Estimado Fernando: Quisiera someter a tu consideración una síntesis de ideas acerca de la pandemia del Coronavirus. Pero antes de deslizarte mis pensamientos expondré el contexto de la reflexión. Ya en los años ochenta del siglo XX, la presidencia de Felipe González trató de acometer la modernización de la Administración Española. Las Instituciones instauraron, paradójicamente, una suerte de derecho consuetudinario donde los intereses de parte achicaron las normas indelebles de un Estado de Derecho. La Función Pública se tornó en Función Política acomodando cualquier arbitrio basado en «el principio discrecional de la confianza». El resultado fue el barroquismo actual que parece empecinado en mostrarnos el Remate Final de las ofertas chollo de los retales de una Administración en liquidación.
Ahora sí puedo encarar la Covid19. Hay en esta cuestión dos aspectos entrelazados a separar para dar sentido a lo que escribo. El primero hace referencia al discurso epidemiológico que has expuesto a los españoles; el segundo concierne a la gestión logística de las necesidades sanitarias de la población. Me centraré en el primero, pues se hace pertinente para saber «en qué momento se jodió esto del coronavirus», como diría Vargas Llosa.
No cuestionaré el libre albedrío de nadie para elegir su propio camino. Pero tal decisión es de interés general cuando su manejo induce a pensar en una actitud partidaria con su propia verdad que se muestra deslucida tras el velo de Isis. El resultado es la desconfianza que amenaza al bien superior de la Nación. He creído interpretar en estos días de oscuridad y muerte, que tu dedicación al seguimiento de la Covid19 dista de continuar por el sendero de los hechos profesionales.
Enfrentarse cada día, como has hecho, al reto del coronavirus requiere una energía extraordinaria y eso implica apreciaciones erróneas y deslices ocasionales. Es un hecho natural. Así que no regresaré sobre los avisos internacionales, sus fechas o la precisión de los guarismos, los avatares de la salud y sus circunstancias.
Este no es un foro para la crítica profesional, tal asunto requiere un contexto técnico con los objetivos esclarecidos.
Pero siento manifestarte que, a mi juicio, «la gestión de la pandemia» fue desquiciante. Los medios presentaron un circo sanitario donde el domador mostró cada día una nueva habilidad para el deslumbramiento. Uno puede gestionar su credibilidad como considere, nadie puede juzgar tus legítimas decisiones siempre que «el hacer propio» no interese a la credibilidad de las Instituciones de la Salud Pública Española que merecen una consideración al margen de esta sinrazón.
Parece que la nebulosa del poder envuelve a sus moradores hasta perder la perspectiva de sus propias acciones. En el ambiente funcionarial se dice que los afectados por tal trastorno «padecen el mal de altura», un soroche peruano gestionable con un matecito de coca. Permíteme, doctor Simón, recordarte que la Covid19, no es una cuestión española. Por tanto carece de objeto manejar los errores propios de esta terrible pandemia como un asunto nacional enmarcado en las emociones del viejo refrán de que los españoles no necesitan enemigos externos pues ya se odian entre ellos.
En todo este proceso está en juego la credibilidad de nuestra Nación y, por tanto, su lugar en el primer mundo. Un escenario incompatible con las nuevas actitudes engominadas como corrientes de pensamiento dispuestas a florecer en el vergel de la idiocia nacional. La Covid19 es mucho más que un gravísimo problema de Salud Pública. Tratar de ocultar el papelón gubernamental tras las acciones extraordinarias de la sociedad civil es, sencillamente, un gesto de neonato para consumo de quienes se aferran a una verdad oficial que insufle sus expectativas.
En mi criterio, el manejo de la comunicación sanitaria dejó de cumplir su función para responder a las necesidades perentorias del ejecutivo. No se gana la partida remedando la premisa de McLuhan de que el medio es el mensaje y solazarse con el vaivén de las cifras sobre un gráfico de subidas y bajadas. Se puede engañar dentro, pero no fuera, una actitud que encamina en sí misma a la derrota de España. Y en esta tarea existen enclaves imprescindibles como el tuyo.
Así, pues, el efecto dañino sobre la Sociedad Española está por estimar. Vuestro «savoir faire» ha lesionado al Centro que diriges y necesitará, cuando esto acabe, estrujarlo como un calcetín. Si tuviera que anticipar el futuro diría que veremos una nueva Agencia para la Prevención y el Control de Enfermedades de España, o algo así. Otra oportunidad para la política, para la Salud Pública ya veremos.
Doctor en Medicina.
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