El empleo público
En alguna ocasión habrán leído que por cada empleo público que se crea, se destruye al menos un empleo en el sector privado.
También habrán leído la versión contraria, aquella que defiende que con cada empleo público creado se inyecta dinero en forma de consumo en la economía, consumo que ayuda a la creación de empleo privado.
Dos versiones contrapuestas.
La creación de empleo
Aun siendo conscientes de que el objetivo de la economía es crear riqueza y no empleo, cuestión que abordaremos en otra ocasión, y dada la controversia que genera el empleo público/privado en el debate político-económico, intentaremos aclarar un poco esta cuestión.
Hay que tener en cuenta que la creación de empleo es una consecuencia derivada necesariamente de la inversión de capital por parte de una empresa (o del estado). Inversión de capital que incluye, entre otros, el coste de creación y el coste de mantenimiento de ese empleo.
Es por ello que ha de tenerse siempre presente que cada empleo creado, público o privado, está consumiendo una porción del capital total del país, capital que se está invirtiendo específicamente en ese puesto de trabajo.
Una vez realizada dicha inversión de capital, los empleos enmarcados en planes de negocios viables y rentables, generarán a la larga una acumulación de capital superior al invertido en su creación y mantenimiento (beneficios).
Esto permitirá a su vez su reinversión, directa o indirectamente, en nuevos planes de negocio que incluirán la creación de nuevos puestos de trabajo (círculo virtuoso).
Los empleos no enmarcados en planes de negocios rentables, como es el caso de los empleos públicos, no generarán a la larga la suficiente acumulación de capital no ya para su reinversión en nuevos planes, si no simplemente para reponer el capital gastado en su creación y mantenimiento.
Los puestos de trabajo
Teniendo en cuenta lo anterior, ¿es posible para un país crear simultáneamente puestos de trabajo en el sector público y privado sin que la creación de los primeros implique la destrucción directa de los segundos?
La respuesta es sí, pero esto solo acontecerá mientras el país en su conjunto sea capaz de generar o atraer un flujo positivo, constante y suficientemente elevado de capitales que permitan a su economía sufragar los gastos de los nuevos empleos públicos (mediante el pago de impuestos) y simultáneamente invertir en nuevos planes de negocio privados generadores de empleo privado.
En estos casos habría que hablar, no de cuantos empleos privados destruye cada nuevo empleo público, si no de cuantos empleos privados dejan de producirse por cada nuevo empleo público.
Por el contrario, en una economía donde (sistémica o momentáneamente) no exista una generación o flujo positivo de capitales, tarde o temprano la destrucción de empleo será inevitable, ya que se estará perdiendo el capital que soporta cada uno de los puestos de trabajo.
En estas circunstancias, cada empleo nuevo que se crea en el sector público, seca todavía más el capital disponible para el mantenimiento de los puestos de trabajo del sector privado y producirá unas pérdidas de empleo netas en dicho sector.
En resumen, el empleo público, en economías altamente competitivas y de alta productividad, impide la creación de todo el empleo privado que la economía podría crear, y en los restantes escenarios destruye directamente empleo privado.
Consecuencias del empleo público
De lo anterior se deduce que con independencia de la situación económica del país, los puestos de trabajo públicos (por definición no rentables en términos de generación de capital) siempre ejercerán de freno a la generación y acumulación del capital necesario para la creación de nuevos puestos de trabajo en el futuro.
En el futuro, esa es la clave.
Un puesto de trabajo rentable hoy, multiplicará los puestos de trabajo futuros.
No hace falta destruir, simplemente con impedir la creación de un puesto de trabajo rentable, se estará impidiendo la creación de futuros empleos.
Una buena forma de visualizar lo anterior, es verlo como la capitalización de intereses en un depósito, pero al revés.
Desde esa perspectiva, veremos que si el empleo público destruye o impide la creación de un empleo privado hoy, impedirá mañana la creación de otro y pasado mañana la creación de otros dos empleos privados.
Empleos que habrían sido creados con el capital producido por los planes de negocio viables en los que se enmarcarían los empleos privados destruidos o no generados en primera y segunda instancia .
Conclusiones
El coste de un empleo público es por tanto mucho más caro de lo que a primera vista podríamos pensar.
Es un lastre muy pesado para la economía presente y sobre todo futura, y en consecuencia dichos empleos deberían restringirse siempre, y en cualquier circunstancia económica, favorable o desfavorable, al mínimo imprescindible.
Y cuando decimos al mínimo queremos decir exactamente eso: mínimo.
SERGIO JOSÉ MARQUÉS PRENDES (Gijón, 1972)
Licenciado en Veterinaria por la Universidad de León. Desarrollo de productos de producción animal para el sector privado.
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