Continuemos con la incompetencia política disfrazada de buenismo, apliquemos políticas de tolerancia dónde el único que tolera es Occidente. Abramos nuestros corazones y nuestras fronteras a todo aquel que quiera destruir lo nuestro porque ya han destruido lo suyo.
Permitamos a Angela Merkel que negocie franquicias de refugiados con Turquía a costa de todos, mientras el país de la media luna continua acelerando su islamización radical a los mandos de Erdogan. Ríamos las gracias al Primer Ministro canadiense Justin Trudeau, porque es muy joven, muy guapo y un gran orador, mientras comete día tras día, eso sí con una seductora sonrisa en su cara, los mismos errores que han llevado a Europa a la situación actual.
Veamos como nuestras patrias son conducidas al exterminio por legislaciones laxas pero políticamente correctas que protegen y abonan el terreno para el terrorismo refugiándose bajo el tupido velo de la libertad religiosa y del ‘todos no son iguales’, mientras que para el islamismo todos los demas somos una recua de infieles que deben ser eliminados en el único punto de su ideario en el que aplica el principio de no discriminación.
Señalemos a occidente por la situación de Oriente Medio y también por lo que pasa en el propio occidente. Si hay muertes en Siria es porque Francia interviene. Si hay victimas del terror en Francia, es también porque Francia interviene. Si hay presencia militar occidental en Siria se la cataloga de invasión; si no la hay, de abandono.
Busquemos culpables en las libertades y no en los liberticidas. Si se intentó hacer ver que una de las causas principales de los atentados de Orlando es el deficiente control de armas en los Estados Unidos, y no la idelogía radical del asesino, es de suponer que ahora el principal artífice de los ataque de Niza habrá sido la distribución incontrolada de camiones. El terrorista, jamás, “mirémosle a los ojos e intentemos empatizar”.
Aprobemos normativas locales de respeto a las minorías mientras mantenemos abiertas rutas comerciales con países que no solo desprecian a las mencionadas minorías, sino que las persiguen con el único objetivo de exterminarlas. Sigamos callando ante el dantesco espectáculo de tener a los dos principales equipos de fútbol del país patrocinados por empresas dependientes de
dictaduras islámicas dónde cualquier mínimo respeto a los derechos fundamentales es una pura utopía.
Aceptemos, en aras del PIB y del bolsillo privado de algunos, que nuestras empresas hagan negocios a costa de nuestras libertades. Continuemos eliminando símbolos culturales propios para no herir sensibilidades ajenas. Eso sí, no pidamos reciprocidad, no vaya a ser que se nos ofendan.
Eduquemos a nuestros hijos en la giliprogresía más tolerante con el agresor: ‘Hijos, nada de defenderos, que está mal visto’. Escóndamosles la verdadera y única historia continuada del Islam, tan ajena a la paz como a las libertades y que ya ha comenzado su particular reconquista sin apenas oposición. Cada uno se cuelga del árbol que quiere.
Ponferrada (León), 1981.
Empresario. Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid.
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