El país del mundo con mayor mortalidad por armas de fuego
De todos es sabido que los norteamericanos ostentan la dudosa distinción de ser el país del mundo con mayor mortalidad por armas de fuego, seguramente el hecho de poseer casi un tercio de las armas que existen en el mundo tenga algo que ver. Pese a ello los estadounidenses aman, adoran e idolatran a las armas. Desde el punto de vista jurídico en Estados Unidos se han llevado a cabo más de veinte modificaciones de su Constitución y es precisamente en la segunda de esas enmiendas, donde se legitima la posesión de armas de fuego como un derecho de todos los ciudadanos. Esta tradición centenaria nos da una idea de hasta qué punto esa razón legal está fundida en lo más profundo de la idiosincrasia americana. Aunque de vez en cuando se produzca alguna que otra matanza consumada por algún “pirado” –perdón por este epíteto tan poco técnico–, la “cultura de las armas” sobrevive a toda crítica y debate porque como se ha comentando el americano, por una suerte de circunstancias histórico-políticas, religiosas, sociales, etc, etc, etc, venera a estos instrumentos defensivos –por supuesto–, aunque eventualmente y en manos de los “otros”, los malos claro, puedan convertirse en todo lo contrario… –paradojas de la vida–.
Y qué pasaría en España si tuviéramos esas controvertidas normas,… ciertamente nunca me he tomado en serio la equiparación entre la forma de ser de los españoles y la de nuestros vecinos transoceánicos –por lo de no comparar churras con merinas– pero mucho me temo, y esto son conjeturas mías, que nuestro carácter pasional, sanguíneo, mediterráneo e histriónico nos haría sino más agresivos, seguramente sí que más impulsivos e irreflexivos a la hora de afrontar cualquier problema de naturaleza visceral. No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta que estas características son todas ellas muy, pero que muy peligrosas, sobre todo cuando se posee un arma en la mesita del dormitorio. Imaginando, imaginando puedo visualizar algunas situaciones tremendas o cuanto menos pintorescas, como la disputa de una linde cualquiera a golpe de Kalashnikov, o incluso la de aquel alumno insatisfecho que ansía estrenar su fusil de asalto contra el claustro de profesores, -Lo cual no me extrañaría dado el prestigio que tienen en nuestro amado país-… ya ven, un sinfín de situaciones que me causan cierto regodeo si no fuera porque algunos aficionados a los escraches, algaradas e insurrecciones podrían sustituir los tomates por otro tipo de proyectiles.
La tendencia en España
Por suerte España es un país donde la tenencia de nuestro funesto protagonista está muy controlada, las autoridades estiman que existen 3 armas por cada 14 habitantes y éstas en su mayoría corresponden a prácticas cinegéticas. Como podemos suponer estas cifras están en las antípodas de las manejadas en EEUU donde se cree que la cantidad de armas puede superar las 90 por cada 100 habitantes… o lo que es lo mismo, prácticamente todo el mundo podría ir armado, y por cierto no con cualquier cosa porque apenas existen restricciones en cuanto a la tipología del arma. Así que si extrapolamos esas cifras a nuestro contexto… se imagina la combinación Tío Pepe y Smith & Wesson, pasearía usted tranquilo por la Feria de Sevilla, por el Carnaval de Cádiz, y qué me dice de la Final de la Liga, o de la fiesta de Noche Vieja, eso por no hablar de la cola de hacienda, los atascos de tráfico o todas esas situaciones que exasperan hasta al más flemático de los personajes –no cuenten conmigo para salir a la calle y menos aún con la posibilidad de que algún político iluminado azuce a las masas con algún disparatado objetivo.
Una vez finalizado este ejercicio de clarividencia, créame que veo a los tejanos como unas personas extremadamente mansas, templadas y pacíficas, como si de santos varones se trataran. Menos mal que aquí, en nuestro remanso ibérico de paz, aún es obligatorio superar un examen psicotécnico para obtener el permiso de armas, –me siento tranquilísimo con que nuestro arsenal lo atesore el Ejercito y la Guardia Civil, aunque por si acaso no voy a liderar ninguna montería, no vaya a ser que después de haber dicho estas palabras me encuentren cierto parecido con un jabalí–.
José Manuel Orrego Álvarez, es Doctor por la Facultad
de Psicología de Oviedo, Maestro y Pedagogo. Colabora como columnista
en varias publicaciones españolas y latinoamericanas.
Deja una respuesta