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[…] Puede haber procesos de elección mediante un sistema de oposición, en los cuales simplemente se tiene en cuenta la calificación de un examen, de un papel que no demuestra todo lo que realmente sabes, no ya porque evalúen algo que no domines lo suficientemente bien, sino porque puede que hayas tenido un mal día o básicamente te hayas estresado lo mínimo para no rendir adecuadamente durante el proceso.Pero no siempre es así. Hay empleados y funcionarios que siempre se eligen “a dedo´´, igual que ocurre con los respectivos directivos. El burócrata de turno siempre va a elegir a aquellos que más agradables le resulten, con los que haya alguna clase de afinidad, ya sea personal, ideológica o partidista. Incluso de elegir al mejor maestro o al mejor ingeniero, intentará hacer prevalecer de alguna manera el criterio anterior.
Para colmo, se tratan de empresas que, independientemente de que sean o no elementos monopolísticos, son financiadas con dinero proveniente de los impuestos de todos los españoles, de eso a costa de lo cual muchas familias ven algo más complicado llegar a fin de mes, ahorrar, invertir y consumir, y más de una empresa se ve abocada a despedir empleados o reducir los salarios.
Así pues, no hay nada mejor que cerrar, si no se privatizan (no me refiero a externalizar la gestión a una empresa “amiga”, sino más bien a liberalizar) todas esas empresas públicas. Pero no ya solo por quitarle caprichos a la casta política de turno, sino porque no hay nada mejor que el Estado se limite, si existe, a dejar elegir al consumidor entre las mejores ofertas de diversas entidades privadas. […]
ÁNGEL MANUEL GARCÍA CARMONA (Retamal de Llerena, Badajoz, 1996)
Estudiante del Grado en Ingeniería Informática en la UDIMA. Anglo, franco y estonioparlante. Liberal-conservador. Aficionado a la fotografía y a la programación.
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