Otro New Deal
Está siendo muy comentado estos días: los congresistas demócratas americanos están proponiendo otro New Deal, pero, en este caso un Green New Deal. Básicamente, un incremento del gasto público con el objetivo de luchar contra el cambio climático. Y las discusiones se han centrado en cómo va a financiarse ese gasto público excesivo sin generar déficit. Congresistas como la joven Alexandria Ocasio-Cortez han propuesto el aumento de los tipos marginales estadounidenses a niveles muy elevados, cercanos al 60%-70%, alegando que es algo que se ha hecho en otras ocasiones en la historia de los EEUU. Por parte de sectores liberales, su alocada propuesta ya quedó contestada.
Pero, en esta ocasión, economistas americanos han intentado, de nuevo, otra defensa o justificación de ese gran aumento del gasto público. Este es el caso de la profesora Stephanie Kelton, quien, en un hilo de Twitter afirmaba que el Gobierno Federal puede permitirse comprar lo que quiera en su propia moneda, ya que el aumento del déficit podía ser financiado en dólares americanos sin problema. Lo que proponen, en definitiva, es aumentar la oferta de medios de pago, para que nos entendamos, de dinero. Pero claro, como el gobierno federal no tiene potestad para hacerlo directamente, quieren que se emitan bonos estatales que, a fin de cuentas, son medios de pago muy similares al dólar.
Evidentemente, ante esta expansión, los riesgos inflacionarios asoman. Sin embargo, en el mismo hilo, la profesora decía que solo se producirá una subida generalizada de los precios si la capacidad ociosa de los recursos productivos se encontrara completa. E incluso, si se empezarán a percibir visos de inflación, el gobierno siempre podría reducir el gasto o aumentar los impuestos y la FED aumentar los tipos de interés.
Nada novedoso
Ciertamente, estas propuestas no tienen nada de innovadoras. Están basadas en ideas keynesianas y son defendidas por una corriente económica conocida como TMM (Teoría Monetaria Moderna). Resumiendo: una expansión monetaria puede impulsar la demanda agregada hasta el pleno empleo de los factores, sin haber causado alzas en los precios. Y en este caso, la expansión monetaria se haría a través del aumento de los bonos gubernamentales.
Las objeciones que se pueden hacer ante estas propuestas son varias. Así pues, hagamos algunas.
En primer lugar, la tasa de desempleo en EEUU se encuentra en el 4%, una tasa muy cercana al pleno empleo, o que incluso, podríamos considerar pleno empleo. Hasta asumiendo la teoría keynesiana, un aumento de los medios de pago en esta situación, traería inflación, es decir, ningún efecto positivo sobre la economía real; al contrario, esta inflación provocaría distorsiones que mermarían el crecimiento.
Supongamos ahora que el nivel en el que se encuentra EEUU no es el de pleno empleo. Como primer requisito, necesitaríamos que existiera capacidad ociosa de los recursos productivos; cosa que es dudosa para el caso del stock de capital inutilizado, que es mucho menos flexible que la mano de obra. Aun así, tenemos que comprender por qué, en una economía no se alcanza la plena ocupación.
la oferta y la demanda
Básicamente, y como podemos deducir de la teoría austriaca, se debe a un desajuste parcial entre la oferta y la demanda. Ocurre que hay algunos planes empresariales que no han sido capaces de satisfacer las verdaderas demandas de los consumidores. Entonces, esas empresas quiebran, se liquidan. En ese período de tiempo, los empresarios tienen que descubrir otras necesidades y planes empresariales e intentar adaptar su capital a ese nuevo plan. A su vez, algunos trabajadores quedan desempleados hasta que los empresarios necesiten de ellos de nuevo. Este desempleo temporal, se soluciona si los agentes económicos propietarios del capital son suficientemente libres de emprender el proyecto que deseen. Si existen trabas impositivas o burocráticas, conseguir el pleno empleo será más complicado y lento.
En caso de expandir la oferta monetaria, la inyección de dinero no tiene por qué ser absorbida por la demanda. Es más, es muy difícil. Lo que antes la demanda no quería, seguirá sin quererlo por más dinero que tenga. Entonces, habrá inflación, y los salarios reales serán menores. Habrá una redistribución obligada de la renta: ganarán poder adquisitivo aquellos que perciban en los primeros momentos el nuevo dinero, en detrimento del poder adquisitivo de los últimos. Los planes empresariales inmovilizados tendrán más dificultad para pivotar, etc. En definitiva, se producirán desajustes en el mercado que entorpecerán la creación de riqueza y la plena ocupación.
Mucho más sencillo es dejar a los agentes interactuar libremente. La evidencia lo avala.
No necesitamos al gobierno
Además de las malas consecuencias económicas y de la inconsistencia teórica de las propuestas, tampoco necesitamos al Estado como protector o salvador único del medioambiente. Demostrado ha quedado que la gestión de la naturaleza en el mercado libre funciona mejor que su organización pública. Puesto que, en esta última, al no estar bien definidos los responsables, no existen incentivos algunos para el buen tratamiento de los lugares y espacios. Por el contrario, gracias a la propiedad comunal de los recursos, hay más responsabilidad e iniciativa por el buen cuidado y la gestión del medio. Un ejemplo claro de ello es el National Trust, una fundación inglesa que se encarga de adquirir espacios naturales para su conservación.
En definitiva, no podemos caer en la trampa de considerar al gobierno como único salvador del planeta, por muy urgente y prioritario que sea el asunto, como en esta ocasión. Y menos aún, cuando recurre a políticas desestabilizadoras y que, lejos de conseguir el pleno empleo y la protección del planeta, generan paro e irresponsabilidad medioambiental.