Parece ser que el informe Pisa no gusta ni a la izquierda ni a los nacionalistas. A ninguno de ellos les agrada que se retrate en pruebas externas lo que unos y otros hacen en las aulas, lo que ambos pretenden hacer con nuestros hijos. Siempre les ha parecido mal que la educación sirva a la necesidades de las familias, es decir, que sea algo útil para hacer de la hijos personas libres, competentes y cultas. Y, claro, que haya pruebas objetivas de su proyecto analfabetizador les resulta odioso.
Los sindicatos de izquierda del profesorado que, en el País Vasco y Cataluña son, además, nacionalistas, siempre han sembrado la falsa idea de que examinar los conocimientos de los alumnos es fascista, neoliberal o antinatural. No es posible adivinar qué especie de ser humano imaginan para el futuro, pero sí está claro que no pretenden personas capaces de desenvolverse en ese mismo futuro que pretenden moldear.
Y es que en el Informe Pisa que se publicará el próximo día 3 de diciembre no sabremos qué nivel de lectura tienen los alumnos españoles. Sucedió que profesores y asociaciones progres de padres, descerebrados ambos, han inducido al 5% de la alumnos a boicotear la pruebas en nombre de una rebeldía al servicio de la mediocridad.
La OCDE se ha visto sorprendida por un boicot solo sucedido en Kazajstán en el año 2015. Bonita marca igualando lo que no se debe igualar.
También sabemos que los sindicatos nacionalistas de profesores vascos han alentado el boicot a Pisa durante los primeros meses de este año. ¿Tendrá que ver ese boicot con los malos resultados en lectura de los alumnos de las Vascongadas en el anterior estudio de Pisa? Puede que sí o, más certeramente, sí rotundo. Y esos malos resultados, ¿tendrán que ver con la política lingüística vasca que analfabetiza en español pretendiendo alfabetizar en el llamado euskera? Todo indica que estamos más cerca de un nuevo “sí” que de un mero “tal vez».
Pero el boicot de ese 5% de alumnos afecta también a otras regiones españolas. En ellas siembran ciertos profesores, así como padres y madres impregnados de ardor “progresista”, la negativa a ser examinados a través de lo que alumnos e hijos saben y hacen. Rebajar los niveles educativos es un objetivo en sí mismo para ellos por más que lo disfracen de concepciones que tienen que ver más con el animismo tribal que con la idea ilustrada de conocimientos objetivos acerca del mundo.
Imponen la idea de que investigar e identificar las verdaderas causas que operan en la naturaleza, la sociedad y la economía, y buscar que los alumnos se hagan dueños de ese conocimiento vale menos que sus fantasías adolescentes.
Todas esas falsedades, variadas en su apariencia, tienen en común presentar como ficticio el hecho verdadero de que el conocimiento humano, ese que ha de ser transmitido a los alumnos y conquistado mediante el espíritu investigador, no depende del punto de vista político o cultural sino de una capacidad común de encontrar la verdad.
Destruyendo, abierta o sutilmente, la verdad de la estructura única de la razón humana, el pensamiento “progre» pretende sembrar dudas acerca del verdadero conocimiento. Se convierte así en un pensamiento regresivo al servicio del objetivo de dominar las conciencias y, por tanto, de controlar la sociedad.
Tal es así que siguen filtrando la idea de que aprender significa adoptar un enfoque político. No abiertamente, como en los tiempos en que se propagaba la existencia de una inexistente “ciencia proletaria», sino sutilmente, sembrando dudas sobre las actividades humanas en el planeta. Así, las ciencias naturales y sus consecuencias tecnológicas aparecen como destructivas del medio ambiente global; las ciencias sociales, especialmente la economía, son meras armas de lucha por el poder de tal manera que carecen de un método único. Presentan como relativa la estructura básica del pensamiento que, si bien es evolutiva, no es en absoluto caprichosa o elegible por un mero ejercicio de la voluntad o del sentimentalismo.
Para tener éxito en esa fragmentación del aprendizaje y lograr la unificación sumisa de las voluntades necesitan que no se evalúe lo que los alumnos aprenden de verdad, midiendo de manera objetiva. Cuando obtengan, si les permitimos hacerlo, la eliminación de las pruebas Pisa tal y como consiguieron suprimir la efectividad de las evaluaciones nacionales previstas en la Lomce, tendrán vía libre para terminar de moldear a nuestros hijos logrando una suerte de seres sumisos bajo la ilusión de ser una ciudadanía de individuos libres.
Ese es su proyecto, solo obstaculizado por la verdad de que no se pueden poner puertas al campo, no se puede aplastar eternamente el ansia de libertad, ni se puede eliminar la naturaleza lógica del pensamiento humano.
JOAQUÍN SANTIAGO
Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). En octubre de 2002 funda la bitácora digital «Asturias Liberal» y en 2005, «España Liberal».
Gran artículo, quieren la igualdad y para ello han de perjudicar a los mejores. Pero después ellos se auto-declararán superiores, como ya lo dijo Orwell en Rebelión en la granja: «Todos somos iguales, pero algunos más iguales que otros».