Las pensiones públicas
Muchas personas conocen, en mayor o menor medida, la delicada situación por la que pasa el sistema de pensiones públicas.
Una minoría, consciente de ello, se prepara para afrontar el futuro; sin embargo, aún son muchos los que no hacen nada, pues piensan que el Estado podrá solucionar los problemas de los que adolece el sistema.
Un sistema injusto y antisocial
Pero, incluso aunque se llegarán a solucionar esos problemas, el sistema de pensiones públicas seguiría siendo lo que es: un sistema injusto y antisocial; de todo menos solidario, que es lo que nos quieren hacer creer a base de eufemismos y demagogia.
Comienzos de las pensiones públicas
En sus comienzos (la Alemania del canciller Otto Von Bismark), los planes estatales de pensiones fueron creados para promover el bienestar de los trabajadores y lograr que la economía siguiera funcionando con la máxima eficiencia.
El sistema tuvo buena acogida, sobre todo entre aquellos que estaban a pocos años de jubilarse, que recibieron una pensión sin apenas haber cotizado.
Además, la enorme cantidad de trabajadores que existía en relación al número de pensionistas, unido a la menor esperanza de vida (38 años a causa de la alta mortalidad infantil) y a la edad de jubilación establecida (70 años), hacían que las cotizaciones sociales fueran de pequeña cuantía.
Por entonces, el sistema estaba pensado para actuar a modo de red de protección de aquellas personas, que de manera excepcional, superasen los 70 años y carecieran de patrimonio; sin embargo, fue evolucionando y acabó convirtiéndose en el sistema por defecto para financiar las pensiones de todos los trabajadores.
Consolidación del sistema de pensiones públicas
El sistema fue consolidándose a lo largo del s. XX, sobre todo a partir de los años 40 y 50.
Durante estos años el aumento de la población producido por la explosión de natalidad (el llamado baby boom), dio lugar a que hubiera muchos trabajadores pagando sus impuestos y contribuyendo al sistema público de pensiones durante las décadas de los 60, 70 y 80; lo cual, dicho sea de paso, no implica que el sistema fuera el adecuado, si no simplemente sostenible.
Dudas del sistema de pensiones
No fue hasta la década de los 90 cuando empezó a ponerse en duda su sostenibilidad, pues el sistema no había evolucionado al mismo ritmo que la sociedad: la esperanza de vida había aumentado y la natalidad descendido; y a pesar del Pacto de Toledo, esa gran falacia de la que fueron cómplices todos los partidos políticos de la época, y mediante el cual se pretendió mantener a la sociedad inconscientemente tranquila respecto a la supuesta robustez del sistema, los problemas no han dejado de aumentar.
Si a todo esto le sumamos que en la actualidad todos los millones de personas que nacieron durante el baby boom se están empezando a jubilar, no es de extrañar que el número actual de trabajadores que están contribuyendo al sistema público de pensiones vaya en descenso y se haya originado el problema de cómo financiarlo a largo plazo.
Soluciones
Las soluciones que los gobiernos están aplicando para hacer frente a este problema pasan por mantener el sistema como sea, aunque sea a costa de empeorar las condiciones de jubilación de los pensionistas y endurecer las de acceso a los trabajadores.
El caso es decir que las pensiones están aseguradas, aunque luego la realidad sea muy distinta, pues el sistema dificulta al ciudadano progresar con el esfuerzo y el ahorro que ha acumulado a lo largo de toda su vida.
El estado del bienestar
Y es que al final tenemos que ser conscientes de una cosa: el Estado del bienestar empieza a tocar fondo; un Estado del bienestar que ha dado lugar a una sociedad conformista, que ha entregado al Gobierno mayor poder para que solucione sus vidas a cambio de su libertad y prosperidad.
Si queremos prosperar, no debemos dejar nunca que nos condenen a la servidumbre paternalista del Estado.
Debemos ocuparnos nosotros mismos de nuestros asuntos y no delegar en incompetentes instancias políticas lo que no es más que una responsabilidad personal e individual.
Conclusiones
Si somos conscientes del castigo al que el Estado nos someterá durante toda nuestra vida laboral (y el que nos tiene preparado para cuando nos jubilemos) y cómo gracias a la creación de un patrimonio podemos aminorar su impacto y concebir nuestro retiro al margen de las condiciones impuestas por el Gobierno, empezaremos a ver que nuestro retiro, el cual no tiene porque coincidir con la edad de jubilación, no tiene porque ser planificado penosamente por el Estado.
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