La propiedad privada y el sistema capitalista
Muchas han sido las críticas hacia la eliminación de la reserva fraccionaria bancaria.
Concretamente aquí trataré la premisa de que un sistema bancario del 100% acabaría con el crédito, afirmación que considero errónea.
La reserva fraccionaria
Este sistema de depósitos viola el derecho a la propiedad privada en pleno siglo XXI, viola el capitalismo mediante un contrato realizado a diario que, según estudios recientes, apenas un 30% de la ciudadanía conoce.
En un sistema de reserva fraccionaria el contrato de “depósito” tiene una dualidad con respecto al depositante y al depositario.
Para el depositante el contrato con una entidad bancaria no supone la transferencia de la propiedad del bien depositado.
Este considera que puede retirar la totalidad de su depósito o “tantundem” cuando el crea conveniente.
La entidad bancaria
Sin embargo la entidad bancaria (depositario) se toma el contrato como uno de préstamo.
La entidad bancaria considera que se le ha transferido la propiedad del bien “depositado” y puede disponer de ella para sus propios fines (guardando un coeficiente de caja del 2% para atender las necesidades del depositante).
Estos fines son en su mayoría, prestar estos bienes a terceros.
Esto origina la llamada expansión crediticia, madre de los ciclos recurrentes.
El dinero y el crédito
Cabe destacar que esto se puede realizar debido a la naturaleza fungible del dinero, esto quiere decir que uno no puede diferenciar un billete de otro.
El caso es el siguiente: Un sistema bancario que siga los principios tradicionales del derecho (coeficiente de caja del 100 por cien), respetando la propiedad privada y convirtiendo el pseudo contrato de depósito actual en un contrato de depósito en el que no haya una dualidad de la propiedad de la cosa depositada (bien fungible) por parte del depositario y el depositante no produciría un agotamiento del crédito.
Esto es así debido a que independientemente de la existencia de una entidad bancaria que proporcione crédito, la demanda del mismo (del crédito) por parte de los empresarios no se verá menguada.
La razón de esto es debido a la naturaleza emprendedora (valga la redundancia) del empresario, el cual necesitara igualmente de crédito para alcanzar sus fines. Siendo esto correcto habrá una amplísima demanda por parte de multitud de agentes económicos ansiosos por emprender.
Partiendo de esta base, podemos afirmar que debido a la gran demanda de crédito habrá numerosas oportunidades de beneficio para empresas que deseen proporcionar crédito a las numerosas empresas que lo demandan. De esta forma totalmente natural se redirigirán los cometidos de los propios bancos y la creación de multitud de empresas dirigidas a proporcionar crédito.
El ahorro para emprender
La pregunta más importante es: ¿De dónde obtendrán el dinero para proporcionar crédito estas nuevas empresas?
La respuesta es bien sencilla.
El crédito vendrá del ahorro de los ciudadanos.
Las nuevas empresas crediticitas actuarían como un intermediario entre ahorrador (ofertante de crédito) y emprendedor (demandante de crédito).
El ahorro tendrá enormes incentivos a ser realizado debido a la enorme demanda de los empresarios.
De esta forma muchísimas personas ofertarían bienes presentes con el fin de obtener mayores bienes futuros, creándose así un tipo de interés natural fruto de la nueva tasa de preferencia temporal procedente del ahorro, enormemente incentivado por la demanda de crédito que quedara desatendido por la desaparición de los medios fiduciarios.
Los tipos de interés
Cabe destacar también el bajo tipo de interés por el enorme número de ofertantes de bienes presentes.
Esta sería una sociedad con crédito basado en el ahorro, sin expansiones crediticias que distorsionen la estructura productiva de la economía gracias a un tipo de interés natural fruto de las acciones de las personas que conforman dicha economía.
De esta forma no habría ciclos recurrentes.
Conclusiones
Cabe destacar que para que este proceso tenga éxito se debe de realizar de manera paulatina.
Esto es ir aumentando progresivamente de forma pausada el porcentaje del coeficiente de caja hasta llegar al 100 por cien.
Quien no entienda esto no entiende en absoluto el comportamiento de un libre mercado, cambiante ante las decisiones y valoraciones de carácter subjetivo que realizan los agentes económicos.
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