En mayor o menor medida, todos los presidentes pactaron con los separatistas. Felipe González lo hizo con el PNV y Convergència i Unió para ser investido por cuarta vez, gobierno en el que se alcanzó el Pacto de Toledo. Pactar con CiU permitió a Aznar llevar adelante un ambicioso programa de reformas económicas y privatizaciones. Pactar con el PNV posibilitó a Rajoy, que encabezaba el gobierno con menor respaldo parlamentario propio, estirar la recuperación económica. Incluso para Zapatero, su sectario “cordón sanitario” era una herramienta en aras de lo que él pensaba un bien mayor: la “modernización” de España.
El caso de Pedro Sánchez es distinto. No hay en este caso ningún fin superior. El pacto con los separatistas se orienta exclusivamente a prolongar su estancia en La Moncloa. Como el apoyo parlamentario propio con que cuenta el Dr. Sánchez es más bajo que el que haya tenido cualquier presidente anterior, sus cesiones al separatismo son, en rigor, un caso de genuflexión y entrega. Todo por un fin mezquino y egoísta.
La gente no es tonta. Sea cual fuere la ideología de cada cual, a la gente no le gusta ver al presidente de su país postrado ante quienes quieren desmembrarlo. Por eso, a la primera oportunidad que tuvieron, las elecciones en Andalucía, castigaron al PSOE por esa política miserable y antiespañola.
Nada indica que el castigo ya haya sido consumado. Por el contrario, al persistir el Dr. Sánchez en su actitud, cada semana son más los que desean votar para castigarlo. Eso puede abrir la puerta a una nueva etapa política, para la cual los resultados andaluces pueden ser una referencia.
Los “sorpassos” convencionales (de Ciudadanos al PP y de Podemos al PSOE), han quedado desactualizados. Ahora, lo que hay que mirar es el “sorpasso” de Ciudadanos al PSOE. Veamos por qué.
Podemos no puede ser el receptor de votos de quienes quieran castigar a Sánchez. Podemos está dispuesto a convocar referéndums de autodeterminación allí donde se lo pidan. Además, si algún ingenuo soñó alguna vez que los neocomunistas podían liderar cualquier tipo de “regeneración”, ya ha despertado al toparse con la realidad de chalets de lujo y pisos en el barrio de Salamanca, donde ahora viven sus principales dirigentes.
Por razones obvias, tampoco recogerán el PP ni VOX el grueso de esos votos de castigo. Al mismo tiempo, la aparición de VOX hace que el “mercado” de centro-derecha esté por completo ocupado.
Por todo lo anterior, surgirá naturalmente en Ciudadanos seguir su instinto socialdemócrata inicial: no solo es lo que siempre les gustó más, sino que es ahora donde parece “más rentable” ubicarse ideológicamente. Ciudadanos podría ser el principal beneficiario del castigo a las políticas del Dr. Sánchez.
Si esto fuera así, podría surgir un nuevo bipartidismo, con el PP en el centro-derecha y Ciudadanos en el centro-izquierda. VOX ocuparía algún espacio a la derecha y Podemos y el PSOE residual se disputarían la izquierda. El centro-izquierda, hasta ahora liderado por el PSOE con el “cordón sanitario” como guía estratégica, pasaría a estar encabezado por un partido con una idea nacional de España.
Un escenario así sería muy positivo para la democracia española. Tres partidos nítidamente constitucionalistas ocuparían la gran mayoría del parlamento. Juntos, podrían encarar reformas sin tener que pagar peaje al separatismo. Con un PSOE residual, los tristes episodios de la historia que lo tuvieron por protagonista (desde la Revolución del ’34 hasta los ERE de Andalucía, pasando por los GAL, Filesa y el desmanejo de la economía), quedarían fuera de la escena política. Lo mismo ocurriría con la obsesión de la izquierda con todo lo que tenga que ver con Franco.
Que esto vaya a concretarse está por verse. Los votantes tendrían que ratificar el camino iniciado en Andalucía. Ciudadanos tendría que abandonar su calculada ambigüedad y asumir sin rodeos lo que siempre sintió. El nuevo PP de Pablo Casado debería profundizar su renovación de personas e ideas. El Dr. Sánchez tendría que continuar con sus andanzas (con esto último sí que podemos contar). Pero si hoy es posible imaginar un nuevo escenario político es gracias al mismo Dr. Sánchez. Tal vez, y paradójicamente, sea por lo único que tengamos que decirle gracias. @diebarcelo
El análisis que yo hago es que despreciar a Vox y hacerlo vestigial es un error. Me explico: Vox es la derecha del PP. Cuando el Aznarismo hizo ese mal calculado «giro al centro» y empezó a coquetear con las ideas socialdemócratas, lo que derivó en lo que los Podemitas empezaron a nombrar como el PPSOE, no sin faltos de razón, muchos simpatizantes, militantes y dirigentes del PP se echaron las manos a la cabeza, y estos últimos fundaron Vox. Al principio todo el mundo creía que iba a ser flor de un día y que era una curiosidad más de la derecha reaccionaria, rancia y nostálgica del franquismo, como en su tiempo lo fue, y lo sigue siendo, Falange Española. Pero persistió y persistió y empezó a sumar desencantados de las políticas pacatas, cortoplacistas, miopes y en algunos casos, traidoras al espíritu que representaba el Partido Popular. Muchos votantes identificados con la derecha, el liberalismo y la democracia cristiana del PP lo seguían votando porque, primero por la inercia del poder, segundo porque no había alternativa viable y tercero para hacer «voto útil», es decir antes de que gobierne la izquierda, me voy con este, que tampoco me creo que sea la derecha, pero es preferible a los herederos de Rodríguez Zapatero. Pero las cosas cambiaron. Hubo un 15-M y de ahí salió Podemos y los que no se identificaron con los neocomunistas, se quedaron ahí, en un limbo: estaban en contra del stablishment que representaba el PPSOE y no eran de Podemos. Resultado: este votante desencantado con la derecha del PP, empieza a mirar con otros ojos a Vox. La puntilla de esto fueron las politicas de «apeasement» de Rajoy y Sánchez frente al independentismo catalán con los dos referéndum ilegales, con lo que Ciudadanos subió como la espuma y luego la corrupción desmedida y generalizada del Partido Popular, que le ha llevado a perder la Presidencia del Gobierno. Muchos votantes del PP pertenecientes a las ideas cercanas a la democracia cristiana, siguen viendo como el PP no toca la ley del aborto, el matrimonio homosexual, la ley de violencia de género o el avance de los postulados LGTBIQ, Pero Vox no tiene reparos en decir esto y esto es lo que quieren oír los votantes de la derecha española. Es decir Vox es lo que el PP debería haber sido sino fuera por su «giro al centro». Además el 15-M y la nueva política los han desacomplejado. Ya no les importa que les llamen «fachas» o «franquistas» o cualquier otro apelativo de la nomenclatura agitprop que lanzan desde su altura moral Gramsciana. Le han perdido el miedo a dejarse ver. Y esto el PP debería tenerlo claro, sino quieren otro descalabro como el que la va pasar al PSOE.