Esta entrevista ficticia se sitúa en el año 2032, y enfrenta a un supuesto periodista económico con el Presidente del (también supuesto) Consejo Internacional de Sabios.
El relato no pretende pontificar sobre un modelo de sociedad ideal, ni siquiera “sentar cátedra” sobre la ideología liberal, sino que sólo persigue abrir nuevas líneas de debate sobre la sostenibilidad (y oportunidad) del actual Estado del Bienestar, que empiezan a ser consideradas en todo el mundo.
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Mr. Parker me recibe en una cafetería situada en el Monte Maebongsan de Seúl, con unas vistas espectaculares a los enormes rascacielos de la capital, en su mayor parte construidos durante la reciente década “prodigiosa” de crecimiento de la economía surcoreana.
Tras una breve presentación, en la que ambos convenimos hacer uso del idioma inglés (Parker también habla un muy correcto español), comienzo la entrevista:
¿Cómo ve la economía mundial, tras cumplirse el primer tercio del siglo XXI?
Bastante estable, en términos generales. Los 65 Estados que suscribieron el Tratado de Singapur, cinco años atrás, están progresando de manera armónica y equilibrada. Todos han alcanzado buenos resultados en cada uno de los tres baremos que integran el nuevo “índice EICT” de desarrollo (Económico, Intelectual y Científico-tecnológico), el cual ha sustituido al antiguo PIB. Animados por estos resultados, otros 42 Estados se han unido al Tratado durante los últimos años, incluyendo China y Rusia, que rechazaron sumarse en una primera instancia.
¿Qué avances se han conseguido en los países que suscribieron este importante Tratado?
El Tratado se enfoca en garantizar, de forma real y efectiva, los tres derechos fundamentales que protegen la esfera individual, y que están reconocidas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos:
– Libertad para que cada individuo pueda elegir su propio destino, según sus capacidades y ambiciones.
– Seguridad, para que todos podamos desarrollarnos sin injerencias ilegítimas por parte de terceros (incluidos los poderes públicos)
– Igualdad ante la Ley (que no por Ley), para garantizar la no discriminación y el equilibrio de oportunidades.
¿Sólo esto? ¿Y qué pasa con los denominados “derechos sociales”?
Punto. No hay más, ni tampoco menos… Este es el verdadero Estado del Bienestar, y no aquel que fracasó rotundamente e hizo quebrar muchos Estados en la pasada década, produciendo la frustración de millones de personas en todo el mundo. Dicha frustración se debió a la extensión de falsas y demagógicas “cartas de derechos”, repletas de promesas igualitarias que los Estados no estaban en condiciones de garantizar. Esto terminó produciendo una burbuja insostenible de “derechos a la carta” (trabajo, vivienda, renta básica universal…), los cuales no pudieron ser satisfechos y sólo sirvieron para alimentar los populismos.
Antes de dicho Tratado, se esperaba mucha resistencia por parte de los grandes Estados a una auto-limitación de su poder…
Cierto que se produjo cierta oposición inicial. Sin embargo, tras las múltiples quiebras públicas de la última década, los Estados coincidieron en lo fundamental: la necesidad de simplificar las sobredimensionadas estructuras estatales para reducir el gasto y la Deuda pública, rebajar los impuestos y concentrarse en lo esencial. Es decir, en estimular la creación de riqueza y de empleo e impulsar ese triple crecimiento armónico del EICT. Ello requería reducir las funciones del Estado a estas tres competencias básicas: 1) Justicia, 2) Policía y Ejército, y 3) Asistencia Social.
Los resultados demuestran el acierto de estas políticas: las cuentas públicas se estabilizaron, eliminando el anterior déficit recurrente. La Deuda Pública se ha reducido en un 50%, como media. Ello ha permitido rebajar drásticamente los impuestos. Sobre todo, aquellos que recaen sobre las rentas del trabajo y del capital. Gracias a ello, el desempleo se ha situado en un porcentaje medio del 6% en los países que suscribieron “Singapur”.
El Tratado también introdujo cambios en la forma de elegir a los representantes políticos…
Así es. Muchos Estados convinieron en que había que terminar con la profesionalidad de la política. Es decir, con esa endogámica “partitocracia”, que permitió acceder a puestos clave del Gobierno a personas sin ninguna cualificación ni experiencia, y cuyo único mérito era haber medrado, a base de peloteo, dentro de las estructuras del Partido.
El Tratado establece la obligatoriedad, para los miembros de los Gobiernos, de obtener una previa Certificación Especializada en su área de responsabilidad.
En efecto. Este filtro de excelencia consiste en cursar un año de formación en alguna de las más prestigiosas Universidades internacionales, superando sus exigentes evaluaciones. La única excepción a esta criba formativa, es la de aquellos representantes que se encuentren incluidos en la lista “Aristóteles” (10.000 profesionales de reconocido prestigio internacional) gestionada por la ONU. Esto, unido al límite de ocho años de ejercicio dentro del Gobierno, garantiza la calidad y renovación de las cúpulas, además de reducir al mínimo las tentaciones de corrupción.
Esta meritocracia se encuentra en el origen de la creación del Comité de Sabios, del cual Vd. es un miembro destacado…
Así es. Aquellos representantes nacionales que cumplen con éxito sus funciones de gobierno, pueden postularse para ingresar en el “Comité Internacional de Sabios”. Esta institución de carácter consultivo, dependiente de la ONU, reúne a un centenar de personas que trabajamos durante un máximo de ocho años, en asesorar a los Gobiernos y a las Organizaciones Internacionales, aplicando criterios estrictamente científicos (al margen de las batallas políticas)
(En este punto, sugiero a Parker que hagamos una pausa en nuestra entrevista. Aprovecho el paréntesis para subir el breve vídeo con la grabación a mi diario digital, donde comienza a recibir las primeras visitas)
Abogado. Master en Asesoría Jurídica de Empresas por el IE Business School (Madrid). Asesor legal y financiero, experto en Banca Privada y financiación.
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