Este viernes el presidente del Banco Central Europeo Mario Draghi ha avisado de que podría aplicar nuevas medidas de estímulo para hacer crecer la inflación.
En un entorno en el que se han aplicado tantas medidas de estímulo, tantos QE, en el que el BCE ya adquiere 65.000 millones de euros mensuales de deuda de los países miembros y que se ha planteado la compra de deuda de las regiones que conforman los países ¿Acaso engañas a alguien Mario?
Al mismo tiempo tiene la soberbia de asegurar que las medidas aplicadas han funcionado, días después de que se conociese que la deuda pública española se ha situado en el 99,4 % del PIB mientras la rentabilidad del bono a 10 años se ha desinflado en 20 puntos básicos en una semana, dad más whisky al borracho.
Con una justificación, buscar una tasa de inflación “moderada” (sin contar nunca con el efecto de la bajada del barril de crudo) lo único que hace es aumentar la deuda de los países y continuar la borrachera que, cada vez, tiene menos efectos, ya nos han servido una botella de whisky veces pasadas, ya no nos hace efecto, necesitamos cada vez más.
Y siempre con buena intención, ese buenintencionismo que haga que, a día de hoy, el euro esté a 1,06 frente al dólar.
¿Debería empezar a preocuparnos las medidas de estímulo?
La respuesta es contundente, sí. En un ambiente en el que el QE ya ha dejado de ser medidas excepcionales y parece que vivimos en una política de expansión constante deberíamos asustarnos del camino (que nadie ha elegido, nos empujan) en el que nos encontramos.
Cada recién nacido en España viene con un extra de más de 20.000 euros de deuda y… ¡Aún hay gente que pide más déficit! Como si el déficit y la deuda nos estuvieran relacionados.
Recuerdo mi viaje a Zimbabue este verano, una gente maravillosa, atormentada por una de las herencias más peligrosas que nos ha dejado el socialismo, el control de la política monetaria por la burocracia. Imprimir moneda no hace daño a nadie, claro que no, salvo a la gente que moría de hambre en Zimbabue, gente que lo único que puedo hacer con los billetes fue quemarlos.
Tuvo Eduardo Garzón la vergüenza de reclamar a una funcionaria de decirle que deberían imprimir más billetes (que se quedó en shock, claro, en shock de ver que ese economista es aplaudido por parte de la población española). A mi cabeza me vino el recuerdo de estar jugando en Gokwe con una caja que contenía cientos de trillones de dólares zimbabuenses ¡Qué barbaridad!
¿Cómo no es Zimbabue la mayor potencia económica mundial? ¿Cómo no es el mayor exportador? Si yo podía manejar cientos de trillones, imagina la de dinero que hay en el país.
Muy sencillo, porque es papel, un mero material sin valor que no eligió ningún individuo voluntariamente como forma de pago, no tiene valor.
Si observamos la historia financiera podemos ver como desde el poder público siempre ha tenido como objetivo acceder al bolsillo de los individuos, y no había mejor manera que obligarles a aceptar como pago eso, papel, un papel que podrán emitir con el complejo que ha tenido siempre el sector público, el de creerse Dios, el complejo que tiene Mugabe y el que ha tenido Draghi.
Y es eso lo que nos debería preocupar, el avance hacia el precipicio empujado por un Dios al que además, ¿Cómo vas a criticar? Si él tenía buena intención.
Sin duda cada vez tengo menos esperanza en que la cosa cambie y se le devuelva al individuo lo que es suyo, su poder adquisitivo, su libertad. Que no nos extrañe ver en un futuro (quizá no tan lejano) aquella monstruosa idea del Banco de Zimbabue, billetes con fecha de caducidad, pero no es culpa suya, ellos sólo querían aumentar la inflación de forma moderada.
Estudiante del Doble Grado en Economía y Economía Financiera y Actuarial en la Universidad Rey Juan Carlos.
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