Margaret Thatcher
Se cumple el cuarto aniversario del fallecimiento de Margaret Thatcher.
La Gran Bretaña que ella dirigió estaba sumida en un largo periodo de declive económico y un clima de derrotismo.
Esta situación tenía sus orígenes en el consenso estatista que había dominado la escena británica desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
La vieja Britania se había convertido en la economía más socializada del mundo desarrollado fuera del bloque comunista.
El sector público era descomunal e ineficiente, la intervención estatal en los mercados asfixiante y los niveles de presión fiscal confiscatorios.
El keynesianismo macro y el intervencionismo micro habían llevado el país a una situación de extremada decadencia.
La Edad de Oro
Durante la denominada Edad de Oro, las tres décadas posteriores a la conflagración mundial, la economía británica había crecido a un ritmo inferior al del resto de los países de la Europa Occidental para estacarse entre 1973 y 1979.
Reino Unido se había convertido en el “enfermo de Europa”.
Entre 1974 y 1979, el laborismo gobernante se enfrentó al estallido de todas las patologías acumuladas durante tres décadas. En 1976, el gabinete Callagham tuvo que solicitar al FMI un préstamo para evitar la bancarrota, hecho inédito en un miembro de la OCDE y el Invierno del Descontento (1978-1979), la ola de huelgas salvajes desencadenadas por las Trade Unions, mostró el rostro más tenebroso del poder sindical.
Se replanteaba un viejo y recurrente problema: ¿Se ha vuelto Britania ingobernable? ¿Quién manda el gobierno elegido por los ciudadanos o los sindicatos? Esta era la pregunta en un país en donde las centrales se habían convertido en un Estado dentro del Estado y la economía se hundía en la estanflación.
Pretendía desatar las potencialidades del ciudadano corriente, eso suponía reducir y limitar las funciones del Estado.
El liberalismo clásico
Su referente doctrinal no fue el conservadurismo sino el liberalismo clásico, renovado en las décadas anteriores de su llegada al poder por pensadores como Friedrich Hayek y Milton Friedman.
En todo esto la política económica desempeñaba un papel fundamental.
Por un lado había que salir de la estanflación; por otro sentar las bases de un modelo socio-económico basado en los principios del libre mercado.
Ambos elementos eran la cara y la cruz de una misma moneda.
Si el primero fallaba, el segundo era inviable.
Desde esta óptica, la estrategia macroeconómica de los gabinetes de Thatcher se centró en proporcionar un entorno de estabilidad —inflación baja y presupuesto equilibrado— mientras la microeconómica —reformas fiscales y laborales, eliminación de los controles de precios, de salarios y de capitales, privatizaciones, liberalización de los mercados— se orientó a crear un ambiente favorable para promover el crecimiento y la generación de empleo.
Era lo contrario de la actuación desplegada por laboristas y conservadores desde 1945.
La Dama de Hierro
A lo largo de once años, con una coherencia y una convicción extraordinarias, la Dama de Hierro impulsó ese programa y el resultado fue la mutación del Reino Unido en una de las economías más dinámicas y competitivas del mundo.
A finales de su mandato, la ratio gasto público PIB era del 37,6%; el presupuesto tenía un superávit del 0,9% del PIB; el tipo máximo del IRPF se había reducido del 98% al 40% y el de las sociedades del 52% al 33%.
La tasa de paro se situaba en el 6%; la inflación en el 5%; el PIB per cápita había aumentado un 35% desde 1979 y diez millones de ciudadanos se convirtieron en accionistas de las empresas privatizadas… La Vieja Britania volvía a cabalgar sobre los mares como diría el maestro Kipling.
Había emprendido un ciclo expansivo que duró más de veinte años.
La profunda transformación experimentada por la sociedad y por la economía británicas en la Era de Thatcher proporcionaron cuatro victorias consecutivas a los conservadores y, lo que es más importante, se forjó un nuevo consenso que se desplazó del estatismo al liberalismo.
Major, por supuesto, pero también Blair fueron los hijos y herederos de Thatcher.
El New Labour blairita no alteró en nada sustancial el modelo económico legado por los conservadores y eso explica sus tres triunfos electorales y la alta tasa de fase de crecimiento experimentada por el Reino Unido desde el ascenso de Blair al puesto de primer ministro.
Los principios de libertad económica
Sin las políticas de la Dama de Hierro y, por supuesto, de otro gigante de la época, Ronald Reagan es inexplicable la extensión de los principios de la libertad económica por todo el mundo sin la cual hubiese sido imposible la dilatada fase de crecimiento y de progreso social experimentado por la economía global en los últimos treinta años.
Sin duda hoy más que nunca Margaret Thatcher es alguien digna de recordar para quienes amamos la libertad.
Una mujer que con el poder de sus ideas cambió el mundo a mejor.
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