El nuevo bable en Asturias: ¿herramienta o arma?
En los últimos meses, los periódicos regionales se han hecho eco de una noticia relativamente recurrente: la discusión sobre qué función debe desempeñar el bable en el sistema educativo asturiano. Normalmente no prestaría demasiada atención a estas cuestiones por considerarlas diatribas políticas que sólo ayudan a los partidos a fingir estar muy atareados.
Sin embargo, un artículo atrajo mi atención. Entre otras cuestiones, hablaba sobre una «propuesta de la Consejería de Educación de implantar un plan piloto para la impartición de algunas asignaturas en las que se utilice la lengua asturiana como lengua vehicular (en) materias como Ciencias Sociales, Educación Física y Plástica». Automáticamente imaginé en qué acabaría la cuestión y visualicé a los niños asturianos de primaria estudiando el conocimiento del medio (o similar) en bable. La cuestión me pareció grave, captó mi interés y me puse a investigar. Los resultados me dejaron, como poco, preocupado.
Estas medidas que ahora quieren adoptarse para la inserción del bable como lengua vehicular tienen su origen en varias normas autonómicas. La madre de todas ellas es la Ley del Principado de Asturias 1/1998 de 23 de marzo, aprobada durante la presidencia del Partido Popular (¡sorpresa!). Esta norma establece, entre otras cuestiones que «[s]e tendrá por válido (…) el uso del bable/asturiano en las comunicaciones (…) de los ciudadanos con el Principado de Asturias»; que «[l]a Administración del Principado dispondrá de un órgano de traducción oficial bable/asturiano-castellano»; y, como no podía ser de otra forma, que «[l]as empresas y empresarios, privados o públicos, que utilicen el bable/asturiano en su publicidad, etiquetado, correspondencia o documentación podrán ser igualmente beneficiarios de subvenciones y ayudas específicamente convocadas a este fin».
Esto confirma que la maquinaria de la imposición lingüística lleva en marcha desde 1998, con paso lento pero firme, y que ya tiene previsto el régimen de subvenciones correspondientes.
Sobre la educación, esa Ley 1/98 prevé que «el Principado de Asturias garantizará la enseñanza del bable/asturiano en todos los niveles y grados, respetando no obstante la voluntariedad de su aprendizaje». Visto lo visto, la administración quiere darle un pequeño matiz a esta norma y garantizar la enseñanza en bable. El cambio es sutil pero muy relevante y toda esta tendencia supone, en mi opinión, una triple amenaza: i) para los propios estudiantes; ii) para Asturias a medio plazo; y iii) para Asturias a largo plazo.
i) Los alumnos asturianos emplearán más el asturiano, en necesario detrimento del español, lo que irremediablemente afectará a su dominio del segundo. Hagamos números, si les parece. Su capacidad de comunicación con los 400 millones (aprox.) de hispanoparlantes será un poco menor. Por contra, su capacidad de comunicación con el millón de potenciales asturparlantes mejorará, eso es cierto. Algún regionalista escéptico cuestionará que discutamos el uso de asturiano en las escuelas y no el uso del inglés. Quizás tenga razón y los 300 millones (aprox.) de angloparlantes no sean dignos de consideración. No sé, no me salen las cuentas.
ii) También considero que esta progresiva vehiculización (permítanme el palabro) del asturiano acabará perjudicando a Asturias en el medio plazo. Los asturianos que dominen un poco menos el castellano (y el inglés) verán mermadas sus capacidades de comunicación. Esto, a medio plazo, dificultará más la búsqueda de empleo a los actuales estudiantes, futuros trabajadores, asturianos. Salvo que sólo busquen empleo en Asturias, lo cual no es tarea sencilla. Vistas las curvas de población, la juventud asturiana necesitará trabajar por cuatro si desea labrarse un futuro en Asturias y, en mi opinión, dicho futuro no exige fluidez en bable:
Este gráfico, extraído del INE, muestra de 2007 a 2016: en naranja, la evolución del número de asturianos de 30 años; en marrón, la evolución del número de asturianos de 65 años; y en azul/verde, la evolución del número de asturianos de 18 años. He resaltado cada una de las líneas para facilitar la lectura.
iii) Finalmente, estimo que a largo plazo la imposición del asturiano en la enseñanza supone una grave amenaza para Asturias en sí. La imposición de este idioma generará un claro grupo de interés, alimentado por la administración, cuya supervivencia dependerá de su conocimiento del bable. Así, los profesionales asturparlantes tendrán un claro interés en evitar que terceros sin conocimientos de bable opten a sus puestos de trabajo. Se elevará una barrera de entrada al mercado laboral asturiano defendida por quienes se atrincheren detrás. Asturias no recibirá a los mejores sino a los mejores de entre aquellos que dominen el bable. En última instancia, supondrá el germen de un nacionalismo interesado que crecerá como una bola de nieve. Tenemos varios ejemplos de esta situación.
Opino que la clave del bable es considerarlo como lo que es: un elemento más de la cultura asturiana (e.g. fiestas tradicionales, gastronomía, cancionero popular, etc.). Una cultura que no debe imponerse en el colegio sino que debe aprenderse, voluntariamente, en la sociedad.
En conclusión, el asturiano puede ser un instrumento cultural o bien un arma que dañe a la propia Asturias. Como un cuchillo, podrá cortar queso con ánimo gastronómico o apuñalar con ánimo homicida.
Artículo publicado originalmente en La Nueva España
JOSÉ MARÍA FIGAREDO ÁLVAREZ-SALA
Licenciado en Derecho, Universidad Pontificia de Comillas (ICADE), Madrid North Carolina State University (EE.UU.) Programa de intercambio 6° curso. Licenciado en Administración y Dirección de Empresas, Universidad Pontificia de Comillas (ICADE), Madrid José María Figaredo forma parte del departamento de procesal y arbitraje del bufete González-Bueno & Asociados. Miembro del Club Español de Arbitraje.
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