Como enseñaba Alicia, la profesora encarnada por Norma Aleandro en “La historia oficial”, la historia es la memoria de los pueblos. La historia (digo yo) es ese pasado sujeto a interpretaciones que nunca deben ser tergiversaciones. La historia, como la vida, es una sola. La manera de interpretar ambas nunca va a ser la misma para dos personas diferentes.
En lo que a Cuba se refiere, la historia está indisolublemente ligada a Fidel Castro, el hombre que durante medio siglo dirigió los destinos de esa nación caribeña.
Todavía está por verse si la historia le concederá el indulto que proclamó hace sesenta años cuando pronunció su alegato defensivo ante el tribunal que lo juzgaba por el intento de asalto al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba. Siendo como es “La historia me absolverá,” el alegato de marras, un manifiesto político en el cual no sólo fundamentó su defensa sino también expuso los problemas que a su juicio afectaban al país, la propuesta sería que a partir de la visión de hoy se escribiese el epílogo, porque no pocas son las cosas que le han quedado pendientes, entre ellas, justamente, que la historia lo absuelva.
La evidencia no miente. De las promesas de la revolución cubana contrastadas con la realidad, el saldo arrojado es negativo. Por eso, la historia no lo absolverá.
Fidel Castro fue el ejecutor de una dictadura que llevó décadas, generaciones enteras de cubanos, algo que no tiene parangón en el mundo entero. El barbado comandante convirtió su país en un portaaviones soviético durante la Guerra Fría. Lanzó a sus ejércitos a librar guerras estúpidas e inútiles en África. Persiguió a sus opositores, los encarceló y fusiló como si tal cosa. Sometió a su pueblo a magras raciones de alimentos. Les impuso cartillas de racionamiento. Los obligó a repetir consignas en las que nadie creía, ni él mismo, como “socialismo o muerte” en una sociedad cubana en que la única y verdadera consigna puesta en práctica y refrendada por los hechos era “escapar a Estados Unidos o muerte.” Y en cuanto a la frase de fray Betto, “Cuba es el único país donde la palabra dignidad tiene sentido,” la dignidad corría por cuenta del pueblo cubano para afrontar la indignidad que su déspota le infligía a diario. Fidel vivía en una gran mansión de La Habana al estilo de las mejores residencias de Hollywood mientras que su pueblo sufría hambre y privaciones de todo tipo.
La frase de Castro “la historia me absolverá” ha sido convertida en una consigna por las izquierdas latinoamericanas para justificar los errores y horrores de una dictadura de muchos años de nefasta existencia. Por eso, la historia no lo va a absolver. La historia es un gran juez. A veces la justicia es lenta en expedirse, pero hay que tener paciencia y coraje. Deuteronomio 16:20 dice, “La justicia, la justicia seguirás…” Nada mejor para entender y, a la vez, fundamentar este concepto.
En 1947, el poeta cubano Nicolás Guillén escribió: “¡Stalin, Capitán, los pueblos que despierten junto a ti marcharán!”
Pues no sólo no iban a ir a la esquina con Stalin, sino que ya no lo quieren ni en su país natal. En un comunicado oficial, el gobierno de Georgia expresó: “Por sus acciones, Stalin no puede ser considerado georgiano (sic). Stalin es uno de los fundadores de la Unión Soviética y el verdugo de millones de personas, incluidos georgianos.” Es un ejemplo de cómo la historia da su veredicto.
En el caso de Cuba, la cuenta aún está pendiente. Será saldada el día que Díaz-Canel llame por fin a elecciones. Esperemos ese veredicto, como dije, con paciencia y coraje.
A propósito, si Stalin no puede ser considerado georgiano, no veo por qué Rosas debe ser considerado argentino: es el asesino de Camila O’Gorman.
Deja una respuesta