El análisis de la actualidad política española discurre por dos grandes ramas de acuerdo a la opinión pública, ambas afiliadas a corrientes partidistas e ideológicos, la conocida izquierda y derecha, y la cantidad de tópicos que se vierten sobre ambas. Las presuntas vulneraciones judiciales del Rey padre, Don Juan Carlos, deberán ser apreciadas y estimadas por la justicia y valoradas por la sociedad. Siempre manteniendo una postura en tenor de la razón y la prudencia, y de liberales, donde los haya, situarse además desde el pragmatismo.
De acuerdo a diversas publicaciones de medios de comunicación, se demuestra una presunta participación directa del Rey padre en actos que vulneran a la hacienda pública y opacan la ejemplaridad del monarca. Si invocamos los valores liberales el posicionamiento hacia la fiscalidad es evidente y no involucra lastre alguno, sin embargo, la situación de responsabilidad propia del papel del Jefe del Estado como dovela del arco que conforma el Estado de Derecho, requiere una valoración en base a hechos que corresponden a la justicia.
La gran particularidad de la política nacional que impide juicios críticos y posicionamientos puramente lógicos -supuestos en situaciones óptimas, ajenas a la escala de grises que
compone la realidad- deja un deber, casi un imperativo ategórico en términos kantianos, para todos los defensores de la libertad en España.
Sin pretender la expedición de facto de indultos o conductas incoherentes a la crítica lógica y razonada, pero mediado por el pragmatismo y prudencia que caracterizan a los pensadores no
dogmáticos, que estimo sea la totalidad del público al que me dirijo.
Más allá de todas las críticas la sistema constitucional establecido en 1978, el cometido al que nos sometemos y me incluyo, es el amparo y abrigo de la Monarquía, del Rey padre y su hijo, Don Felipe VI. Último dique institucional ante el discurso corrupto y corruptor de la izquierda más rancia y sectaria que campa por las llanuras europeas.
El origen de su acometida contra la Monarquía se sitúa el falso dilema planteado desde sus think thank cenagosos y promiscuos con la verdad, aquella perpetua batalla entre el bien y el
man que dejó la religión y se posó en la política actual (que trasciende desde el siglo pasado hasta el presente). Que en los círculos de intelectuales izquierdistas se plantea como
república versus monarquía . Mientras en el común de su electorado socialistas versus «fachas», producto aversivo de su neolengua posmoderna.
La Monarquía y la República como formas de gobierno no son excluyentes, ni exclusivas una de otras, en las democracias que en la actualidad mantienen a la Corona como una institución
del Estado -como el caso de España, Reino Unido, Bélgica, Países Bajos, entre otros conviven, gracias a la polisemia del término.
En un análisis sucinto de la variedad de significados que puede tener un concepto, en este caso el de República, se puede tomar dos acepciones acordes al uso actual de la palabra y a lo
que quería decir al ser acuñado en su origen. En la RAE la primera acepción es elocuente, Organización del Estado cuya máxima autoridad es elegida por los ciudadanos o por el
Parlamento para un período determinado; mientras la res publica o cosa pública latina invoca a una organización o sistema donde prima el interés colectivo.
La variación o deformación, depende de las personas este juicio, se debe a los contextos y a sus usos y en la modernidad la primera acepción del diccionario de la RAE es inequívocamente el más extendido, llegando a veces a ser confundido como unisémico.
Además de la influencia de las cuatro variantes sobre las que teorizó Koselleck: ideológicas, políticas, temporales y de uso extendido. Evidentes todos ellos en la república antimonárquica que promueven las fuerzas del progresismo.
En cuanto a la dualidad de fascismo y socialismo no ahondaré en más explicaciones que remitirme a las ideas que expuso Friedrich von Hayek en su obra Camino de Servidumbre.
Donde se manifiesta la fascismo como un estadío superior al de un socialismo que previamente permeabilizó en la sociedad. Y en definitiva como una tradición colectivista «herética» que desprecia la tradición liberal occidental, en sintonía con el comunismo y socialismo.
En conclusión amerita por parte de cualquier ciudadano consciente de la valía y de la necesaria defensa de la libertad, un papel activo y siempre crítico en pos de las barreras que contienen los atávicos intereses liberticidas del colectivismo. La monarquía no sólo es uno de ellos, sino la mismísima piedra angular que desde el 6 de diciembre de 1978, con errores y
aciertos, garantiza un régimen de libertades inéditos en la historia de esta nación.
Soy estudiante de Historia en la Universidad de Salamanca.
Resido en España con motivo de mis estudios desde hace un año aproximadamente, nací y
viví gran parte de mi vida en Quito y desde hace varios años visito España constantemente por
vínculos familiares, al ser mis ancestros paternos inmigrantes españoles, e intereses
académicos.
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