Existe una crisis mayor que la crisis sanitaria del COVID-19 y es la crisis económica que vendrá inevitablemente tras la primera. Mucho se habla estos días de la aplicación de un Plan Marshall o de un nuevo New Deal para nuestro país y esto, a mi personalmente, me pone más en riesgo que el propio Coronavirus.
Han bastado unas pocas semanas para que la sociedad olvide que fue la aplicación de un New Deal en Europa (más de 30.000 millones de euros despilfarrados en “fomento del empleo”). Ese despilfarro de fondos públicos sigue lastrando nuestro crecimiento casi quince años después. Pero es que el propio New Deal de Roosevelt ya fue un fracaso en su época y es que gracias a las políticas de estímulo de la economía la Gran Depresión duró prácticamente quince años, mientras que otros países abandonaron la recesión en dos o tres.
Las consecuencias del New Deal de Roosevelt fueron un incremento desmedido del desempleo, alcanzando hasta el 20% de paro en los Estados Unidos, entre los años 1937 y 1938. El número de parados aumento en casi 4 millones de personas. La única manera que EE.UU. encontró para disminuir el desempleo fue el estallido de la II Guerra Mundial cuando comenzó a vender materiales a los participantes en la contienda.
Si analizamos la inversión privada durante la época del New Deal, se observa que no fue hasta 1940 cuando se alcanzaron los niveles existentes en 1929, para después volver a caer hasta el final de la guerra.
Este intervencionismo totalitario por parte del Estado terminó por corromper todos los estamentos públicos llegando al extremo de la aprobación de la “Ley Wagner” de julio de 1935 que usurpó a los tribunales de justicia el arbitraje de conflictos laborales. Este totalitarismo de la administración demócrata fue perfectamente escenificado por Reagan cuando declaró que: “el fascismo era en realidad la base del New Deal”. No le faltaba razón a Reagan cuando hizo estas declaraciones y es que la aplicación del New Deal y las políticas fascistas nacen de la misma ideología de control del Estado. Ya en 1934 el escritor Roger Shaw describió al New Deal como “una manera fascista de lograr fines socialistas”. Incluso los diarios nacionalsocialistas alemanes elogiaron a Roosevelt llegando a argumentar que el New Deal fue “la adopción de restricciones nacionalsocialistas al pensamiento de sus políticas económicas y sociales” y la evolución que estas políticas tendrían hacia un estado autoritario.
Quedó pues demostrado que el New Deal no contribuyó a la salida de la Gran depresión, sino que fue uno de los caldos de cultivo para que esta se demorase en el tiempo. Sin embargo, no tardó en repetirse la historia, esta vez con la aplicación del Plan Marshall por parte de Estados Unidos para ayudar a Europa Occidental tras la guerra. Esta inyección de dinero público ha pasado a la historia por parte de amplios sectores de la sociedad como un éxito de planificación, veremos a continuación como esto no es así. La realidad es que en los años 40 Europa ya estaba experimentando una época de crecimiento por si sola. Es fácil observar que el Plan Marshall no tuvo la repercusión que se esperaba y esto se advierte viendo que las naciones que más ayuda relativa habían recibido del Plan Marshall (Reino Unido, Suecia y Grecia) habían producido los menores retornos y habían sido los que menos habían crecido entre 1947 y 1955. Por otra parte, las naciones que menos recibieron (Alemania, Austria e Italia) fueron las de mayor crecimiento. Se observa el contrapunto del Plan Marshall en las naciones asiáticas, tanto Hong Kong como Japón experimentaron un gran desarrollo económico sin esperar ayudas de agentes externos, sino que crecieron a costa de la nula intervención del Estado, así como como una tasa reducida de impuestos y un alto porcentaje de ahorro. Es por tanto que las consecuencias del Plan Marshall no fueron precisamente milagrosas para una Europa devastada por la guerra como habitualmente se quiere hacer creer a la población.
Avanzando casi un siglo nos encontramos a día de hoy con que estos términos “New Deal” o “Plan Marshall” vuelven a estar en boca de gobernantes como receta mágica para salir de la crisis en que nos veremos sumidos por el Coronavirus. Queda claro que el camino hacia una economía mejor y mas justa solamente se alcanza a través de un mercado libre con una intervención mínima del Estado, unos impuestos bajos y una alta tasa de ahorro, esperamos que sean los gobiernos quienes tengan estas ideas claras. Aunque estando en manos de quien estamos el futuro no halagüeño.
Residente en La Coruña desde hace 6 años, ciudad a la que vine para cursar mis estudios de Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos, los cuales estoy a punto de terminar. Alterno mis estudios con diversas actividades tanto políticas como sociales, ya que me considero un firme defensor de la sociedad civil en la que todos trabajemos para lograr el bien común.
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