La verdad nos hará libres
Este articulo es la continuación de este otro artículo sobre la violencia de género.
En este artículo empezaremos por decir la verdad, no sólo porque la verdad nos hará libres, sino porque el exceso de victimización no ayuda en nada a las mujeres realmente maltratadas, y sí da mucho juego a quién se quiere aprovechar de ellas.
En España estamos a la cola de los países europeos en número de mujeres muertas por esta lacra.
Los tan alabados países nórdicos nos duplican en tasas de víctimas mortales.
Y decir esto no implica ningún tipo de justificación, sólo implica decir la verdad.
Partimos de premisas que son mentira
Cuando cursaba la asignatura de Filosofía de 3º de BUP en el instituto, había un tema donde a través de una serie de premisas se debía llegar a unas conclusiones.
De tal manera sucedía que siempre que todas las premisas eran falsas, la conclusión inevitablemente era errónea.
Esto es lo que sucede con la violencia de género.
Como partimos de premisas que son mentira, llegamos a conclusiones no válidas.
La primera mentira es la de “la igualdad”, constructo artificial creado desde la política para ganar votos.
Diferencias entre hombres y mujeres
Las mujeres y los hombres somos distintos desde la concepción, y seguimos siéndolo el resto de nuestras vidas.
Cualquier psicólogo puede ofrecer un listado de diferencias emocionales, intelectuales, de desarrollo, etc.
La diferencia física
Pero hay una diferencia que tiene mucha importancia en el tema que nos ocupa: la física.
Clave en muchos de los episodios llamados de violencia de género.
En la mayoría de las parejas, el hombre es físicamente superior a la mujer.
Hablar de diferencias hoy —que no de superioridad ni inferioridad— implica sufrir un linchamiento por parte de los censores de la corrección política, ya que supondría asumir el fracaso de su ideología de género impuesta; ideología esta, tan artificial y errada como su propio nombre, pues la personas tenemos sexo no género.
La diferencia del discurso
La segunda diferencia es el discurso.
En la generación de nuestros abuelos e incluso padres sí que había arraigada en la sociedad una cultura machista.
Los planteamientos teóricos actuales habrían sido muy útiles hace 50 años a las mujeres de entonces, pero son en la mayoría de los casos estériles hoy.
Todavía existen muchos casos, sobre todo en mujeres de cierta edad, que sí tienen relación con la cultura machista.
Pero situar esos casos en un plano de igualdad con las parejas de veintitantos años que han nacido y crecido en una cultura totalmente diferente, con una incorporación masiva de las mujeres a los puestos de trabajo —incluso ejecutivos—, a la universidad, etc. es ridículo.
Presuponer que a una licenciada universitaria de 26 años que habla tres idiomas, su novio que trabaja en un taller la maltrata por creerse superior a ella es errar en las premisas, lo que nos llevará a una solución también errada.
La mayoría de los casos de gente joven tienen más que ver con los problemas que genera la convivencia, la maldad innata de algunos individuos, el exceso de agresividad en algunas conductas adquiridas y la prevalencia de la ley del más fuerte.
Cuestionar el dogma
No es que no haya ningún caso explicable desde el machismo —es decir, violencia sobre la mujer por el mero hecho de ser mujer y creerse superior a ella— pero desde luego no todos los casos se pueden explicar así, ni siquiera la mayoría entre la gente de las últimas generaciones.
Los políticos eran conocedores desde el inicio de la mentira, por eso necesitaron de algo más que la ley para imponer su obra de ingeniería social en nuestros cerebros.
Lo primero fue crear una serie de asociaciones y movimientos subvencionados cuyos cargos —todos— eran escogidos por políticos, cuando no eran directamente militantes.
Ellos serían los encargados de juzgar una la ley que habían creado los mismos que les pagan.
No parece muy objetivo.
Ellos serían también los encargados de amedrentar a todo aquel que se atreviera a cuestionar el dogma.
Las denuncias falsas de violencia de género
Algunos estudios consisten en ir a una comisaría y preguntar cuantas mujeres han sido imputadas por denuncia falsa ese año.
Cuando te contesten que una o ninguna, lo siguiente será mirar el número total de denuncias para que te salga un tanto por ciento ridículo que confirme tu teoría.
Pero ¿se pregunta cuántos policías hay destinados para investigar denuncias falsas de violencia de género?
No, porque la respuesta sería cero.
Y sin embargo habrá tres o cuatro agentes sólo para investigar los fraudes en denuncias de robos de móviles, por eso para este último delito habrá muchos más imputados.
Lo segundo fue crear todo un producto de marketing de género que incluía pancartas, desfiles, manifiestos y fotos…muchas fotos…con muchos políticos sacando rédito de la tragedia.
Y mientras unos se hacen fotos, otras son acorraladas por sus parejas en sus casas, y la ideología de género no les llega para defenderse.
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