No hace falta ser epidemiólogo, ni estar vinculado a ninguna especialidad estrictamente relacionada con aspectos de los procesos infecciosos para conocer algunas cuestiones básicas de su comportamiento. Cualquier profesional sanitario lo podría hacer con la misma capacidad de análisis. Veamos, un proceso infeccioso de la naturaleza que sea, requiere un diagnóstico de certeza cuanto más precoz mejor, un tratamiento eficaz y unos medios que eviten su extensión y propagación. La correcta aplicación de estos criterios supondrá la existencia de un número más reducido de casos, menos personas infectadas, y un mejor pronóstico y evolución de la enfermedad con lógicamente cifras más bajas de fallecimientos.
Si analizamos someramente el comportamiento real del Gobierno de España y sus autoridades sanitarias fácilmente veremos la absoluta incompetencia e ineficacia a la hora de afrontar los tres aspectos expuestos. Se dice que no es el momento de críticas, obviamente para los afectados por ellas nunca existe un momento oportuno para su ejercicio. Pues sí, es el momento de informar con veracidad, de que la gente en libertad pueda sacar sus conclusiones, de que puedan tener una orientación sobre la realidad de lo que está ocurriendo e intentar en alguna medida ayudar a afrontar esta situación.
Bien al contrario de lo que se ha ido diciendo y propagando con un ánimo defensivo y de disimulación escalofriante, no es cierto que ante una persona posiblemente infectada sea indiferente el conocer con seguridad si es positivo de forma objetiva y tener una confirmación de garantía diagnóstica, y en cuanto antes mejor. Por múltiples motivos, el primero y absolutamente elemental, es la inmediata posibilidad de seguimiento médico y establecimiento de un tratamiento apropiado personalizado en atención a la gravedad y evolución de los síntomas, con lo cual además los pacientes objetivo de esa atención serían muchos menos al estar descartadas todas las personas sintomáticas que hubiesen dado negativas. Sabríamos realmente la población afectada y sobre ella se volcaría prioritariamente la atención. Por otra parte, y resulta otra obviedad, no es lo mismo instaurar un tratamiento específico o recurrir a una hospitalización, transcurridas unas horas o varios días después del agravamiento de unos síntomas, de forma que el pronóstico empeora y el riesgo de muerte también en la medida que el tiempo transcurrido es mayor y la capacidad lesiva del agente infeccioso se ve incrementada de forma explosiva. Es inconcebible que se diga que lo mejor que se puede hacer y lo que se está imponiendo como medida de actuación generalizada, es que las personas sintomáticas se aíslen en sus casas evitando los contactos familiares y que si hay fiebre, paracetamol, porque es indiferente que esté infectado o no. Absolutamente falso, porque en segundo lugar ese conocimiento permite discriminar a las personas que son negativas, lo que al margen de la tranquilidad que supone para ellas y las personas con las que convive, garantiza al entorno la ausencia de riesgo de contagio.
Existen tres tipos de estos test:
- PCR que detecta ARN viral en exudado nasofaríngeo con resultado entre 4 y 6 horas, requiriendo laboratorio especializado
- Test serológico de anticuerpos frente al virus y
- Test rápido de detección, bien de anticuerpos en una muestra de sangre, o bien de proteínas del virus en exudado nasofaríngeo, que tarda entre 10 y 15 minutos, y para que se entienda es semejante al test del embarazo.
Este último es el que se debe utilizar para detección poblacional, con lo que se consiguen tres objetivos. El primero es aislar y tratar precozmente a los positivos, el segundo mejorar el cribado poblacional de forma que nos permita acercarnos al número real de contagiados y el tercero racionalizar los recursos del SNS, pues permite limitar las pruebas PCR a los pacientes con test rápido negativo y sintomatología sospechosa, descartando los negativos asintomáticos. Nada de esto se ha hecho y esta incertidumbre tiene unas consecuencias devastadoras, extendiéndose esta zozobra al propio personal sanitario, lo que ha generado que una buena parte del mismo se haya visto obligada a quedarse en su casa y por lo tanto disminuir los ya escasos recursos humanos al carecer de certeza sobre su hipotético contagio, y otros posibles portadores asintomáticos o con sintomatología leve e inespecífica, seguir en sus puestos de trabajo, representando focos de contagio a pacientes y compañeros. Por increíble que parezca, esta ha sido la situación real, y a pesar de estas evidencias tan elementales se ha mentido de una manera burda y grosera. Ya saben casita y Paracetamol, y el número real de afectados en el limbo de los justos y su salud en la rueda de la fortuna. Por cierto algunas preguntas, saben cuántos test se están haciendo en Alemania, ese paradigma milagroso para el que nadie tiene una respuesta oficial. Pues no son intervenciones divinas, entre otras medidas se hacen un millón a la semana. Sí, han leído bien, un millón con sus seis ceros semanales con un cribado inteligente y progresivo de población según nivel de riesgo y sintomatología ¿Han visto los medios de detección que están utilizando en Corea del Sur con aparatos electrónicos de toma de temperatura que llevan todos los miembros de seguridad y reconocen por las calles a todas las personas con parámetros superiores a 37 grados? Seguro que no, o no lo han querido ver o lo han ignorado, y son solo unos ejemplos. Compran tarde y mal sin el mínimo criterio, ni garantía, buscando gangas o sabe Dios qué chanchullos o “negocietes”, para terminar devolviendo cientos de miles de esos test y seguir sine die sin poder contar con ellos en cantidad suficiente y mínimamente eficaz, y además persisten en el empeño del error. En su mundo de propaganda lo que no sale en sus televisiones domeñadas y serviles a base de pasta más que gansa, tan alta que es más bien de ave rapaz, no existe. En España tres semanas para que lleguen algunos con cuentagotas. Miren, si no existen test, ni saben cómo conseguirlos, al menos no sean mendaces y digan que es indiferente la existencia o no de esa capacidad diagnóstica. Sepan que es lo más importante para el control de la infección.
