Los asturianos nos entendemos entre nosotros perfectamente
No existe conflicto lingüístico alguno en Asturias. Los asturianos nos entendemos entre nosotros perfectamente, y sólo una minoría pretende imponer una lengua que ya no se usa para la comunicación diaria. No existe división alguna en la población Asturiana por motivos identitarios, de lengua o de pertenencia, más que en las mentes de unos pocos, que pretenden purgar sus frustraciones a costa de todos los asturianos.
Ese conflicto imaginario ha vuelto a escena de la mano de la propuesta del actual Secretario General de los Socialistas Asturianos, Adrián Barbón, que promete llevar la oficialidad del asturiano en su programa electoral. Parece que los dirigentes asturianos de izquierdas, incapaces de mejorar la vida de los ciudadanos más de lo que lo ha hecho el capitalismo, optan por la ecología, salvo por su absurda defensa del carbón, el nacionalismo y la lengua.
Una irresponsable propuesta electoral que alienta un extraño nacionalismo Asturiano, incluyendo una alocada rama independentista, más parodia Monty Python que movimiento con sustento social alguno. Estos nacionalistas de la nada, parecen desconocer que las pensiones asturianas son cubiertas en casi un 50% por cotizaciones del resto de españoles. Que entre 2006 y 2016 Asturias perdió el 2,5% de la población, por el envejecimiento y la huida de los jóvenes que no encuentran salidas profesionales, mientras el resto de España crecía un 4,8%. Una Asturias que es la segunda que menos crece de toda España, pero que estos insensatos arreglarán cuando todos hablemos Asturiano.
Al estilo Catalán
El nacionalismo excluyente, al estilo Catalán, no surge de un día para otro. Lo primero es la lengua, pues sin lengua propia es difícil crear un hecho diferencial y el sentimiento de pueblo distinto. Después vendría la escuela, que en Asturias ya se ha dejado en manos de un Consejero de Educación favorable a la oficialidad del Asturiano. Y finalmente, cuando después de 20 años, obligando a los chavales a aprender Asturiano, a estudiar fábulas sobre la opresión de sus antepasados por malvados hablantes de español, la sociedad se fractura como resultado final de una estrategia política que beneficia a unos pocos y perjudica a la mayoría.
Los defensores de la cooficialidad del Asturiano o Bable, alegan que se violenta su libertad cuando no se les permite expresarse en el mismo. Son los mismos, que ya usan perfectamente el español. Así pues, lo que pretenden no es que se les permita el uso del Asturiano, como ya prevé la ley para su uso y promoción, y pueden hacer libremente, lo que pretende es obligar al resto a responderles en lo que ellos desean. Esta libertad, entendida como imposición de obligaciones a terceros, para satisfacción de nuestro deseo, no es libertad, es mero capricho.
No ocultan su voluntad de imposición, pues se niegan a someterlo a consulta popular, como declaró el Concejal de Educación de IU en Mieres, Faustino Zapico. Los que presumen de demócratas son los más temerosos a preguntarle a los ciudadanos sobre algo que les cambiará su vida y la de sus hijos. Pretenden que 23 diputados asturianos, sean quienes aprueben la oficialidad de una lengua para 1.00.000 de habitantes sin siquiera consultarles.
No queremos la oficialidad
Una inmensa mayoría de asturias no subvencionados no queremos la oficialidad, porque oficialidad es imposición, no es libertad. Obligación para los 60.000 funcionarios, que deben aprender una nueva lengua, que no necesitan en su día a día. Imposición a los niños asturianos y a sus familias para que la estudien obligatoriamente en la escuela.
No queremos la oficialidad por muchos motivos. No lo queremos porque no hay oficialidad amable, toda ella es imposición. No la queremos porque acabará con las hablas locales en su afán normalizador y porque el asturiano ya se usa libremente. No la queremos porque crea barreras de entendimiento y de movilidad de las personas. No la queremos porque es mala para el futuro de nuestros hijos, que caminan a un mundo globalizado en el que la comunicación se basa en la voluntariedad de las partes por entenderse y no en la imposición. Unos niños a los que se les obligaría a estudiar una lengua minoritaria por el capricho conservacionistas de unos pocos, perjudicando su futuro profesional en un mundo cada vez más competitivo. No la queremos porque incrementa el gasto público y los impuestos, obligando a casi 60.000 funcionales a aprenderlo, cuando todos nos entendemos ya. No la queremos porque será perjudicial para la economía, restará inversiones y no alentará la implantación de profesionales o empresarios, obligados a escolarizar a sus hijos en asturiano. No la queremos porque generará un deterioro en los servicios públicos, donde ya no será el mejor médico el que te atienda, sino un buen médico que sepa asturiano. No la queremos porque es la semilla de la división en una sociedad como la asturiana, una sociedad abierta, amable y generosa.
Pero sobre todo no la queremos, porque la oficialidad es imposición no es libertad, una oficialidad que nunca es amable, sólo lo aparenta para finalmente acapararlo todo y contra todo.
Ninguna experiencia autonómica ha sido positiva, más que para los totalitarios excluyentes, no hagamos tonterías en Asturias.
Licenciado en Ciencias Económicas, Licenciado en Derecho, Postgrado en Finanzas por la Universidad de Wisconsin. Trabajó en Morgan Stanley, como director de empresas participadas de importante family office. Autor de publicaciones relacionadas con el mundo financiero. Actualmente es socio fundador y mayoritario de despacho de abogados con sedes en Asturias y Valladolid cuya especialidad son las reestructuraciones empresariales.
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