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(…) Que el hecho de que en la universidad pública – que por definición a todos pertenece – sus docentes puedan dejar en “herencia” las cátedras que son de todos es repugnante y es algo de sobra conocido. Pero en relación a ello se escapa el primer aspecto que planteamos: el de la psicología de esos docentes y su sentimiento de impunidad. ¿Es aceptable que, como ha vivido el que estas líneas escribe en sus años universitarios, un catedrático anuncie delante de la clase de licenciatura que se va a celebrar oposición a una plaza de lo que por entonces se llamaban profesores titulares, invite a los alumnos a asistir a los exámenes y que, siendo todo ello asumible, sin embargo cierre la invitación anunciando además la identidad del candidato que va a ganar el puesto? Y no sólo se conformó con ello, sino que además afirmó que no entendía por qué razón se iban a presentar a examen los demás aspirantes. Con independencia de hacer eso delante de una clase, esto es, en un acto público. Este hecho ya no sólo es poco edificante por el mal ejemplo que se da a una masa de jóvenes y por el desprecio que supone para esos mismos jóvenes en cuanto tratan de prosperar en la vida con esfuerzo y sin trampas, sino que también da mucho que pensar que el indisimulado anuncio de su intención en un acto público por ese catedrático no trajera consecuencias. (…)
El autor es funcionario en activo del Cuerpo de Gestión Procesal y Administrativa de la Administración de Justicia y excedente en los Cuerpos de Tramitación Procesal y Auxilio Judicial en la misma Administración.
Es Licenciado en Derecho por la Universidad de Salamanca y Máster Universitario en «Investigación en Ciencias Jurídicas» por las Universidades Pontificia Comillas de Madrid, Ramón Llull de Barcelona y Deusto de Bilbao.
Ha desempeñado como Letrado sustituto de la Administración de Justicia.
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