En los últimos tiempos, muchos nos hemos escandalizado por el resurgir de enfermedades que considerábamos erradicadas o poco preocupantes. Los casos de sarampión detectados en Granada (España, noviembre 2010), Disneyland (USA, diciembre, 2014), o el reciente caso de difteria en Olot (España, mayo 2015) demuestran que algunas de estas patologías pueden resurgir en el llamado mundo desarrollado. Lamentablemente, la razón de este regreso se debe a la decisión de algunos padres de no vacunar a sus hijos.
La vacunación, junto a los antibióticos, han supuesto grandes avances en nuestra medicina y han conseguido aumentar la esperanza de vida y evitar la mortalidad infantil. Como dato del impacto positivo de la vacunación, podemos observar la tabla adjunta donde se indican los casos de enfermedad en el año de máxima incidencia y el cambio frente a 2010 en España. La vacunación salva vidas y evita complicaciones como pasaba con la polio. Hoy, incluso algunas enfermedades como la viruela que producían hasta 5 millones de muertos anuales, está erradicadas .
Entonces, ¿cómo es posible que alguien no quiera vacunar a sus hijos?. Entre los argumentos esgrimidos, el mayoritario suele relacionarse con el miedo a efectos secundarios o, incluso, a autismo, relación alentada por un estudio que relacionaba ambas situaciones, pero que se ha demostrado que no es cierto, ya que los datos introducidos fueron deliberadamente falseados por el autor del estudio. En realidad, la mayoría de los efectos secundarios que puede originar una vacuna no son nada comparados con la enfermedad que previene. Las vacunas son seguras y los efectos secundarios graves son muy raros.
Adicionalmente, descartando teorías conspiranoicas, otro argumento que encontramos es el de no vacunar porque realmente no se ven casos Obviamente, esto es un free-rider effect donde no pasa nada precisamente porque los que nos rodean o los propios padres ya están vacunados. Existe un cierto y peligroso pensamiento infantiloide con el que se cree piensa que estás enfermedades son como un simple resfriado, cuando por el contrario pueden causar estragos y conducir a la muerte.
El problema de no vacunar no cae solo en el individuo en cuestión sino también en aquellos de la comunidad que, por razones médicas o de edad no puedan vacunarse. Es decir, si cada vez menos gente se vacuna, es más fácil que se propague la enfermedad. En cierto modo, cuando uno no se vacuna, no solo lo elige para él sino para el grupo.
Y aunque soy un defensor acérrimo de la vacunación, y no tuve ninguna duda cuando tuve que vacunar a mis hijas, también creo en la libertad de las personas y creo que hay que abordar, sin reparos, el argumento de que somos nosotros y no el Gobierno, quien debe elegir si nos vacunamos. Porque: ¿qué derecho tiene el Gobierno sobre mí o mis hijos? El derecho de elegir lo mejor para mí y para ellos, es mío. Simplemente, creo que las vacunas deben promoverse desde la educación y el convencimiento y no desde la coacción. En España, no son obligatorias aunque sí recomendables y de fácil acceso.
Como farmacéutico, cuando ejercía en la botica, a veces veía que la gente no quería tomarse los tratamientos, o los cambiaba, etc.. pero creo firmemente que mi labor es explicar el porqué debe hacerlo bien e intentar que sigan mis consejos, pero para nada pediría una ley para que, por ejemplo, los niños se tomen todo el antibiótico por si acaso sus padres se lo quitan antes de tiempo. Es decir, no pediría que el Gobierno fuese quien velase por la salud de éstos.
Pero, las noticias sobre niños no vacunados proyectan en las mentes de muchos ciudadanos la imagen de un niño indefenso ante unos malvados padres, cuyo único protector debe ser .(adivinen) ¡ El Estado!. Es decir, darle más y nuevos poderes al Estado. El gran problema es que el argumento puede llevarse hasta el infinito y está demostrado que así será si el Estado ve que puede ampliar su poder y quebrantar nuestra libertad individual.
Un Estado que debe velar por nuestras decisiones sanitarias, ¿Por qué no nos obliga a comer cada noche verdura? o ¿Por qué no obliga a presentar las cartillas de vacunación a la policía, y si no están rellenas..multazo? o ¿Por qué no prohíbe el fumar o beber alcohol? o ¿ las bebidas gaseosas o comida rápida? o ¿ Por qué no obliga a tomar productos para bajar el colesterol a partir de cierta edad? o ¿ prohibir y multar a los padres que dejan ver telebasura a sus hijos? etc etc.. Aunque parezca jocoso, la realidad siempre supera la ficción:
- por ejemplo, en algunas escuelas obligan a que ciertos días hay que comer fruta, o que no se puede llevar repostería, o que no pueden llevarse refrescos
- Unos padres han perdido la custodia de su hijo de dos años por fumar en casa. (2015, UK)
- por tu bien, es obligatorio el cinturón de seguridad. Después vino el comprar sillitas a los niños y la obligatoriedad del casco para las motos. Esta semana se habla de una matrícula para bicis, luego será el casco obligatorio para las bicis, etc. Podemos llevarlo al absurdo: casco para peatones, multas por hablar por el móvil en la calle, etc etc.. Pero, no dudes ni un momento, que todo empezó por tu bien.
El Estado siempre va a usar la excepción, la imagen del mal ciudadano o mal padre para convencernos a todos de que existe un grave problema generalizado y que puede ser solucionado con más regulación. Lo que no nos cuentan, es que la única opción que nos dan, que es cederle el poder al Estado, hará que TODOS estemos a su merced. Y a su merced significa que cuando no estemos de acuerdo o veamos un abuso por parte de éste, no podremos hacer NADA.
El caso contrario a la no vacunación también es posible cuando el Estado decide que algo no puedes hacerlo aunque tú creas que te beneficia. Por ejemplo, la decisión de prohibir la venta de la vacuna de la Varicela en las farmacias españolas, por nuestro bien, claro. Pero ¿quién se ha creído que es? ¿Por qué si la compro en Francia o Portugal no hay ningún problema sanitario y, en cambio, aquí NO te la pueden vender por tu bien?
En muchos ámbitos, pero especialmente en el de la Salud, hemos de entender que hemos de evitar la figura del Estado-Niñera o Papá-Estado y devolverle el poder al ciudadano, hemos de ser personas con libertad de elegir. Ello, por supuesto, conlleva una gran responsabilidad, pero eso, precisamente, es lo que nos hace personas. Señor Estado, salga de nuestras vidas, déjennos elegir.
Y a los demás, os aconsejo que, por favor, vacunéis a vuestros hijos.

RUBÉN LUPIÁÑEZ (Barcelona, 1976)
Licenciado en Farmacia, Posgrado en Marketing Farmacéutico y MBA por la Kellogg School of Management, Northwestern University en USA. Su experiencia profesional se desarrolla en puestos de alta dirección ejecutiva en la industria farmacéutica, especialmente en el campo del Consumer Healthcare y OTC, habiendo ocupado puestos tanto a nivel nacional como internacional en Bruselas. Consultor en el sector farmacéutico. Docente en el CESIF del curso “Desarrollo de negocio y Licencias en la Industria Farmacéutica”. Miembro del consejo en el Instituto de Consumer Healthcare.
Deja una respuesta