Una de las mayores paradojas que se producen en la actualidad es que mientras la sociedad española muestra una profunda desafección hacia los partidos y valora negativamente a nuestros políticos, sin embargo no para de demandar cada vez una mayor intervención del gobierno y del Estado en sus vidas. Lo normal es que esa desafección con la clase política llevara aparejada una correlativa desconfianza hacia el rol del Estado en nuestras vidas ¿No les parece? Si desconfías de los políticos ¿por qué diantres confías en el Estado?
En los barómetros que elabora el CIS siempre suspenden todos los líderes políticos y la puntuación más alta a duras penas llega al 4. Ni Pedro Sánchez, con todo el aparato mediático de su lado y el uso electoral del BOE y los Presupuestos Generales del Estado, es capaz de alcanzar el 5. Por otro lado, la encuesta del CIS publicada en mayo reflejaba un incremento de más de 10 puntos, hasta el 33,3%, de la preocupación por la corrupción y el fraude, corrupción siempre ligada a la gestión de la cosa pública y a la toma de decisiones políticas. Por si eso fuera poco, según el Estudio Internacional de la Fundación BBVA, Values and Worldviews, España es uno de los países europeos que menos confía en sus instituciones y, simultánea y contradictoriamente, que con más ahínco defiende un papel activo y rector del Estado en la economía y en la sociedad ¿alguien me lo puede explicar?
Es decir, por un lado desconfiamos de las instituciones, suspendemos a los políticos y nos preocupa la corrupción y, por el otro, exigimos cada vez mayor intervención del Estado en nuestras vidas y le entregamos mayores parcelas de nuestra libertad: para hacérnoslo mirar.
Parece como que la sociedad española disocia el Estado de los políticos, como si fueran cosas distintas. Hay una aparente idolatría al aparato burocrático estatal mientras que hay un rechazo hacia quienes dirigen ese ente omnipotente. Y todo ello cuando sabemos que el Estado no es más que el brazo armado, el ejecutor, de los designios del político al que tanto detestamos.
Si los políticos son unos chorizos ¿cómo es que los españoles aceptan que sean ellos quienes decidan sobre el uso y destino de más del 50% de lo que ganan y que cada vez exijan y demanden mayores servicios y prestaciones públicas? ¿Cómo podemos desconfiar en los políticos y a la vez consentir que sean ellos quienes decidan sobre nuestras pensiones, la educación de nuestros hijos o incluso nuestra salud? Ellos han llevado a la quiebra el sistema público de pensiones pero aun así una mayoría social persiste en el error de seguir confiándoselas y oponiéndose a la introducción de un sistema de capitalización. Del mismo modo, el sistema educativo español hace aguas en todos los indicadores internacionales, sin embargo, todos los partidos insisten en la defensa de una educación pública, que se ha demostrado como un rotundo fracaso y una fábrica de ni-nis, y de una universidad pública de cuyas facultades de económicas no hacen más que salir economistas comunistas ¿Me lo pueden explicar?
JAVIER JOVÉ SANDOVAL (Valladolid, 1971) Licenciado en Derecho, Máster en Asesoría Jurídica de Empresas por el Instituto de Empresa y PDG por la Universidad Oberta de Cataluña, desde el año 2.000 desarrolla su carrera profesional en el sector socio sanitario. Es Socio Fundador del Club de los Viernes y miembro de la Junta Directiva del Círculo de Empresarios, Directivos y Profesionales de Asturias. Actualmente escribe en El Comercio y colabora habitualmente en Onda Cero Asturias y Gestiona Radio Asturias.
En un país donde:
– Año tras año se siguen emitiendo programas como «Sálvame», «Gran Hermano» (en todas sus versiones y modalidades) , y otros por el estilo.
– Ir por una acera donde caben tres personas, cruzarte con tres que van en grupo y tener que bajarse uno mismo de la acera.
– Donde un Presidente de Gobierno alude a los miembros y «miembras» sin sonrojarse.
– Donde un triste empresario está obligado a depositar las cuentas de su empresa en el Registro Mercantil (para conocimiento de sus competidores) y las de los Sindicatos, fundaciones y ONGs (que reciben dinero público) parecen ser secreto de Estado.
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no es de extrañar que haya gente llena de contradicciones, porque es más fácil echar la culpa al prójimo que asumir responsabilidades.