Los medios de comunicación
Lo bueno de ser un pringado hoy es que toda tu agenda, de qué hablar, qué opinar o sentir, te lo marcan desde los medios de comunicación.
Hasta la democracia se anda redefiniendo a partir de lo ultimísimo en comunicación, dejando tanto la formación de sus valores como su ejercicio, al socaire de lo mediático, que le presta su representatividad para definirla identificada con él, dándose por hecho, y más con la aparición del “indignadismo” político, que democracia directa y ciberdemocracia, dos ámbitos con dos tipos de comunicación inherentes, son simultaneables, equivalentes y permutables.
La cohabitación de esferas, hoy tan vital, empero puede no ser tan conjugable.
La democracia
La democracia, como ha destacado Paul Virilio, ha sido algo espacial, y jugarla en el tiempo puede suponer algo más que desajustes.
Las tecnologías ya se han puesto a las órdenes del tiempo (y de la democracia, dicen) como vector fundamental, con el omnipresente instantáneo como parámetro de sublimación máxima.
Es la inforrevolución de las autopistas de la información, expresión tan espaciotemporal como impostada, pues su referente es la anulación precisamente de la barrera espacial, y su operativa la aceleración, historia incluida.
El FOMO (miedo a perderse algo) es el síndrome de este perpetuo estar en tránsito pendientes de “lo nuestro”, que a saber. Su paradigma podría ser el democratontón, aplicación soñada para vivir enganchados a voluntad a la wired democracy cual teta divina. Aunque la realidad parece más profana.
La sociedad reducida a público del renovado capitalismo habilita como emisor a todos sus interactuantes.
El medio y la audiencia
El medio es más que nunca el mensaje, la audiencia la comunicación misma y el emisor su perceptor.
El efecto técnico es una gran solipsis periodística autofágica universal, cuya sincronía y “actualiditis” obligan, para su dominio, a la agenda como modo de división del trabajo –como epítome de habilidad política–.
Y el consumo más alienante que transgresor de este rediseño de democracia global narcoinformativa, la convierte en caricatura en tanto que es solo un ámbito reducible a tiempo intrascendente.
La guerra cultural
El fruto natural de tal manejo del ámbito infodemocrático es la guerra cultural, más que revolución, con resabios sesentayochistas pasados por la infografía, con el populismo, “compañero natural de la democracia de la opinión pública” (Alain MInc, 1995) de telón, no de acero sino de fondo, y cuyo fin y medios son el acopio de adeptos a un liderazgo de opinión tan versátil como cínico que, para legitimarse, se arroga prerrogativas típicas del caudillismo periodístico (Félix Ortega, 2007), como definir esa opinión (“retóricas de la intransigencia”, en frase de Hirschman), el destinatario del mensaje (o medio mismo), recrearla a conveniencia descalificando otras versiones, recuperarla (en nombre de la ciudadanía), concretar cuál es su voluntad y qué hacer para satisfacerla.
Sus técnicas no son nuevas.
Ni la Sexta ni La Cuatro han inventado nada.
Son soportes.
Nada personal; son negocios.
Los tertulianos y la red
Con la crisis, en vez del previsible líder carismático, surge el mediático, que se suma a la monserga en marcha (Pedro J., Losantos, Intereconomía) de la campaña de convencimiento moral continua del agitprop radical que, acoplada y oportunistamente, presenta como sospechoso lo vigente (técnica, según J.B. Thompson, 2002, del relato por entregas del periodismo de escándalos), se apropia de la palabra y marca la agenda, ocupando el absoluto tiempo.
El chafarderismo teletertuliano y la red, el aserto y la propuesta efímera, son recursos/discursos para descontextualizar los significados, reutilizarlos reelaborados en otros de matute, eliminando el eje verdad-mentira (H.G Frankfurt) para configurar una verdad incuestionable (Gil Calvo, 2006) cuyo refrendo es la opinión on line, democrática solo por participar, el envoltorio cool que cierra el circuito mixtificador. Pues combinar la acción directa con la representativa puede ser una propuesta refrescante, pero, los “nuevos indignados”, por ejemplo (y no solo), se mueven entre lo oculto y lo público hasta lo obsceno, para actuar a placer en la sombra sin intromisiones.
La clave de permanecer en el medio
Y el medio será el mensaje, y estar y permanecer en él, clave, pero de programa, nada.
Y de responsabilidad, menos; otro rasgo del caudillismo mediático.
Y al final lo que se obvia es la calle, lo espacial, suplantado por la red, el tiempo, lo virtual, aparcando lo representativo.
¿Es todo un nuevo plano de la lucha de clases propiciado por la túrmix de la historia?
¿La lucha final entre neocons y neoradicales?
¿Guerra por la hegemonía no tanto ideológica por conseguir una posición espacial, como de anticiparse en galopar sobre el tiempo, ahora clave?
¿O más bien es construir el futuro a partir del viejo espacio, o del nuevo tiempo, con las implicaciones dadas?
Otra movida que como la de los ochenta puede acabar en nada, o que aun pareciendo política, acabe paradójicamente siendo solo cultural.
Que no sería lo peor si no comportase de hecho el fin de un tipo de democracia y el principio de algo que ni se sabe.
Periodista de formación, y desde antes yendo de la comunicación a la
edición, pasando por la literatura, en eso que se llama cultura de
masas (llegó hasta un doctorado y un libro, “Muertos de papel”,
sobre las esquelas), ahora es en internet con el blog “Etcéteras”
(abelmon.blogspot.com [1]) donde, pues eso, lo mismo.
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