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Las crisis económicas, las crisis de valores y las crisis sociales han existido en todas las épocas, en todas las civilizaciones y en algunos casos han dado fin a un modo de vida, una cultura, o una civilización. No soy tan agorero con la actual como para pensar que acabe con nuestra cultura y nuestra civilización, pero si me siento lo suficientemente preocupado como para llamar la atención de que hay que hacer cambios profundos que hagan sostenibles sectores como la cultura y el patrimonio cultural. Entiendo que “papá Estado”, ni puede, ni debe dedicar recursos exorbitantes a la cultura y al patrimonio cultural, con construcciones actos y gastos faraónicos como hemos podido ver en el llamado Estado de las Autonomías.
Es notorio un paro brutal que se ceba en jóvenes y mujeres, un agotamiento del sistema tributario, que no acaba con las últimas reformas de encontrar un rumbo seguro que permita obtener el incremento de recursos públicos necesario para seguir con el nivel de gasto existente y con ello el incesante incremento del déficit público. Por otra parte el consumo de la llamada hucha de las pensiones, más otros factores y frentes abiertos han provocado que en el presente siglo se hayan desplomado literalmente los recursos para cultura y patrimonio cultural. Me da igual analizar el Gasto Público del Estado, de las Comunidades Autónomas, o de los Entes Locales, el resultado es igual: recorte drástico. No voy a criticar estos recortes, aunque en muchos casos sea fácil criticarlos.
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