La Segunda República
Continuando con esta serie de artículos (parte 1 y parte 2) sobre la memoria histórica, es importante hacerlo destacando, que solo durante la Segunda República, incluida la Guerra Civil, las izquierdas asesinaron a más personas que el General Franco y el Frente Nacional durante la propia contienda y toda la dictadura.
Aproximadamente, fueron ejecutados en la zona republicana entre 65.000 y 75.000 personas, mientras que, en la zona del bando nacional, la cifra, igualmente lamentable, alcanzó unos 25.000.
Por lo que resulta bastante probable, que las fosas que ahora se están tratando de hallar, a consecuencia de la Ley de Memoria Histórica, resulten ser del bando contrario al que se pretende encontrar.
Un ensayo sobre el genocidio de la izquierda
El mismo César Vidal, en la misma obra citada en el anterior artículo, Un ensayo sobre el genocidio de la izquierda. Paracuellos – Katyn: nos cuenta:
Siguiendo los estudios recientes —y verdaderamente escrupulosos de J.A. Ezquerra —la cifra de fusilados en Paracuellos y Torrejón debe cifrarse en 4.200 personas que han sido totalmente identificadas.
A ese número, ciertamente escalofriante, habría que añadir otros setecientos inhumados y traídos después de la guerra a la fosa número 7, entre los que se encuentran los 146 fusilados de Boadilla del Monte, los 414 fusilados de Soto de Aldovea en Torrejón de Ardoz el 8 de noviembre de 1936 —de los que solo fueron identificados 96 por los familiares —y algunos más procedentes de Barajas y otros enclaves de Madrid.
Obviamente, estos datos son exclusivos de Madrid.
Mentiras de la historia
Pero, continuando con las palabras del intelectual (César Vidal es doctor en historia, filosofía y teología, además de licenciado en derecho), que nos aporta unos datos más que significativos en otra de sus obras, Mentiras de la historia… de uso común:
Los socialistas habían trasladado alijos de armas y municiones —<yo transporté armas y municiones en Bilbao, yo personalmente>, diría Indalecio Prieto poco después en las Cortes —con la intención de apoyar la revolución con las bocas de los fusiles.
No iba a ser, por otra parte, la última vez que lo harían para derrocar un Gobierno legítimamente nacido de las urnas.
A pesar de todo, el castigo como consecuencia del fracaso de la revolución no resultó riguroso e incluso se produjo una campaña a favor de la amnistía de los revolucionarios y, en noviembre de 1917, fueron elegidos concejales de Madrid los cuatro miembros del comité de huelga.
Se trataba de una utilización del sistema constitucional para burlar la acción de la justicia que volvería a repetirse en febrero de 1918 cuando fueron elegidos diputados Indalecio Prieto, por Bilbao; Besteriro, por Madrid; Anguiano, por Valencia; Saborit, por Asturias y Largo Caballero por Barcelona.
De momento, las variopintas fuerzas republicanas habían fracasado en su intento de aniquilar de manera nada democrática el sistema constitucional.
No iba a ser la última vez.
La costumbre de premiar con un cargo a los más abyectos y beligerantes contra el sistema establecido, continúa hoy en día en la izquierda, es algo muy al uso en los municipios donde desgobierna podemos.
Empero, continuemos, pues el camino de la verdad, es largo de recorrer.
El camino de la verdad
Por su lado, el historiador e hispanista, Stanley G. Payne, en su magna obra El colapso de la República.
Los orígenes de la Guerra Civil (1933-1936). Nos transcribe unas palabras del intelectual Salvador de Madariaga, quien se tuvo que exiliar tras el advenimiento de la dictadura de Franco y que no regresó hasta el fallecimiento de este.
El país había entrado en una fase claramente revolucionaria.
Ni la vida ni la propiedad estaban a salvo en ninguna parte.
Es un prejuicio absoluto explicar aquel estado de cosas con chillidos de loro en variaciones de la palabra <<feudal>>.
No se trataba ya de que al propietario de miles de hectáreas otorgadas a sus antepasados por el rey Fulano de Tal le invadieran la residencia y le dejaran el ganado sangrando con las patas rotas en los humeantes campos de su propiedad.
Era el modesto médico o abogado madrileño que tenía un chalet con cuatro habitaciones y baño y un huerto del tamaño de un pañuelo, que veía como le ocupaban la casa unos trabajadores de la tierra que en absoluto carecían de casa ni pasaban hambre, y acudían a recoger la cosecha: llegaban diez hombres a hacer el trabajo de uno y se le quedaban en casa hasta que terminaban.
Era el secretario del sindicato local de jardineros que iba a decirle con amenazas a la chica que regaba las rosas que todo riego tenían que hacerlo los del sindicato; era un movimiento encaminado a prohibir la conducción del propio coche e imponer la aceptación de un chófer del sindicato.
Recuerda a Podemos
Cuanto me recuerda esto, a las prácticas subversivas de algunos podemitas y sindicalistas del campo, como Cañamero, Bódalo, Sánchez Gordillo…
Continua la serie el próximo articulo de la serie.
Luis Molina nació en Madrid en el mes de junio de 1974. Cursó estudios de delineación, posteriormente de informática y Derecho. Fue militar profesional, escolta privado y desempeñó distintas funciones en el terreno de la seguridad que lo llevó a viajar por toda España.
En la actualidad compatibiliza su labor de escritor con la de consultor/analista informático, además de colaborar en el diario masbrunete.es.
Sus obras más destacadas son:
– Antología poética, «Vivir soñando».
– Antologías de relatos, «Réquiem por un misterio» y «Cuarenta y un relatos de terror y misterio».
– Novelas: «El asesino del pentagrama», «El tesoro visigodo», «Juego de dioses y peones», «La capital del crimen».
Twitter: @AMusageta
Facebook: https://www.facebook.com/infoLuisMolina
Web: http://www.webluismolina.com
Deja una respuesta