Cada vez que gobierna la “derecha”, es criticada con dureza por los socialistas de todos los partidos. Eso es natural. Pero también recibe la crítica feroz de muchos que, se supone, también son parte de la “derecha”: liberales, conservadores y reformistas. Esa crítica, de “amigos” y adversarios por igual, va creando el clima social y político apto para la reconquista del poder por parte de la izquierda. Ocurrió con Adolfo Suárez, volvió a ocurrir con Aznar y, más recientemente, con Rajoy.
Muchos liberales criticaron a Rajoy por no ser suficientemente liberal. Muchos conservadores hicieron lo mismo por no ser suficientemente conservador. Muchos reformistas atacaron a Rajoy por no reformar lo suficiente.
Con solo unas semanas en el poder, al que llegó de forma ilegítima (es decir, sin ganar unas elecciones), Pedro Sánchez ha demostrado el error que cometieron, por tercera vez, los críticos de la “derecha” del “todo o nada”: los que, en lugar de valorar los avances conseguidos y los retrocesos evitados, prefirieron criticar porque no se alcanzaban las soluciones óptimas. Una actitud dogmática, opuesta al posibilismo que rige la acción política.
Conscientemente o no, esa actitud facilitó, otra vez, la llegada al poder de los socialistas de todos los partidos. ¿Qué han conseguido esos críticos? Nada: todas las áreas y políticas que criticaron han ido y seguirán yendo a peor.
¿Les parecía que la reforma laboral era tímida? Ahora solo se discute en qué medida se la va a derogar. ¿Creyeron que Rajoy era “blando” con los independentistas catalanes? Pues la Generalitat ha retomado el control de sus cuentas, se reabren las “embajadas” cerradas, se “tienden puentes” con los golpistas y se habla sin rubor de una España “plurinacional”. ¿Consideraron a Rajoy un traidor por subir el IRPF (aunque luego lo bajó dos veces) y el IVA (pese a lo cual la presión tributaria con Rajoy fue menor que la de la segunda legislatura de Aznar)? Ahora nos desayunamos cada día con un proyecto para subir o crear algún impuesto. ¿Decían que Montoro no controlaba bien el gasto público (aunque el mismo cayó 5% del PIB durante su gestión)? Pues los socialistas hablan sin cortarse de subirlo en miles de millones. ¿Se sintieron defraudados porque Rajoy no derogó la ley del aborto? Pues ahora, aborto y eutanasia. Podría seguir, pero es evidente, para cualquiera dispuesto a admitir errores, que la crítica autodestructiva que gusta practicar una parte de la “derecha” cada vez que esta gobierna no ha tenido consecuencias positivas.
No quiero decir con esto que no haya que criticar ni que se tenga que aprobar cualquier cosa que surja de un gobierno más o menos afín. Quiero decir que esa crítica debe hacerse con una actitud constructiva y sin perder de vista el marco general: la crítica no puede llegar al punto de facilitar el acceso al poder de quienes propugnan las políticas opuestas a las que se necesitan para progresar.
No es muy difícil de entender. Se trata de criticar de la misma forma que cuando se critica a la selección de fútbol: uno puede ser duro, pero nunca duda ni un instante en desear su triunfo, siempre. ¿Qué serían hoy el Partido Republicano de EE.UU. o el Conservador británico si con cada discrepancia importante hubieran sufrido una escisión?
Los gobiernos socialistas siempre terminaron en medio de crisis económicas. Si la historia nos sirve de guía, y a tenor de las políticas que se están poniendo en marcha, lo más probable es que eso vuelva a ocurrir. Entonces, un gobierno de “derecha” volverá a ser elegido para arreglar, otra vez, el desastre. Cuando ese día llegue, ¿se habrán aprendido lecciones tan simples como que es mejor avanzar lento que retroceder o, como dice el saber popular, que “lo óptimo es enemigo de lo bueno”? Ojalá.
Publicado en El Comercio, 09/07/18.
Deja una respuesta