Como muchos de ustedes saben, éste es un espacio liberal. Una columna en la que, de una manera u otra, me intento aproximar al liberalismo desde distintos aspectos de la política, la educación, la economía, la filosofía y el a veces olvidado liberalismo social.
En ese liberalismo social es precisamente donde las distintas corrientes de pensamiento chocan más. Como me suele decir un buen amigo al que considero de las mentes mejor formadas de León, “no se puede definir a un liberal, porque cada liberal somos distintos”. Pues bien, como digo, son en esos temas sociales donde más se choca y hoy les quiero hablar de la libertad sexual, punto de fricción entre liberales y liberal-conservadores.
Es del todo inconcebible que, en el siglo XXI, haya gente que oculte su condición sexual por miedo al rechazo, ser señalados e incluso ser ejecutados por regímenes medievales que, por cierto, tienen mucho que ver con la extrema izquierda populista española.
Entiendo que asociaciones LGBTI, organicen manifestaciones precisamente para visibilizar algo que se ha ocultado durante muchos años y que se sigan organizando hasta que se consiga una normalización total y sea innecesaria esa visibilidad.
Soy un firme defensor de la libertad sexual, una cosa tan íntima y personal que nadie debería entrar a juzgar. Y soy defensor de esa libertad sexual, más que por mi condición de liberal, por mi condición de padre y el deseo de que mis hijos alcancen la felicidad, sean como sean.
Dicho esto, no entiendo cómo en esa lucha por la defensa de la libertad sexual, alguno quiera politizar el asunto e intentar relacionar la homosexualidad con la izquierda, llegando hasta el punto de que una festividad como la del ‘Orgullo’, quede ensombrecida por el acoso a unos miembros de un partido que habían acudido a dar su apoyo y a otros partidos directamente se les prohíba su asistencia.
A esa izquierda trasnochada y sectaria, habría que recordarle que la condición sexual no entiende de partidos políticos y que es aberrante que quieran alzarse con una bandera que no les corresponde, teniendo entre sus “prohombres” a personas tan profundamente homófobas como el Ché Guevara, Fidel Castro, Mao Tse-Tung o el propio Nicolás Maduro, miren por dónde este último también relacionado con la extrema izquierda populista española.
Si alguien ha defendido de manera contundente la libertad sexual, ha sido el liberalismo. No por su defensa de un colectivo que ha debido permanecer oculto durante siglos, si no por la defensa del poder de decisión del individuo en su irrenunciable derecho a elegir qué hacer con los aspectos más íntimos de su vida.
Juan Pablo García Valadés
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