Un infeliz bastante idealista
Soy de esos muchos que piensan que, con el paso del tiempo, y llegada cierta edad, uno ve las cosas con otra perspectiva y, sobre todo, empieza a vislumbrar o, incluso, comprender algunas o bastantes realidades de la vida.
Como soy un infeliz y bastante idealista, siempre he creído de forma inamovible que, a medida que uno acumula años y experiencias, es obligado aprender y mejorar como persona. De la misma manera, también he creído que esto debería aplicarse a la sociedad; es decir, que a medida que transcurren los años, deberíamos mejorar nuestra educación, conocimientos, comportamiento y, sobre todo, humanidad.
Hete ahora que de un tiempo a esta parte no hago más que recibir guantazos y sopapos de la realidad, notificándome que prácticamente todas mis creencias sobre mejora de la raza por el decurso temporal son erróneas. ¡Jó, qué cantidad de mandobles encajados llevo!
Antes decíamos que esto era estupendo, chanchi, de buten, etc. Ahora se dice guay, cool, top, trendy, y setenta gilipolleces más de importación. Antes decíamos etiqueta y ahora se dice hashtag (o algo parecido). Y así podría estar un buen rato, pero no tengo ganas.
De unos años a esta parte (demasiados, para mi gusto), asistimos no a un ensanchamiento o mejora de la tolerancia, sino que tenemos que tragar con manifestaciones y afloramientos de colectivos de basura humana de lo más variado, todas en torno a lo que yo llamaría las mayores bajezas de la raza. Estos grupos de puercos, degenerados, vagos y parásitos, no sólo se están haciendo con el control diario de la existencia civil de las personas. Se están infiltrando en todas las instituciones, estratos y capas sociales, de manera que están corroyendo sus mismos pilares y pudriendo su existencia. Vemos y toleramos sin más manifestaciones no de feminismo normal y hasta razonable, sino de feminismo intransigente, radical, violento, impositivo y, sobre todo, bestial (ESE QUE LLAMAN FEMINAZISMO). Tenemos que soportar grupos de homosexuales (que a mí, en realidad, no me molestan en absoluto, me la sudan) que se han trocado más en degenerados faunos, sátiros, y engendros malhablados, malvestidos, sucios y, sobre todo, sobre todo, muy maleducados y faltones. Tenemos que soportar a “luchadores “ por la igualdad que lo que quieren es hacer a todo y a todos igual, igualar o integrar a personas con animales y cosas similares, utilizando para ello no sólo el exceso y abuso de derechos, sino apoyándose en la violencia verbal y, más aún, en la violencia física. Escraches, amenazas, agresiones, son utilizados para, dicen, combatir la xenofobia, la libertad religiosa, la libertad política y muchas otras libertadas, todo ello para imponer a machamartillo sus ideas y su ¿corrección? política.
Utilizar el lenguaje para afea
Unos imbéciles (e imbécilas), miembros y miembras de estas nuevas manifestaciones o grupos colectivos, nos quieren imponer ahora que hay que decir ellos y ellas, compañeros y compañeras, amigos y amigas, ciudadanos y ciudadanas y, ¡ay de ti! si no lo haces. Serás un facha, un retrógrado, un xenófobo, un torturador de animales y no sé que otras chorradas de similar envergadura. Estos malogrados proyectos de seres humanos, han pasado de utilizar el lenguaje para afear lo que no les gusta, a utilizar un lenguaje estúpido, subnormal e imposible y reforzarlo con amenazas, violencia, agresividad, extorsión y toda suerte de comportamientos ilícitos con el único fin de demonizar y marcar como reses a todos aquellos que no piensan a pies juntillas como ellos. Han llegado, en algunos puntos de subnormalidad paroxística, a legislar o crear normas sobre esta cuestión. Se imparten normas o directrices desde organismos públicos sobre cómo ha de ser eso que los muy tarados llaman “lenguaje inclusivo”. Y no es esto lo peor. Lo peor somos nosotros que se lo estamos permitiendo, cuando deberíamos ser nosotros quienes les hacemos escraches y feos públicos a estos oligofrénicos voluntarios. La cosa ha llegado a los políticos, que incluso quieren imponer por ley el tipo de lenguaje que se ha de usar en colegios, relaciones públicas u organismos públicos. Y estos políticos sub-border line, se presentan en las elecciones y, ¡salen elegidos!
La degeneración del ser humano no se ha detenido o conformado con la estupidificación (toma palabra inventada) del lenguaje. No ha bastado con cambiar “está de moda” por “es tendencia”; ya no vale decir esto es estupendo o magnífico, hay que decir “cool”. Se ha pasado a mayores, ya no basta con estar en desacuerdo, ahora hay que procurar que el que no piensa como esta mayoría de cafres sea estigmatizado, vapuleado públicamente y cuasi (y no tan cuasi) linchado.
Como conclusión, creo que queda claro que está de moda ser gilipollas. Perdón, quizá debería decir que es tendencia o se ha hecho viral ser gilipollas (menos mal que este epíteto conserva su actualidad). A lo mejor es un virus de la época posmoderna o simplemente una enorme posverdad. Por contraposición a nuestro añorado Siglo de Oro, creo que ahora estamos en el Siglo de la basura. ¡Qué asco!
Abogado ejerciente en Cádiz y hace años en Madrid. Harto de tantas memeces en la actualidad y de la corrección política. Harto del Estado de las subvenciones, paguitas y clientelismo político de todos los signos. Harto de políticos inútiles y harto de un sistema que ya no funciona, ni con unos ni con otros. Harto de que no se haga nada efectivo.
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