Vida y libertad
Uno de los lectores de mi anterior artículo publicado en julio, abre otro interesante debate en relación a la vida y la libertad.
Qué debe anteponerse, parece preguntar nuestro amigo, ¿acaso un liberal no debería anteponer la libertad a la vida?
El liberalismo y la vida
El hombre como ser racional es capaz de efectuar funciones superiores y concebir nociones como la libertad, la ambición, la felicidad, la superación, la prosperidad, o ideas extraordinariamente complejas.
Todas estas funciones intelectuales, pues es el intelecto el que nos dota de la racionalidad suficiente para concebirlas, son consecuencia de la actividad de nuestro organismo vivo, de la composición organizada y coordinada de un organismo que es capaz de mantenerse con vida a través de la más extraordinaria complejidad.
Por lo tanto para concebir cualquier noción racional, por simple que esta sea, debemos vivir.
Sin vida no hay razón.
Puede haber vida sin razón (de hecho saben ustedes donde pueden encontrarla!) pero no lo contrario.
La vida es por lo tanto condición imprescindible para la existencia de la razón del hombre.
Para que en un hombre despierte el ansia de libertad debe necesariamente estar vivo.
No hay pues libertad sin vida, pero puede existir vida sin libertad y con ella la esperanza de encontrar la libertad.
El club de los poetas muertos
Nunca me gusto el trágico final de la película de Peter Weir, El Club de los Poetas Muertos.
La película es admirable se mire por donde se mire.
Pero en un intento de idolatrar la libertad el autor suicida a un joven y prometedor actor para evitar la tiranía de su padre.
Respeto completamente la decisión del autor, que llevó el argumento hasta el extremo, y de los individuos que deciden acabar con su vida, siempre y cuando no se lleven a nadie por delante.
Sin embargo el suicidio también le privó de la esperanza de actuar un día y en mi opinión haberse marchado de casa de su padre hubiera sido bastante más satisfactorio, pues si lo que más deseaba era actuar, la primera condición necesaria para superar el tiránico comportamiento de su padre era estar con vida.
Vida sin libertad
Resulta difícil imaginar la vida sin libertad, sin embargo pocos individuos en el mundo son completamente libres.
La mayoría vivimos en un estado de libertad relativa: en parte por elección propia pues para vivir en sociedad, que resulta muy eficiente, debemos contenerla para no interferir con la de nuestros vecinos.
Pero una parte importante de la restricción de nuestra libertad es impuesta.
En unos lugares más que en otros.
No es algo que resulte agradable ni de comprender ni de experimentar, ni debe ser tampoco aceptado.
Sin embargo la gente suele soportar su escasez de libertad.
El conformismo
¿Podría explicarlo el conformismo?
Es decir, ¿podría simplemente aceptar una persona la ausencia de libertad y ser un mero esclavo?
¿Asumir que nunca será libre?
¿Supondría eso motivo alguno para terminar con su vida?
Estoy seguro que la historia guarda anécdotas semejantes.
El sentido de la libertad
Sin embargo, ¿no es más humano pensar que el sentido de la libertad es precisamente preservar la vida?
El ansia de libertad, el impulso de un ser humano a gozar de su libertad, el de alcanzar el estado en el que su vida depende únicamente de su decisión, aplicar el esfuerzo de su cuerpo y su mente para gozar del rendimiento que ellos produzcan en cooperación con sus congéneres, el superar todos los obstáculos que puedan presentarse ayudándose de su propia capacidad: ¿no es este un irresistible estímulo para preservar su propia vida?
¿Para luchar por ella?
¿Quién quiere estar muerto para no ser un esclavo?
Quiero estar vivo, precisamente, para dejar de serlo!
Camino a la libertad
Es en este momento en el que vale la pena recordar otra magnífica obra del mismo director australiano, Camino a la Libertad (The Way Back, en ingles) basada en hechos reales.
Un grupo de hombres condenados a décadas de prisión en un campo de prisioneros de la Rusia de Stalin en los Urales deciden emprender una huída de 4000 km a través de montañas y estepas gélidas, el desierto de Mongolia y la cordillera del Himalaya.
La mitad perecen en el intento pero cuatro de ellos lo consiguen tras varios meses de penalidades inimaginables.
Su objetivo no era encontrar la muerte por su condición de prisioneros (esclavos privados de todo derecho y esperanza), sino el vivir y hacerlo en libertad.
Es más la esperanza de una vida en libertad es lo que les mantuvo con vida hasta el final.
No se suicidaron epidémicamente, decidieron vivir.
En un momento de la película, antes de empezar a planear la huida, un grupo de prisioneros que regresan al campo central es sorprendido por una tempestad de hielo.
En campo abierto todos hubiesen perecido a varias decenas de grados bajo cero, sin embargo un ingeniero americano, personaje encarnado magistralmente por Ed Harris, decide, en contra de las órdenes del oficial ruso al mando y bajo amenaza de muerte, internarse en un bosque para protegerse de la tempestad.
Todos terminan refugiándose allí.
Ese hombre se dio cuenta de la imposibilidad de sobrevivir bajo la tormenta y optó por jugársela contra el oficial.
Vivir un día en libertad individual
Pero, ¿por qué iba ese hombre a querer seguir viviendo en semejantes condiciones?
Tras años de cautiverio, sin juicio, ni sentencia, ni condena (sin garantías procesales, me refiero), ni opciones reales de escapar o terminar jamás esa situación.
Quiso vivir con la esperanza de vivir un día en libertad.
Eligió no morir.
Prefirió seguir soportando las extremas condiciones a las que la historia le había llevado antes que morir.
Aquellos hombres empezaron a ser libres, a decidir por sí mismos frente a la hostilidad del mundo, en el mismo momento en que decidieron emprender la huida.
Cierto que arriesgaron la vida, y algunos la perdieron, en favor de una vida en libertad, pero su lucha fue la de conservar la vida fuera de aquellas alambradas de la muerte y su motivo fue la libertad.
Ser liberal
La libertad permite al hombre comportarse como un ser racional que es lo que nos distingue del resto de los animales, pero para ello necesitamos incondicionalmente la vida.
Así como la promesa de la libertad es un buen motivo para vivir, la ausencia de libertad no es un buen motivo para morir.
Yo no le hubiese dado esa satisfacción a Josef Stalin.
JAVIER BARDAVÍO ARA
Licenciado en Medicina por la Universidad de Barcelona, especialista en Oftalmología en Reino Unido. Máster en Investigación en Ciencias Clínicas (2008). Master en Gestión Sanitaria (2012). Larga experiencia como clínico y cirujano, también como gestor sanitario, menor como investigador. Jefe de servicio en un hospital céntrico en Barcelona hasta 2013. Ahora director clínico de servicios de oftalmología en Tarragona, y estudiante de Economía.
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