A finales del siglo pasado, Joseph P. Overton, un ingeniero de la Universidad Tecnológica de Michigan, llamó la atención sobre la existencia de una estrecha “ventana” que delimita el rango de ideas aceptables para el público. La viabilidad política de una propuesta estaría condicionada por esta circunstancia, antes que por las preferencias individuales de los políticos. Su aguda perspectiva se hizo popular, siendo bautizada como la “ventana de Overton.”
Tras la caída del muro, el colectivismo se vio obligado a un cambio en su estrategia de lucha por la hegemonía. Si utilizando la lógica de la prueba y el error había que renunciar al marxismo, entonces renunciarían a la lógica.
Durante las últimas décadas, libres ya de las incomodas ataduras de la razón, pusieron en práctica el programa de Gramsci: “Debemos adueñarnos del mundo de las ideas para que las nuestras, sean las ideas del mundo”. Se trataría de disolver al pueblo y elegir a otro: un pueblo obediente y sumiso a sus ideas; educado en la doctrina de un catecismo colectivista, ajeno e inmune a cualquier proceso de falsación.
Desde entonces, los defensores de la libertad no hemos dejado de ceder terreno frente a la maquinaria liberticida. La estrategia para enfrentarla en las sociedades occidentales, consistió en sacrificar los principios de libertad, tratando de apaciguar al gran Leviatán. Se busco un acuerdo, un consenso; el consenso socialdemócrata.
Muchos de los llamados liberales, creyendo que el Estado del bienestar sería la estación término, cedieron posiciones permitiendo, a veces incluso promoviendo, una intrusión creciente del Estado en muchas esferas de la vida privada de las personas. Los liberales que se opusieron y denunciaron este acuerdo “razonable”, fueron las primeras víctimas, pasando a ser considerados extremistas sin escrúpulos, defensores del “capitalismo salvaje”. Poco a poco, la ventana de Overton se fue desplazando hacia la izquierda. Tras el fin de la guerra fría, los colectivistas estan ganado la batalla. Sus ideas empiezan a ser las ideas del mundo.
Hoy, solo liberales y conservadores enfrentan este inmenso desafío colectivista. Las apuestas son altas y demandan una estrategia conjunta.
Ser conservador es buscar lo que perdura. Lo que envejece al revés; aquello cuya esperanza de vida se alarga con el tiempo. Es ser capaz de identificar y defender ciertas instituciones, valores y costumbres que facilitan la convivencia, aceptando la competencia pacífica entre culturas distintas.
Ser liberal es considerar al individuo como un ser autónomo; libre y responsable de sus actos. Un ser capaz de abrir el futuro a la posibilidad, explorar y cambiar. Es reconocer y respetar el derecho a la excentricidad, fuente del genio, vigor mental y valor moral de cualquier sociedad.
El Club de los Viernes pretende ser un punto de encuentro entre ambos, para la acción en la defensa de los derechos naturales de todo ser humano. Una nave para surcar esa frontera entre el orden y el caos, en busca de mayores espacios, atractores de la libertad.
Las buenas ideas son muy importantes. Sin duda los liberales defendemos las mejores ideas. Pero cualquier empresario o persona de acción sabe que los buenos resultados no se consiguen solo con buenas ideas. Hace falta una estrategia robusta, que establezca prioridades en funcion de su relación coste/utilidad. Exigir a todas las personas del equipo una pureza acorde con cualquier canon liberal académico, es una estrategia para el fracaso.
El Club de los Viernes pretende atraer a su gran coalición a toda persona que crea en la igualdad moral de todos los seres humanos. A todo aquel dispuesto a defender y luchar por más libertad individual, más propiedad privada y menos Estado. No hay más preguntas.
Hoy, tanto en España como en el resto del mundo occidental, los colectivistas han pasado a la acción. Ellos sí tienen una estrategia práctica muy clara para aplicar sus ideas, tantas veces fracasadas. Mientras tanto, muchos liberales se desagastan en debates estériles sobre cuestiones secundarias. Algunos incluso se entretienen, buscando aquella frase o comentario que pueda poner en evidencia a sus posibles aliados naturales en esta batalla. Dando y quitando carnets de liberal.
Aún admitiendo que algunas veces puedan tener razón, se olvidan de algo fundamental: los enemigos declarados de la libertad individual hoy son multitud y están ganado la batalla.
Nuestra fortaleza es la diversidad; su debilidad la uniformidad. Nosotros estamos abiertos al debate de ideas. Εllos son rehenes de sus dogmas y ocurrencias, cada día más extravagantes. Son prisioneros de sus test de pureza peligrosa. El espacio menguante de la correción política que postulan, puede acabar asfixiando a sus partidarios y canibalizando a sus propios líderes. Somos mejores. No debemos cometer el mismo error.
Para un liberal conservador defender una institución puede ser un medio para defender la libertad; mientras que para un liberal libertario puede ser un obstáculo. Este debate intelectual es legítimo, pero no debe, no puede ser una prioridad. Menos aún cuando los colectivistas, algunos de ellos liberticidas confesos, asedian hoy sin descanso nuestras libertades más fundamentales.
Ser un libertario entre Hayek y Rothbard como el que escribe, no es obstáculo para reconocer que ellos, como otros muchos defensores de la dignidad del individuo, sujeto de derechos naturales inalienables, son herederos de la tradición humanista Occidental. Una tradición que hunde sus raíces en la lógica grecorromana y la moral judeoctristiana.
El biólogo teórico Stuart Kauffman demostró que en sistemas compuestos por elementos múltiples, diversos y conectados, el orden emerge espontáneamente ¿Cómo?
Para Kauffman la dinámica evolutiva es la exploración en el tiempo por la biosfera de lo que puede suceder a continuación: de lo «posible adyacente». De igual forma, las sociedades se organizan y progresan mediante la exploración por la sociosfera de lo posible adyacente a tradiciones, normas, hábitos y costumbres.
Desde hace años, los liberales hemos cedido la iniciativa a los colectivistas, permitiendo la exploración de lo posible adyacente en la dirección de una libertad individual menguante. Es hora de cambiar el rumbo.
El Club de los Viernes quiere agrupar y catalizar a todo lo posible ayacente a la libertad. Pretende ayudar a ese viraje imprescindible, que garantice un futuro de nuestros hijos en libertad. Aspira a ser punta de lanza en la lucha contra las élites que dominan el Estado; a trabajar, en definitiva, por una sociedad abierta a la eterna contienda del ser humano en la búsqueda de la verdad.
Porque, como decía el maestro Antonio García Trevijano, «la verdad no nos hará libres; solo la libertad nos hará verídicos.”
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