En cuanto al tratamiento eficaz, al margen del farmacológico, es evidente que ante un cuadro neumónico severo al que evoluciona esta infección va a requerir respiradores con intubación, actuación imprescindible cuando se llega a ciertos niveles bajos de saturación, es más que imprescindible, vital. Pues bien, déficit de respiradores en todos los centros sanitarios, pero al igual que con los test, sostenido en el tiempo y sin ninguna capacidad de reparación. Y hay que tener en cuenta que España ya tenía la experiencia de China e Italia. Esa ausencia es la que ha obligado a decidir a quién colocar ese soporte vital y a quién no, y por lo tanto quién tenía oportunidad de sobrevivir y quién estaba irremisiblemente destinado a su final, contribuyendo a un número más alto de fallecimientos.
El tercer elemento es evitar la propagación del contagio, pues bien para esto lo primero hubiera sido impedir la llegada de personas infectadas procedentes de otros países, especialmente los ya afectados. Pues bien, a primeros de febrero en los aeropuertos italianos se hacían controles de temperatura a los viajeros que llegaban desde cualquier procedencia, impidiendo la entrada a los que daban una superior a 37 grados. Es solo un ejemplo personalmente conocido, mientras que una semana después a la vuelta se entraba en España sin ningún control. Lo mismo por barco, por ferrocarril o por cualquier medio. Es decir nula actividad preventiva. No olvidemos que el inicio de esta catástrofe estuvo muy focalizado, fueron algunos núcleos poblacionales los afectados. Si se hubiesen aislado esos focos con la intervención del ejército, sin lugar a dudas lo más eficaz, pues se hubiese evitado en buena medida la propagación. Nada se hizo. Es más, para sonrojo nacional, entre que sí y que no, el fin de semana de la proclamación del Estado de Alerta se produjo una gran movilización de personas en todo el territorio.
En este mismo punto está la inconcebible carencia de medios de protección personal, mascarillas, batas, gafas, calzas, gorros y el conjunto de elementos que representan los ya conocidos EPIS. Pues bien, ya hemos visto la ausencia de los mismos en el personal sanitario, reutilizando mascarillas, sustituyendo batas por bolsas de basura, en fin una serie de imágenes desesperanzadoras y que al margen del riesgo que está suponiendo para este personal, está dando una imagen deplorable de España a nivel internacional. Es otra causa que ha incrementado la disminución de todo tipo de personal sanitario por contagio en el ámbito hospitalario u otros centros asistenciales, no por excursiones familiares, resintiéndose como es lógico la capacidad asistencial y las posibilidades de curación.
La verdad es que la gestión de esta situación desde el punto de vista sanitario ha sido nefasta, negligente e ineficaz, de ahí el principal origen de nuestros resultados, tanto en las cifras de infectados, como de fallecidos. Sinceramente, hasta la ineptitud y la ineficacia, tienen un límite. No perdamos de vista que las cifras reales no son conocidas y me temo que salvo mediante la utilización de medidas indirectas, una vez que todo esto termine, el número cierto de fallecidos no va a conocerse nunca. La razón es sencilla, no existen test que permitan certificar los afectados positivos y por lo tanto considerados como tal, de manera que todos los que fallecen sin la comprobación objetiva por la realización de esta prueba, no computan como fallecidos por esta causa, prohibiéndose la realización de autopsias que permitirían su confirmación. De esta forma la verdad y la certeza en este aspecto están desaparecidas. Pueden hacer las estimaciones que quieran, y el factor multiplicador de las cifras oficiales podría sorprender. Hasta ahora solo podemos estimar los contagiados reales mediante modelos matemáticos como el utilizado por el Imperial College de Londres, que estima afectada un 15% de la población española, es decir unos siete millones. El cribado poblacional disminuirá sin duda la tasa de letalidad, pero a día de hoy, que sepa toda la población española, que nada de esto se está haciendo.
