflexionar juntos una vez más, y construir una sociedad radicada en el Bien Común.
MIGUEL ÁNGEL LÓPEZ LOZANO
Creador y CM de @Porlavida2014. Analista Internacional en @RevistaLaNacion de @AccionNacional.