Si preguntan a los Españoles cual es su religión, una gran mayoría (68,8 % en la última encuesta del CIS) se identificará como católico. El problema viene si hacemos la pregunta al revés, esto es, si preguntamos a la Iglesia Católica si se identifica como Española y si identifica a los españoles como una Nación. Porque ahí pueden sorprendernos con la respuesta.
La reflexión viene a propósito del cerrado apoyo de la Conferencia Episcopal a las posturas nacionalistas catalanas exhibidas el fin de año último, por poner un ejemplo reciente. Pero el apoyo a la disgregación política nacional, empezando por la propia redacción de la Constitución, siguiendo por su postura ante los zarpazos nacionalistas, y terminando por su discurso más explícito al respecto, ya no se pueden soslayar.
Si nos quitamos la venda que nos pone el imaginario franquista, y su discurso ultra-católico, y su reverberación en el de la Izquierda Española, y empezamos a hacer un análisis sosegado de lo que ha supuesto esta religión en nuestra nación, es indudable que a nadie se le oculta ya que la Iglesia Católica SI tiene un modelo político preferido para el territorio español, y este no pasa por el de una unidad sino más bien por otro de tipo feudal. Para el caso, podría ahora desarrollar directamente el de las Taifas o cacicatos, pero por no divagar no lo haré.
Tampoco es tan extraño este modelo, si analizamos la historia es evidente que a la Iglesia Católica nunca le ha desagradado la fragmentación política y cultural europea, y en concreto la lingüística. Hablemos claro, sigamos los puntos que se han marcado, a veces con sangre, en nuestra piel de toro y seamos conscientes de que tener a Franco bajo Palio fué solo un impass coyuntural pero no la norma que mediáticamente se nos intenta machaconamente inculcar. El Nacional-Catolicismo es un oxímoron que nunca ha estado realmente en los planes de la Iglesia Católica para España.
Un adagio reza que la masonería inglesa es buena para Inglaterra, la francesa para Francia, y la española buena para Inglaterra y Francia, aunque seguramente en pureza lo son para determinadas élites de esas naciones. Bueno, creo que ya no es descabellado afirmar que la Iglesia Católica Española no es a los españoles a los que históricamente ha favorecido prioritariamente. Empezando por los modelos sociales propuestos y apoyados a lo largo de nuestra historia, siguiendo por el empleo de los españoles como carne de cañón en su guerra civil con la reforma y otras guerras, y terminando por su apoyo indisimulado a políticas colectivistas que por lo visto están más cercanas al modelo católico (no voy a decir cristiano) que cualquier otra liberal. Que por cierto no debe escapársenos que han sido el vehículo formador de españoles por antonomasia, e igual habría que pedir cuentas sobre la moral general que predomina. Solidaria, sí. Corrupta y ladrona, también.
Según el evangelio, queda claro que para Cristo una cosa es el poder político y otra muy distinta el ámbito de Su Palabra (a Dios lo que es de Dios, al César lo que es de César). Ya a estas alturas no voy a abrir el debate de si el modelo que deseaba para su Iglesia era el de una religión estatificada de ritos paganos y Sumos Sacerdotes. Íntimamente creo que no. Y creo, de paso, que más bien en Él tenemos uno de los primeros libertarios puros filosóficamente hablando.
Personalmente, no entiendo, no ya que un liberal se defina como católico, sino que lo haga la gente que se autodenomina como libertario o anarquista. Es una incoherencia radical pretenderse filosóficamente libre y subyugar un ámbito tan íntimo como es el de la fé a un Estado (literalmente, la Iglesia Católica lo es) para que actúe como intermediario. Más aún cuando Cristo deja claro en el Evangelio que el único intermediario legítimo con Dios es Él.
Puedo entender a aquellos que creen que a la ancapia se llega por la fragmentación política, (aunque esas tesis han sido suficientemente rebatidas por mejores plumas que la mía) y que en esa idea converjan con el catolicismo, pero entonces no tiene sentido no pretender lo mismo para la Fé. A fin de cuentas, siguiendo su dialéctica, si la fragmentación política trata de acercar la Administración al ciudadano ¿no debería ser equivalente fragmentar la religión para que al final la relación con Dios fuese igualmente individual?
Yo no negaré el beneficio fundamental del Cristianismo para España, pero no caeré en el error de no deslindarlo del perjuicio que le ha supuesto la Iglesia Católica. No ya a la libertad de los españoles sobre la que en estos artículos glosamos, sino a su más elemental definición como nación.
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