“Asturiano soy, y nada de lo asturiano me es ajeno”. Y, en efecto, no me es ajena la disputa en torno a la “oficialidad del asturiano”; una disputa en la que los partidarios de la misma exhiben ruidosamente sus falaces argumentos que cuentan además con la simpatía beocia de algunas formaciones políticas que aspiran a gobernar o co-gobernar nuestra Comunidad.
Si entendemos por falacias aquellas técnicas argumentativas usadas para persuadir a alguien de la validez de un argumento que, en realidad, es inválido, y sin poner nombre ni apellidos a dichas falacias, he aquí algunas de las cometidas por los defensores de la oficialidad y el consiguiente confusionismo derivado de las mismas:
1/ Hablan los partidarios de la “oficialidad del asturiano” de una “cooficialidad amable”. Sin embargo, confunden interesadamente el asturiano (el español que se habla en Asturias) con el “bable académico” (bable normalizado), el que sería oficializado, institucionalizando dogmáticamente esta identificación, haciendo del español un idioma ajeno y opresor al que hay que combatir, erradicar y eliminar de todos los ámbitos públicos, lo cual invalida por completo esa “cooficialidad amable” convirtiéndola en oficialidad grosera, tal y como puede comprobarse a diario en aquellas Comunidades con lengua cooficial.
2/ Dicen los partidarios de la “oficialidad del asturiano” que ha de ser oficial porque es la lengua materna, propia de los asturianos. Pero, ¿cuál es la lengua materna, propia de los asturianos? Pues dependiendo de la geografía, podría ser que en una parte del occidente de Asturias sea la “fala” o el “bable vaqueiro” (si es que existe); puede que en el centro de Asturias sea el “bable central”, y que en el oriente sea el “bable oriental”, es decir, los “bables realmente existentes”. Lo que parece más que cuestionable es que la lengua materna de los asturianos sea esa que se quiere oficializar, a saber, el “bable académico”, el cual conduciría a la irremediable desaparición de esos bables que deben mantenerse y potenciarse, sin duda, pero no con exclusividad lingüística, lo cual convertiría a sus hablantes en una comunidad tribal susceptible de ser analizada desde el punto de vista etnológico. Del mismo modo, parece poco cuestionable que el único rasgo lingüístico propio y común a todos los asturianos sea precisamente el español, la lengua que dominan mejor que ninguna.
3/ Afirman los partidarios de la “oficialidad del asturiano” que la no oficialidad cercena los derechos lingüísticos de los asturianos. En efecto, la Carta europea de lenguas regionales y minoritarias señala que la adquisición de derechos por parte de los hablantes de una lengua minoritaria pasan porque ésta tenga un cierto arraigo en una comunidad, que un buen número de personas la tengan como lengua materna y de uso corriente y diario. Sin embargo, ¿qué arraigo tiene el “bable normalizado”?, ¿cuántas personas lo usan a diario?, ¿es realmente, como sugeríamos antes, el “bable normalizado” la lengua materna de los asturianos?. Por otra parte, este argumento “victimista” enunciado en este punto se desmorona con la exhibición de numerosos contraejemplos: un diputado de Podemos que se expresa libremente en bable en el Parlamento, una televisión pública autonómica entregada de forma entusiasta a la causa de la oficialidad, oficinas de normalización lingüística en Ayuntamientos, generosas cuantías económicas en ayudas y subvenciones a asociaciones culturales varias, incluida la propia “Academia de la Llingua”, carteles y paneles informativos en cada vez más pueblos y ciudades… no parece que sean ejemplos de conculcación de esos derechos lingüísticos.
4/ Aseveran los partidarios de la “oficialidad del asturiano” que es una demanda de los asturianos. Es un hecho que la oficialidad parece ser demandada de forma muy combativa por algunos partidos políticos, organizaciones sindicales, asociaciones culturales, grupos musicales, muchos de ellos subvencionados a tal efecto como decíamos en el punto anterior. Sin duda representan a muchos asturianos pero, ¿saben realmente lo que están demandando? Hablando de demanda, en el IES Concejo de Tineo, donde yo trabajo, de 281 alumnos de ESO y Bachillerato tan sólo cursan Lengua Asturiana y Literatura 21. Puede que haya un gran número de asturianos a favor de la oficialidad, sin embargo, ni el asturiano es el bable ni los que hablan bable son ese gran número de asturianos.
Pedir la “oficialidad del asturiano” es pedir que un idioma particular se convierta en general, como si no tuviésemos ya un idioma general en Asturias. A través de esta operación se trataría de dotar a nuestra región de una identidad cultural propia, diferente, independiente, sustancial. Sin embargo, en primer lugar, no toda diferencia ha de ser por sí misma un valor positivo; en segundo lugar, no todo rasgo diferencial es esencial o sustancial (ni siquiera el ser asturiano, en el supuesto de que se pudiese definir el “ser asturiano”, sería algo sustancial); en tercer lugar, ese intento de generalización del “asturiano”, en tanto que idioma diferente, lejos de contribuir a la implantación de una “cultura superior” nos haría pertenecer a una diferente, eso sí, pero aislada, y cuanto más aislada y autónoma más bárbara (en el sentido antropológico del término).
Se da aquí la paradoja de que, por reivindicar la supuesta lengua propia (particular), uno se vea obligado a utilizar, en determinados contextos, una lengua general si es que quiere darse a entender y entender a los demás. Claro está que si no es el español, ¿habrá de ser el inglés o el francés? Un vasco hablando en inglés o un catalán hablando en francés en Estrasburgo no resulta chocante sino patético. Del mismo modo, más patético resultará aún que la única forma en que se puedan entender un adolescente gallego y un catalán sea en inglés o francés.
Finalmente constatar que, como muy claramente expuso el profesor Aurelio Arteta en un excelente artículo publicado por El País ya en septiembre de 2005 titulado “Cooficiales porque sí”, a costa de las lenguas cooficiales, las políticas lingüísticas en nuestro país llevan varios decenios provocando el despilfarro del dinero de todos, injusticias en la adjudicación de empleo público, atropello de derechos educativos y, como venimos repitiendo, confusión general de la ciudadanía. Pero además, a través de estas políticas lingüísticas se van poco a poco introduciendo proclamas nacionalistas asumidas acríticamente sobre todo por partidos de izquierda (aunque no sólo) y que, como estamos padeciendo en la actualidad, conducen hacia posturas que van desde el separatismo manifiesto a fórmulas absurdas e ilógicas como la de “nación de naciones”. En efecto, por la lengua comienza la secesión.
Juzguen ustedes. Tan sólo espero que no me contesten con falacias ad hominem.
Profesor de Filosofía del IES Concejo de Tineo
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