La España de la Generación del 98
La España de la Generación del 98 vivió marcada por el golpe moral e intelectual que supuso ser conscientes del fin de España como hegemonía mundial. Parece que el sentimiento de pérdida es algo connatural a la España contemporánea. Incluso hoy en día, por hacer un paralelo, una década después de la crisis del 2008, nos acompaña la nostalgia de lo que llegamos a ser y, más importante, de lo que se vislumbraba que podíamos ser. España como eje de Europa y recuperando una posición, no hegemónica, pero sí importante en el tablero mundial.
Quizá por ello, de esa añoranza por una España relevante, al principio como consuelo antiguo de las pérdidas recientes, ha aparecido en el discurso político español el sueño de la reunificación hispanoamericana. No voy a denominarlo imperio, para estos tiempos esos conceptos ya no caben, pero todos sabemos a lo que me estoy refiriendo: Una España constituida, no como federación o unión de países, sino como una nación común, con gran parte de Sudamérica y Centroamérica. Quizá simplemente el discurso nacionalista de una lengua, una nación, ha recordado a todos los españoles la España en que vivieron sus tatarabuelos.
Tómenselo como un simple ejercicio intelectual: en qué consistiría y cuál sería la forma de llevar a cabo tal reunificación.
Desde un punto de vista político
Desde un punto de vista político, no revestiría gran problema: Lo primero consistiría en una convergencia y uniformización de los códigos civiles y penales, así como de la organización territorial de los estados. No volviendo a caer en el error de los virreinatos o Comunidades Autónomas, en la unión tendrían que tener un esquema de dos niveles: Estado Central mínimo y organización municipal. Tras años de implantación y estabilidad, políticas de libre circulación de personas y capitales irían consolidando la creación nacional. Por su extensión, sólo un modelo liberal sería estable a largo plazo.
Pero todo ello no tendría sentido sin un tratado inicial. Una alianza sellada desde el inicio con una primera piedra en forma de compromiso multilateral.
Y en ese sentido, la fórmula es evidente. Como pasa con el Resto de Europa, la firma de una moneda común como primer tratado de defensa mutuo sería incuestionable. De la noche a la mañana, lo más discretamente posible, la unión monetaria de todas las monedas de los países hispanoamericanos, y la adopción de la misma como moneda de curso legal en España, crearía el espacio común para que todo lo demás pudiese desarrollarse.
La moneda
La moneda, obviamente, tendría que ser de tipo ricardiano, esto es, inexpansible, o fracasaría a la semana. La gente, cuando le digo que el Euro es un tratado de defensa militar, me mira raro, pero en la cuarta guerra mundial monetaria en la que vivimos, esto es exactamente así. Y precisamente la gran debilidad (y fortaleza) del euro se debe a su configuración como moneda dinámica, pero eso es porque se ve envuelta, prácticamente en solitario, en una guerra bipolar y desigual con el dólar. La introducción de otra gran moneda mundial daría pie, bien a la incorporación del rublo a la moneda europea, bien a la creación de otra gran moneda mundial en Asia. Se abriría el melón definitivamente.
Sé que suena peregrino, rescatar el concepto del real de a ocho, pero es que la actual hegemonía del dólar no es mas que, precisamente, la herencia de aquella gran moneda. Y repito, en la guerra mundial en la que actualmente vivimos, aunque los ciudadanos no seamos conscientes de ella, un hito así cambiaría el tablero de forma definitiva.
A veces, las grandes hazañas empiezan como bravuconadas, o simplemente como locuras. Pero si uno sigue el juego intelectual sin miedo, se da cuenta de que, en el fondo, no sólo son posibles sino que, a la larga, son lógicas e inevitables. Como con la civilización de América (yo prefiero utilizar esa palabra a conquista, creo que se ajusta más a la realidad) al final no se trata de llevar grandes tropas ni ingenios de guerra, sólo la moral, la razón, la ley y, otorguémosle de una vez su lugar, LA MONEDA.
Tenemos que ir acostumbrándonos a un escenario mundial multipolar, al final reflejo de su configuración continental, y en ese escenario España, simplemente, es el centro del mundo.
Deja una respuesta