Desde hace más de cien años, grandes pensadores como Popper, Hayek y grandes escritores como Huxley o George Orwell, quién probó las hieles del socialismo antes de escribir su obra maestra 1984, vienen advirtiéndonos de los peligros que corre la humanidad al utilizar la libertad como moneda de cambio en pro de un ideal más elevado: la raza superior o la sociedad perfecta.
El mundo perfecto, o el mundo feliz de Huxley es la vertiente más benévola, donde a los ojos de cualquier ser nacido en el siglo XX o tal vez en el XXI, es un mundo donde la humanidad carece de sentido, está más cerca del ideal socialdemócrata de igualitarismo, que no es igualdad, es más bien mediocridad. Mientras que la de George Orwell está más próxima a un comunismo donde todos denuncian a todos, el Gran Hermano absolutamente todo lo vigila y donde los disidentes son depurados.
Es evidente incluso para el menos formado que cualquier bello ideal, cualquier utopía, como demostró Popper sólo es posible por medio de un gobierno totalitario, una dictadura que pudiendo ser más benévola o menos sólo puede conducir a la ciudadanía restringiendo cualquier atisbo de individualismo. Es decir, la libertad para ser como uno desea ser.
Hoy, más cerca que nunca nos encontramos con que ambos tenían razón y poco a poco nos encaminamos hacia ambos modelos de dictadura a la vez. Cuando la benévola no pueda sostenerse ya económicamente, la más malvada y dura se impondrá.
Así pues, la unión Europea, que tanto ha hecho por los ciudadanos, por la integración de los pueblos europeos y que ha servido como último recurso judicial de los hombres libres contra injusticias de los estados miembros, corre el riesgo de convertirse en una nueva URSS. Los líderes, como les gusta llamarse, están ciegos si no ven que también sus nietos lo sufrirán y no sólo el pueblo al que dicen representar. Tal vez Reino Unido haya sido el único país en verlo.
La ausencia de liberales de convicción en el seno de la UE, es la causante de que los demócrata-cristianos y los socialdemócratas utilicen los mismos argumentos de igualitarismo y seguridad para erosionar libertades como en una dictadura benévola. Pero los mismos argumentos se utilizan para confiscar nuestro ahorro. Es la represión financiera.
A modo de ejemplo, Francia aprobó en 2.015 una ley que permite el espionaje masivo de todas las comunicaciones sin orden judicial. Así pues un gobierno democráticamente elegido desposee al ciudadano de su intimidad en aras de la seguridad. ¿Es seguridad que el ciudadano quede así desprotegido si un día, un loco alcanza el poder?
En pro del igualitarismo, sufrimos impuestos de la renta progresivos donde el que más horas decide trabajar paga proporcionalmente más impuestos, penalizando así la iniciativa privada. También un sistema de renta progresivo permite al estado inmiscuirse en la intimidad de las personas, recopilando miles de datos de cada ciudadano.
Igualitarismo y seguridad se dan la mano otra vez para limitarnos los pagos en efectivo: lucha contra el fraude y terrorismo. El ciudadano ya no puede decidir cómo gastar los frutos de su trabajo, pero es evidente que son medidas ineficaces. Por un lado porque el dinero que viaja hacia paraísos fiscales es electrónico, las islas Caimán y Belice no atesoran el dinero físico. Por otro lado porque los atentados terroristas son low cost. En realidad son medidas de control ciudadano.
Que el país que más restringe el uso en efectivo es Grecia no es una casualidad, así como en Alemania, cuyo Estado es solvente, no hay actualmente límite ninguno.
En España el límite de pago de dos mil quinientos euros, y la orden de informar al Banco de España por movimientos iguales o superiores a mil euros se produjeron en noviembre del 2.012, coincidiendo con la fuerte salida de capitales de España y las retiradas de efectivo de ciudadanos que muy sabiamente temían por un corralito. Queda patente que las medidas adoptadas por el gobierno de España no fueron contra el fraude fiscal, más bien para proteger a un sistema bancario que además de imprudente ha resultado ser corrupto. Pretender que el fraude fiscal es la causa de la pobreza y del agujero que las cajas de ahorros han hecho al Estado y al contribuyente, es insultarnos.
Ahora el gran debate ya es la eliminación del dinero físico. El Estado ya nos obliga a guardar el fruto de nuestro trabajo en los bancos, nos dice cuanto debemos tributar por él, es el dueño de nuestras pensiones y ahora nos quiere quitar el efectivo, último recurso de los ciudadanos libres para protegernos de sus malas decisiones o de las malas decisiones del sistema financiero.
Así es como, despacito por la senda de la servidumbre, nos acercamos a la Unión Europea Soviética.
Diplomado en Ciencias Empresariales,
máster en mercados bursátiles y derivados financieros por la Uned. Pequeño empresario.