Vayamos al grano, porque los malos van ganando y estamos con el agua al cuello. El proceso de independencia catalán es un fenómeno político absolutamente inmoral, malvado y de consecuencias catastróficas cuya vitalidad se sustenta, como la del socialismo y el colectivismo político en general, sobre una serie de falacias y mecanismos de pensamiento irracional que ciertos intelectuales han conseguido hacer permear sobre la población. Los conceptos básicos sobre los que pivotan las falacias del Procés son dos: el de democracia y el de secesión.
Los intelectuales independentistas afirman que el Procés es moral y legítimo porque una mayoría de la población se ha mostrado a favor del mismo en una votación (la del 1 de octubre). El nivel de fetichismo, idolatría, y consiguientes bloqueo cognitivo y subyugación que ha alcanzado a día de hoy la idea de democracia, solo comparable a la idea de Dios en la Edad Media, queda plenamente reflejado aquí. Que la votación del 1 de octubre fue un completo pucherazo es una evidencia elefantiásica, pero pocos son los que consiguen sobrepasar el automatismo de sentimiento de culpa por criticar un proceso democrático, aunque sea bajo estas circunstancias.
Olvidémonos de lo circunstancial y supongamos que en la votación un 99% de los catalanes hubieran votado a favor de este proceso de independencia en unas elecciones inequívocamente limpias. ¿Convertiría esto al Procés en algo legítimo y moral? No rotundo, en mi opinión. El éxito del marketing de la democracia ha sido presentarla como la alternativa lógica al autoritarismo. Esto es falso. Si es inmoral que un vecino robe mi coche, el hecho de que ese vecino se reúna con otros y una mayoría vote a favor no legitima el robo. La alternativa al autoritarismo es la defensa férrea y sin concesiones de los derechos individuales y de la soberanía individual. El autoritarismo no se puede votar. La votación de un grupo de catalanes, aunque sean el 99%, no tiene legitimidad para instaurar una dictadura lingüística y económica sobre todo aquel que no sea nacionalista. La votación del Procés es inmoral porque el programa político de los independentistas, escudados en la grosera mentira histórica de la inventada nación catalana, es instaurar una dictadura.
Aquí es donde entra en juego el concepto de secesión. ¿Pero acaso no tienen derecho los catalanes que se sientan oprimidos por el estado español a la secesión e independencia? ¿No fue algo digno de encomio y máxima valoración el ejemplo de la Independencia Norteamericana? ¿Cómo vamos a negar a un individuo su legítimo derecho a desvincularse de un estado opresor? El concepto de secesión se fundamenta y legitima efectivamente sobre la búsqueda y lucha por la libertad. La idea es pasar de una situación más opresora a otra menos opresora. Ahora bien, focalicen en su mente la imagen de Ana Gabriel. ¿Es comparable este personaje a Thomas Jefferson? Pongan su atención ahora sobre la imagen mental de Oriol Junqueras (mis disculpas por el exceso).
¿Estamos acaso ante el nuevo George Washington del siglo XXI? El intento de un grupo de individuos por desvincularse de un estado para instaurar otro todavía más opresor que el anterior no es un proceso legítimo de secesión, porque se deja por el camino su fundamentación legitimadora, que es aumentar el nivel de libertad de los individuos.
Por otro lado, si la argumentación de los independentistas es una argumentación moral, fundamentada sobre el uso demagógico de los conceptos de democracia y secesión, los que se opongan al Procés no pueden pretender ganar la batalla ideológica evitando las argumentaciones morales y proponiendo en cambio las del positivismo legal. Incluso en situaciones como ésta, con tantas evidencias rotundas que nos cargan de razón, no nos podemos permitir la cobardía moral. Debemos fundamentar nuestra batalla no en que “Hay que aplicar la Constitución”, “Las elecciones del 1-O fueron un pucherazo” o “El Govern se ha saltado el Estatut de Catalunya”. Todo ello son verdades valiosas pero no deben de constituir nuestra principal ni única baza. El Procés es inmoral porque es el intento de violar los derechos individuales de los catalanes instaurando una dictadura lingüística y económica. Con argumentos así poco tendrían que hacer los Ana Gabriel, Puidgemont, Echenique y compañía.
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