Las empresas que utilicen el castellano no podrán obtener contratos públicos municipales.
Este es el titular que venía en Las provincias del pasado sábado 16 de Abril, referido al modelo de contratación del Ayuntamiento de Valencia. Según comenta el artículo las empresas licitantes deberán usarlo en todas las comunicaciones internas de la empresa. Además habla de la obligatoriedad de uso del valenciano en las comunicaciones entre funcionarios al igual que las dirigidas desde el ayuntamiento a los ciudadanos salvo petición expresa.
¿Acaso las empresas discriminadas tienen derecho a no pagar impuestos?
Brevemente, estas medidas van contra la buena gestión de los presupuestos al no poder licitar empresas foráneas. A menos licitantes, precios más elevados. Van contra la libre empresa, contra la cooficialidad castellano-valenciano, pues se discrimina claramente al castellano, contra la libertad del funcionario a utilizar el idioma que mejor conozca y contra todos aquellos castellanoparlantes que habitan la ciudad. Así no gobiernan para todos, sólo para los suyos.
Si se trata de preservar el valenciano, enriquecer una cultura no es cuestión de prohibir, sino de interactuar con otras:
Las grandes culturas de antaño y que hoy admiramos no se forjaron exclusivamente por su supremacía militar. Ni Egipto, ni la tan admirada por la izquierda Grecia clásica, Roma o España. Sólo pudieron mantenerse mientras fueron permeables a las nuevas culturas, se dejaron influir por ellas y de forma pragmática las interiorizaron, escogiendo lo más beneficioso de cada una. Hoy en día no hay país más multicultural que Estados Unidos y es notable su influencia en todo lo tecnológico que utilizamos diariamente, desde el ordenador, internet, hasta el GPS. Todo ha surgido de allí.
China cuyo renacimiento empezó 400 años antes que el europeo, acabó construyendo una Gran muralla y volvió a construir otra con el comunismo. Cuando China se ha vuelto permeable, ha empezado a brillar.
Es fácil saber que cultura es interesante, basta con ver el número de personas que sin coacción están aprendiendo una lengua que no es la suya ya sea con el fin de comerciar, emigrar o encontrar trabajo. Mientras el inglés y español ocupan las primeras posiciones, cada vez hay más estudiantes de chino. ¿Cuántos madrileños, andaluces o extremeños están aprendiendo Valenciano, Gallego, Catalán, Vascuence o Bable? , ¿Cuantos franceses, alemanes, americanos o chinos?
Por el contrario, aquí nos estamos volviendo más nacionalistas, más localistas, más tribu. ¿Qué más le gustaría al progre que frenar la globalización?, aunque suponga
frenar el progreso, sin querer ver que el mundo gira ajeno a las pretensiones de la progresía de volver al clan. De eso se trata, de crear una reserva idiomática,” los míos” frente a “Los otros”, reservando las plazas de funcionariado y contratación con la administración a “los míos”. Así no se vela por el interés general, que consiste en asignar el puesto y el presupuesto a los mejores en lugar de a “los míos”. Aquí lo importante no es tener al mejor médico, sino al mejor de mi tribu.
Pero esta reserva cultural lleva la penitencia en su propio pecado: Al igual que la gran muralla supuso el declive de China y en Estados Unidos, las reservas han acabado con los indios porque evitaron que se adaptaran al mundo más multicultural de todos, nuestra reserva idiomática del Valenciano, gallego catalán o bable, está haciendo lo mismo con nuestros hijos: Hay que gastarse una fortuna en aprender idiomas extranjeros porque aquí es más importante fomentar el idioma de la tribu, dejando para las élites el conocimiento de idiomas interesantes laboralmente.
Algunos lo pagamos dos veces llevando a nuestros hijos a colegios donde se fomentan idiomas, otros creen que la ignorancia sale gratis, pero todos acabaremos pagándolo a futuro con impuestos, miseria y paro.
Diplomado en Ciencias Empresariales,
máster en mercados bursátiles y derivados financieros por la Uned. Pequeño empresario.
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