Permítanme exponerles unos datos que, si por si solos pueden no significar nada, en su conjunto me ayudarán a desarrollar este breve artículo. Asturias tiene el récord histórico nacional por ser la comunidad con mayor porcentaje de personas mayores de 65 años. Es además la que más población ha perdido entre 2000 y 2018, y la región española con menos población por debajo de los 20 años de edad.
Asturias es la tercera comunidad con mayor proporción de funcionarios (25%). Solo tiene 1,4 trabajadores por cada pensionista, siendo esta la menor ratio de España. El 37% de la población asturiana no está en edad de trabajar y la tasa de paro está por encima de la media; solo hay más paro en Andalucía, Extremadura y Canarias.
Asturias es la autonomía con los peores datos de variación del PIB desde 2008 y la única que no ha recuperado las cifras previas a la recesión. Su PIB per cápita tan solo supera a los de Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha y está a la par con Canarias, Galicia y Murcia.
Asturias aumenta constantemente su deuda pública (que ya va camino de los 5.000 millones de euros) y aunque es cierto que en este asunto está al mismo nivel que otras comunidades, también es verdad que, por ejemplo, Cantabria, La Rioja y Navarra -por citar algunas uniprovinciales- mantienen su deuda pública en niveles inferiores.
Asturias es la segunda comunidad con más locales cerrados en centros comerciales. Sus polígonos industriales siguen vacíos, mientras las comunidades vecinas han conseguido atraer nuevas empresas.
En resumen: los jóvenes se van de Asturias, la edad media aumenta, la población disminuye, hay menos consumo, cierran locales comerciales, faltan empresas, hay suelo industrial en situación de abandono, hay menos ingresos, hay demasiados gastos de administración, el PIB no aumenta, Asturias se empobrece, sube el paro, hay más demandantes de Salario Social, aumenta el gasto y aumenta la deuda.
¿Cuáles son las soluciones socialistas? Un Plan Demográfico 2017-2027 que anuncia inversiones de 2.275 millones de euros; imponer el artificial «asturianu de l’Academia» a toda la población (75 millones de euros anuales); aumentar el Salario Social Básico (en 2018 fueron 120 millones); convocar más plazas para funcionarios (en 2019 serán 1200 plazas nuevas y se destinará ya el 40 % del presupuesto del Principado -1.800 millones- a gastos de personal).
Para llevarlo a cabo, obviamente, subirán los impuestos. Luego, el resultado es obvio: el empobrecimiento progresivo y generalizado que llevará necesariamente a los pocos habitantes que van quedando a depender del Salario Social o de las plazas de funcionario que, irremediablemente, tenderán a reducir sus salarios, y a pensar que, de no ser por la bondad socialista, nada podrían hacer en Asturias. Y así hasta llegar a la crisis asturiana definitiva, porque el socialismo se termina cuando se termina el dinero de los demás.
Los datos son los que son y frente a ellos la mejor idea no puede ser continuar con las políticas que nos han llevado a la situación actual. Vivir en Asturias es posible, pero es necesario cambiar el rumbo radicalmente: reducir impuestos; desregular muchísimas situaciones de la vida cotidiana; «despolitizar» la política; eliminar cualquier atisbo de corrupción a todos los niveles; reducir el tamaño de la administración; facilitar el desarrollo de las empresas familiares (que son más del 70% de las empresas asturianas y suponen el 12% del PIB asturiano); profundizar en el desarrollo del área central, pero sin crear nuevos organismos ni partidas presupuestarias innecesarias; coordinar y unificar servicios; crear una red de transporte ágil, aprovechando las infraestructuras existentes.
Quiero pensar que, en última instancia, los que defendemos la libertad individual, los socialistas y el grueso de la población, deseamos lo mismo: el bien del ser humano, lo que significa tanto la búsqueda de la prosperidad económica como la defensa de la dignidad humana. Eso solo se puede lograr garantizando la libertad de mercado, defendiendo una casi ilimitada libertad personal y facilitando el libre emprendimiento.
Son muchos los indicadores que nos están avisando que hay que cambiar la ruta con un plan a largo plazo para transformar la situación de la región. Para ello es necesario que muchos dejen a un lado sus egoísmos e intereses personales en pos del progreso de Asturias, para convertir nuestra región en un verdadero paraíso.
Artículo aparecido en La Nueva España el 30 de agosto de 2019
PABLO PORTILLA
Especialista Universitario en Dinero y Banca por la UNED y Asesor Financiero y de Productos de Inversión por la ESCA. Articulista ocasional en la prensa regional asturiana, es además Experto Universitario en Heráldica, Genealogía y Nobiliaria y autor de varias biografías para el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia.
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