Y digo bien, princesitas y “princesitos”, que no principitos. Porque en general alienación es la palabra correcta que define a nuestra sociedad actual. Y lo es debido a que hemos llegado a un punto en el que resulta por completo inexplicable cómo es que el ser humano ha podido perder por completo la capacidad de discernir cuál es la línea que separa lo que está bien de lo que está mal. Porque créanme ustedes que no hay más. Es así de fácil y de sencillo. No se trata de derechas ni de izquierdas ni de ricos o de pobres ni siquiera de opresores y oprimidos. No, el mal que nos aqueja a la población mundial es el desconocimiento de esa pequeña línea, pero bien marcada, que separa los actos humanos correctos de los incorrectos.
Y les voy a poner ejemplos que son perfectamente comprensibles para el común de los mortales:
- Agredir a una persona, ya sea física o verbalmente, está mal, por el contrario, proteger al inocente, está bien.
- Robar la propiedad ajena, está mal y evitarlo está bien.
- Mentir sobre la pandemia y el número de fallecidos, está mal, criticar civilizadamente a nuestros gobernantes por mentirnos no solo está bien, sino que nos va la democracia en ello…
Y así podría continuar durante horas poniendo ejemplos que muchos de nosotros aún mantenemos frescos en nuestros cercanos recuerdos, especialmente desde que nos confinaron.
Hemos llegado a una situación por completo enloquecida en la que si no eres disidente del orden establecido, de la historia, de la ley, de todo aquello que nos define como sociedad civilizada, simplemente no tienes cabida. Hasta tal punto es así, que las hordas enloquecidas, más conocida como turbamulta en otras épocas, seguidos por no pocos timoratos y débiles de pensamiento, se atreven a afirmar sin ningún complejo que si has nacido blanco eres racista; si hombre, maltratador y machista; si de derechas, facha y fascista; si eres emprendedor o ahorrador, ladrón; si liberal, bueno, ni les cuento, todo lo malo anteriormente expuesto. Pero el verdadero problema es el seguidismo que se hace de estos pensamientos y afirmaciones por una parte significativa de la sociedad. Tan fácil como que la prensa, a instancia del líder político de turno, decida que detener a un inmigrante por un delito no es otra cosa que racismo o que salir a golpear unas cacerolas para protestar contra el desgobierno actual, es un acto que pone en peligro la vida de los demás por peligro de contagio, mientras que otros actos absurdos y fuera de lugar en pleno siglo XXI, son actos de libertad.
Es cuando menos llamativo, lo fácil que le resulta a la opinión pública adherirse a las causas más peregrinas que al manipulador de turno se le ocurran. Pero no piensen ustedes, lectores sin duda muy alejados de lo anteriormente expuesto, que se trata de algo casual. En absoluto, todo lo contrario. La ingeniería social que lleva sufriendo desde hace décadas la población española en particular y la occidental en general, es el artífice de que esto suceda. Papá Estado lleva practicando desde hace mucho lo que se puede denominar como la acción paternalista permanente, ello mediante la mal denominada y, sobre todo, injusta redistribución de la riqueza, que solo lleva inexorablemente una y otra vez, al fracaso de la sociedad. Se pierde, así, el espíritu necesario de superación, la ambición imprescindible que debe tener todo ser humano para provocar la evolución social, económica y política de las civilizaciones que componen este extenuado planeta. Sin el imprescindible instinto de la meritocracia, las sociedades no pueden avanzar, no son capaces de destacar y hacer a las personas mejores. Al contrario, se hace tabla rasa por abajo, por lo mediocre y vacuo, pues vacío es como se queda de contenido el espíritu de una nación y de sus habitantes, donde el único objetivo es permanecer inanes, cual muertos, esperando la paguita de papá Estado que nos permita comprar una barra de pan y un litro de leche, poco más, pues si no se genera riqueza, poco se va a poder redistribuir, como es natural.
Es ciertamente trágico ver a una población casi entera someterse a los postulados más abyectos que han fracasado invariablemente en periodos anteriores, donde los mejores terminaban convirtiéndose en mediocres como ya apuntaba el gran Ortega:
<< Si ahora tornamos los ojos a la realidad española, fácilmente descubriremos en ella un atroz paisaje saturado de indocilidad y sobremanera exento de ejemplaridad. Por una extraña y trágica perversión del instinto encargado de las valoraciones, el pueblo español, desde hace siglos, detesta todo hombre ejemplar, o, cuando menos, está ciego para sus cualidades excelentes. Cuando se deja conmover por alguien, se trata, casi invariablemente, de algún personaje ruin e inferior que se pone al servicio de los instintos multitudinarios.>>
Y esto, hoy por hoy, continúa con una vigencia insultante, acrecentada por la flojera de espíritu e intelectual que sufrimos en occidente como consecuencia de que el personaje ruin e inferior, se hace con el poder y lo utiliza no para el bien común sino para el propio. Hasta tal punto es así, que se atreven a decirnos qué debemos hacer y pensar en nuestro ámbito privado. Se permiten el lujo de decirle a las empresas privadas que no deben/pueden hacer carteles para las puertas de las habitaciones de nuestros hijos donde se utilicen princesas o héroes, pues esto lleva a la desigualdad. Esto, aunque parezca increíble, no es una paranoia mía, es una carta que la Secretaría de Estado de Igualdad le envió a una empresa reprendiéndola, así, por ofertar lo que se demanda por parte del consumidor. Increíble, absurdo, bochornoso el desconocimiento gubernamental del funcionamiento del libre mercado.
Finalizo recordando aquello de lo que hablaba Nietzsche sobre los ciclos apolíneos y dionisíacos. Agárrense ustedes los machos que vamos a toda velocidad en el segundo ciclo, en el que la bajeza humana nos conducirá irremediablemente a las cotas más altas de sumisión y decrepitud.
Luis Molina nació en Madrid en el mes de junio de 1974. Cursó estudios de delineación, posteriormente de informática y Derecho. Fue militar profesional, escolta privado y desempeñó distintas funciones en el terreno de la seguridad que lo llevó a viajar por toda España.
En la actualidad compatibiliza su labor de escritor con la de consultor/analista informático, además de colaborar en el diario masbrunete.es.
Sus obras más destacadas son:
– Antología poética, «Vivir soñando».
– Antologías de relatos, «Réquiem por un misterio» y «Cuarenta y un relatos de terror y misterio».
– Novelas: «El asesino del pentagrama», «El tesoro visigodo», «Juego de dioses y peones», «La capital del crimen».
Twitter: @AMusageta
Facebook: https://www.facebook.com/infoLuisMolina
Web: http://www.webluismolina.com
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