La economía se hace presente y se encuentra en todos lados, en cada acción, en cada elección, en cada decisión. Cuando una persona actúa elige A antes que B, y prefiere B antes que C. Esa elección que se toma priorizando algo sobre otra cosa, es economía. Nadie que viva en cualquier estructura social está exento de participar en situaciones económicas, de intercambio, de búsquedas de beneficios, de relaciones productivas en donde ambas partes puedan mediar y consensuar productos o servicios, determinar valores, ofertar y demandar.
El ser humano actúa desde siempre, consciente o inconscientemente en busca de satisfacer sus necesidades a corto y largo plazo. En su planeamiento racional interactúa y elige, a través de su pensamiento, determinado por su estructura de axiomas. Decide, opta por una acción la cual le permite obtener un beneficio.
El hombre vive para progresar, tiene el deseo innato de beneficiarse aparte de subsistir y si de sobrevivir se tratara utilizaría todos los medios de la naturaleza para hacerlo. Como bien lo explica Ludwig Von Mises en su fantástico libro Human Action:
«Se puede admitir que para el hombre primitivo era innata la propensión a matar y a destruir, así como el amor a la crueldad. También, a efectos dialécticos, se puede aceptar que, durante las primeras edades, las tendencias agresivas y homicidas abogaran en favor de la conservación de la vida. Hubo un tiempo en que el hombre fue una bestia brutal. (No hace al caso averiguar si el hombre prehistórico era carnívoro o herbívoro.) Ahora bien, no debe olvidarse que físicamente el hombre era un animal débil, de tal suerte que no habría podido vencer a las fieras carniceras, de no haber contado con un arma peculiar, con la razón.
El que el hombre sea un ser racional, que no cede fatalmente a toda apetencia, que ordena su conducta con racional deliberación, desde un punto de vista zoológico no puede estimarse antinatural. Conducta racional significa que el hombre, ante la imposibilidad de satisfacer todos sus impulsos, deseos y apetencias, renuncia a los que considera menos urgentes. Para no perturbar el mecanismo de la cooperación social, el individuo ha de abstenerse de dar satisfacción a aquellas apetencias que impedirían la aparición de las instituciones sociales. Esa renuncia, indudablemente, duele. Pero es que el hombre está eligiendo. Prefiere dejar insatisfechos ciertos deseos incompatibles con la vida social, para satisfacer otros que únicamente, o al menos sólo de modo más perfecto, pueden ser atendidos bajo el signo de la división del trabajo. Así emprendió la raza humana el camino que conduce a la civilización, a la cooperación social y a la riqueza.»
Si no fuera por la razón, el hombre nunca habría formado sociedades, se incluyó en ellas por la simple y única razón de que se dio cuenta de que mediante la cooperación y la división del trabajo podría beneficiarse. Si no fuera por ello, no sería ilógico pensar en que los humanos se destrozaran entre sí para lograr beneficios, puesto que sin la razón sería un animal salvaje, dispuesto a hacer todo lo necesario para subsistir.
Es por ello que en su naturaleza el hombre es egoísta, la naturaleza no es buena ni mala, es tan sólo lo que existe y lo que el planeta provee. El altruismo no es natural, y pre concebirlo como un bien es sólo una perspectiva axiomática. No es científico asimilar que el humano tiene como propiedad innata ser o practicar el altruismo.
Estudiando y analizando estos puntos, sería correcto percibir la economía desde el individuo, en su deseo de beneficiarse y progresar, pues incurriríamos en un error si deseamos analizar la sociedad antes que el individuo, la sociedad no piensa, no se expresa, no actúa y no es más que un conjunto de seres racionales unidos por la división del trabajo.
Podemos llegar a la conclusión, respaldados por los datos y la historia, que los sistemas de organización que generan progreso y beneficios son aquellos ideados por y para el individuo sobre la sociedad, basados en el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, donde los hombres tengan las libertades para beneficiarse más o menos según lo deseen, donde obtengan lo que produzcan. Nunca existió ni existirá una igualdad social de clases, sencillamente porque no existen suficientes bienes para todos, pero con libertad, cada cual decide el lugar donde se posiciona.
Las ideologías de las masas y de supuesta igualdad sólo generan pobreza, la libertad del individuo por sobre todas las cosas es la que permite el progreso y la riqueza.
25 años. Empresario comercial. Estudiante de comunicaciones. Argentina.
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