Cuando no se sabe hay que pedir ayuda. La ignorancia suprema tiende a producir una paradoja muy peligrosa, que es ignorar lo que se desconoce, porque cuando uno sabe algo de una materia se es consciente de lo mucho que desconoce y puede ampliar ese marco o acudir a quien le asesore, pero cuando no se sabe nada, la tremenda consecuencia es ni tan siquiera intuir el gran campo de conocimiento y soluciones que encierra. Si esto se une a la soberbia, produce un efecto devastador. Y ya es insostenible, si al coctel se añade sectarismo, explosivo. Pues todo hace pensar que es la gasolina que mueve este motor atorado de gobierno. Deberían de haber creado un Gabinete de crisis o Comisión, o como lo hubiesen querido llamar, de carácter multisectorial, aglutinando tanto medios públicos como empresas privadas, y por supuesto delegar la función logística en el ejército, que hubiese llevado la gestión con poderes plenos en todo el territorio nacional y supervisión de presidencia. Pero la faceta sectaria y chavista-leninista de este gobierno con auténtica aversión al ejército y a lo privado, no lo podían tolerar, claro no lo toleran hasta que a base de medios usurpadores se hacen con él, y a partir de ahí con la supuesta etiqueta de lo público a disfrutar de sus beneficios y al tan cacareado pueblo que le den, que yo ya estoy aquí con el poder absoluto. Deberían de haber contado con profesionales expertos, grandes empresas farmaceúticas, de biotecnología y de equipamiento sanitario, que son las que saben dónde, cómo y a qué precio se puede comprar, consultar con sus embajadas y consulados, pues parece que existe aún un Ministerio de Asuntos Exteriores y todo ello centralizado. Eso hubiese sido lo eficaz bajo un mando y coordinación única en todo el territorio nacional, pues otra causa más del desastre de nuestros resultados en este desgraciado proceso, que además ha puesto de manifiesto de nuevo que hay competencias que deben ser centralizadas, como la Sanidad, ha sido la dispersión en la estrategia y la logística entre las distintas autonomías. De esta forma, aparte de ganar eficacia, nos hubiésemos ahorrado el espectáculo de división, cada una corriendo a pillar lo que fuese con tal de sobreponerse al desastre gubernamental, cierto es que unas con capacidad y buenos resultados, otras con perplejidad, otras con seguimiento servil del que manda y por último las de siempre a lo de siempre.
Por último, ante la consideración de una emergencia sanitaria, se deberían haber desarrollado planes propios de esta situación, que deberían incluir la disponibilidad de equipos de protección, respiradores, medicación, camas, equipos portátiles de RX y equipos de TAC móviles por citar algunos. Planes de contingencia en hospitales y centros de salud, zonas de triaje, áreas de extensión de cuidados intensivos e instalaciones preparadas para montar hospitales temporales. Se debería haber propiciado el mantenimiento de una infraestructura pública, Farmacia de Defensa, con capacidad de producir medicamentos, material de curas, desinfectantes, mascarillas y otros elementos de protección. Y por último la constitución de una reserva de personal sanitario movilizable según los requerimientos y necesidades.
Ahora, con serenidad, sin motivación política, juzguen ustedes mismos.
Licenciado en Medicina y Cirugía y Doctor en Medicina por la Universidad de Valladolid. Médico especialista en Anatomía Patológica y en Medicina de Empresa. Jefe se Servicio Hospitalario de Anatomía Patológica desde 1981 hasta 2004 (excedencia voluntaria). Ejercicio libre en la actualidad. Profesor universitario desde 1977 hasta la actualidad. Colaborador ocasional en prensa de papel y en medios digitales.
Yo ingresé a los pocos días de la manifestación del 8 de marzo. Por falta de sitio, fui derivado a la cadena HM Hospitales de Madrid y, gracias a eso, lo puedo contar: me han sacado adelante, a pesar de ser hombre y mayor de 70. Me han tenido en una habitación de infecciosos y han sido particularmente cuidadosos con el contagio: han desechado multitud de mascarillas, guantes y batas, y me han metido todos los medicamentos del mundo, al menos eso me ha parecido a mí. En fin, bendita la Sanidad privada, puesta al servicio de lo público. Mil gracias a los sanitarios que me han atendido, en Sanchinarro y en Torrelodones.
Por favor por el bien de este querido país nuestro y de todos los q en el vivimos
el mayor reto que tenemos es q estos sabios análisis y maravillosas reflexiones que con tanta sensatez exponen salgan a la LUZ
Por favor!!!
Que no se queden en un reducido grupo de conocedores
Existe algún medio que pueda darle la Máxima difusión por todo el país??
Sino es así, el gobierno va a seguir manteniendo en el engaño, con sus burdas mentiras, a la mayor parte de la población
La población q acepta sin analizar y sin poner un poco de criterio a sus decisiones
Gracias