¿Y cómo se entrega la dignidad? Pues dejando de tener criterio sobre ella, dejando que el Estado diga lo que es la dignidad, lo que está bien y lo que está mal, más aún, lo que es el bien y lo que es el mal. En consecuencia, una vez entregada la dignidad, la persona queda totalmente inerme ante el Estado.
Si lo entrego todo, hasta la dignidad, entonces ya no existe la responsabilidad individual porque la responsabilidad pasa a ser colectiva. Hagamos lo que el Estado nos dice y este nos proveerá con todos nuestros derechos. Si no obtengo lo que quiero y me habían prometido, entonces la culpa es de todos. La persona ha asumido, según el catecismo socialista y comunista, que todo lo suyo es de
todos, también su responsabilidad, porque sin dignidad no hay responsabilidad.
¿Y qué ocurriría si el Estado estuviera degenerado, es decir, si sus mandatarios y las élites que lo controlan fueran personas degeneradas? Pues que les crearían necesidades interesadas a sus súbditos para poder manipularlos.
En el caso del Estado, estas necesidades interesadas que crea en sus súbditos se van incorporando como derechos. Así, junto a los derechos tradicionales relacionados con las necesidades básicas de comida, techo y lecho, y los derechos más evolucionados relacionados con la libertad y la justicia, se van añadiendo otros nuevos derechos tratando de constituir el marco de referencia de todas las aspiraciones que una persona pueda tener.
Si te descuidas, podrías llegar a creer que el marco de tu existencia se ciñe a ese espectro de derechos que te son ofrecidos como arcano de tu felicidad.
Ciertamente se trata de una nueva forma de religión. Hubo tiempos en que la religión se pudo usar como una forma de control sobre las personas. Esto es la misma indignidad, pero el nuevo dios es el Estado.
Todo este proceso de alienación de la persona a manos del Estado y su catálogo de derechos, requiere de una cirugía social compleja. El proceso incluye la separación de la sociedad en grupos segmentados, las personas han de ser segregadas en grupos sociales, los llamados “colectivos”, que se puedan manejar, para manipularlos y captar los votos.
Se trata de identificar aquellos grupos sociales a los que el Estado pueda hacer oferta de derechos, siendo el precio para el pago de estos derechos la entrega de tu dignidad junto con tu voto.
Eventualmente, la existencia de estos “colectivos” segmentados, deseablemente muchos de ellos antagónicos entre sí, para que según su lenguaje todas las sensibilidades estén representadas, permitirá al Estado mantener al rebaño de personas engañado y entretenido.
La existencia de los diferentes catálogos de derechos en disputa permitirá enfrentar unos “colectivos” con otros, y así las personas se olvidarán de mirar hacia el Estado y perderán su tiempo peleando entre los grupos. El fragor de la batalla por los nuevos derechos inventados puede llegar a ser tan duro, que hasta los derechos tradicionales relacionados con las necesidades básicas de
comida, techo y lecho, y los derechos más evolucionados relacionados con la libertad y la justicia, pueden llegar a pasar a un segundo plano.
El proceso es imparable y se autoalimenta en un proceso de bola de nieve. La carrera para completar la oferta de derechos a los nuevos “colectivos” identificados resulta obscena. La lucha por el voto de la falacia, que no cambia nunca nada, es grotesca y tiende a infinito, siempre se puede añadir algún derecho más o darle más profundidad a los que ya se han ofertado.
Este proceso imparable de bola de nieve alcanza su cenit no en la identificación de estos supuestos grupos sociales, sino en la propia creación de nuevos “colectivos”. Se trata de crear nuevas realidades sociales a las que dar forma y contenido para luego llenarlas de derechos.
Estos procesos de identificación y creación de grupos sociales para la manipulación y el enfrentamiento colectivo son muy dañinos. Se trata de confundir a las personas y de hacer daño a las instituciones que escapan al control del Estado. Se trata de destruir los ámbitos de libertad donde los seres humanos se desarrollan en libertad.
Pues bien, los que nos oponemos a esta manipulación grosera y a este exceso de poder del Estado que nos asfixia, no cederemos a la tentación de enclaustrarnos ni caeremos en ninguna forma de anarquismo. Daremos la batalla hasta el final y mantendremos en nuestros corazones como estandarte la tremenda alocución dirigida a la nación por Don José Ortega y Gasset, en su artículo El Error Berenguer, publicado en el periódico El Sol el 15 de Noviembre de 1930, en la que concluía: ”¡Españoles, vuestro Estado no existe!
¡Reconstruidlo!”.
(Extracto del libro del mismo título)
Madrid, julio de 1970, casado y con una hija.
Estudié la carrera en ICADE, licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales.
Master por Instituto de Empresa.
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